El Cine Honra Su Propio Arte (Parte 1 de 2)
El cine tiene tantas historias dentro de su propio arte, que un cineasta puede reflejar sus influencias o el proceso creativo o la locura de la producción o el amor por el séptimo arte o simple demencia. Esta vez nos vamos al cine dentro del cine.
La Nuit Américaine (Francoise Truffaut, 1973)
Y si hablamos de todos los posibles retos a los que se enfrenta una producción, no hay nada como la noche americana (Una escena que tiene lugar en la noche pero que se realiza con trucos de día, mejor dicho una FARSA), tener que lidiar con locaciones, con egos, productores, niños mimados, falta de compromiso con el trabajo e incluso a veces demasiada gente. Cuando las cosas van bien todo marcha, se siente como música clásica fluyendo. Aburrido de estas producciones, su escena particular en referencia a la Nouvelle Vague de la que Truffaut es precursor, más o menos va a así: “No quiero tener que lidiar con locaciones, actores y tanta gente. Quiero cosas naturales y simples historias”.
Life Itself (Steve James, 2014)
Bellísimo documental sobre Roger Ebert uno de los más carismáticos y respetados críticos de cine estadounidense (el único crítico de cine en ganar el premio Pulitzer), nos adentramos en su vida y también en su penosa enfermedad. Su cariño por el cine lo llevó hasta grabar en video sus últimos días para el documental. Con anécdotas imperdibles a lo largo de su carrera entre ellas su relación odio-amor con otro critico del momento (Gene Siskel), el triunfo del programa de televisión At the Movies, su gran amigo Martin Scorsese quien hace una de las escenas más hilarantes sin querer, su alegría al ver la página web y el saber que sus escritos no se perderían en el tiempo… y desafortunadamente también su deterioro físico y mental.
Cinema Paradiso (Giusseppe Tornatore, 1988)
No hay otra película que refleje de manera tan acertada los sentimientos del espectador hacia el cine como ésta obra maestra. La historia de Toto un niño encaprichado con la magia que proviene del cinematógrafo, su gran amigo el proyeccionista, los problemas en los que se mete por asistir a una función, la graciosa censura por parte de la iglesia, todo lo que somos como cinéfilos. Abstraídos por la oscuridad de la sala en la que pasamos a ser parte de otras vidas, otros problemas, otras alegrías ajenas que en realidad no lo son tanto. Y una escena final quizás de lo más emotiva del séptimo arte.
The Purple Rose Of Cairo (Woody Allen, 1985)
¿Qué pasaría si uno de nuestros amores platónicos del celuloide de pronto cobra vida? Con esta premisa inicial el gran Woody nos llevará dentro de una historia de fantasía casi onírica, en la que un personaje rompe las dimensiones y logra salir de la pantalla al mundo real para encontrarse con una “fan” que ha visto su película muchas veces. El problema radica en que las otras copias de la cinta todos los otros personajes quieren salir también. El propio actor que encarna al personaje tiene que ir en su búsqueda para poner fin a la situación, lo que genera unas situaciones realmente cómicas, que posicionan a esta cinta como una de las mejores del cineasta neoyorquino y un homenaje al espectador y su quizás extraño pero al mismo tiempo entendible cariño por los personajes de cine.
Close up (Abbas Kiarostami, 1990)
Un fan se hace pasar por un director muy reconocido en Irán (Mohsen Makhmalbaf) para entrar en la casa y la vida de una familia con dinero, pero ¿cuáles eran sus reales intenciones? Al principio su actuación funcionó de maravilla pero un detalle lo delató. A través de un juicio por estafa conocemos el porqué, que sin ir más allá resulta del enamoramiento por el cine y el gran respeto que tiene por el director a quien usurpó el nombre. Con una bellísima escena final en la que el director real va a conocer a su alter ego obligándolo a pedir disculpas a la familia por su mentira.
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