El Confesionario de Cinescopia: The Room
Les damos la bienvenida a esta sección que allá por el 2014 causó revuelo al saber que los miembros de Cinescopia también son humanos, exponiendo sus culpas al revelar gustos culpables e ir contra corriente con respecto a la opinión de ciertos productos populares. Pues bien, al regresar de esta sección y con el propósito de recomendar uno que otro gusto culpable de nuestro agrado, era obvio que tarde o temprano había que hablar de la película que ocupa este espacio. Pues bien, es mi turno de comentar sobre uno de los pocos bodrios auténticamente malos que vale la pena ver. Damas y caballeros, indaguemos en “The Room”.
Antes que nada, es imposible hablar de “The Room” sin mencionar a la mente maestra detrás de este fenómeno: Tommy Wiseau. Una de las celebridades más misteriosas y excéntricas de la industria de la que en general no se sabe mucho, que mantiene su vida privada en secreto, pero que por eso mismo agrega misticismo a su figura. Quiso triunfar en Hollywood de la manera clásica, pero debido a los continuos rechazos de los estudios (por su peculiar apariencia y acento) fue que tomó una decisión arriesgada que muchos consideraron una locura: si nadie iba a darle una oportunidad, decidió labrarla él mismo y filmarla por su cuenta. Y a base de un guion escrito por él mismo, se aventuró en un terreno inexplorado que ninguna persona imaginó que llegaría a algo, ni siquiera él.
Autoproclamado fan de Alfred Hitchcock, Orson Welles y el actor James Dean, con una clara inspiración en las obras de teatro de Tennessee Williams, Tommy Wiseau protagoniza, escribe, produce y dirige la historia de Johnny, un banquero que no se da cuenta que Lisa, su prometida, está poniéndole los cuernos y teniendo un romance a escondidas con Mark, su mejor amigo. En el papel, esto es un drama romántico muy simple sobre las infidelidades y la relación prenupcial, con un toque muy personal que algunos han aceptado como autobiográfico, pero nada de eso se ve proyectado en la pantalla por todas las intermitencias y defectos con los que parte desde el inicio.
Por el miedo a no perder el control creativo de la obra, Wiseau se encargó de financiarla él mismo (nadie sabe de dónde ni cómo obtiene su dinero), y según las propias palabras de su amigo y colaborador Greg Sestero (quien actúo a su lado en “The Room” y posteriormente escribió “The Disaster Artist”, que luego daría pie a la película del mismo nombre), tomó muchas decisiones que afectaron la producción. Compró equipamiento innecesario, despidió a gran parte del personal (actores y técnicos) durante la filmación o regrabar las escenas dónde aparecía una y otra vez porque no se aprendía los diálogos (su pésima dicción tampoco ayuda). Un rodaje que iba a durar 40 días se expandió hasta 6 meses por todas las ocurrencias, desastres y cambios ocurridos detrás de escenas.
Todos los actores son novatos y se nota en su desempeño: los personajes cambian de personalidad o tienen reacciones irreales que son inverosímiles en cualquier escenario. Hay muchos diálogos incomprensibles y repetitivos que, junto a la rigidez del “artista” por cambiar detalles y su nula experiencia, evidencian la falta de planeación desde el principio. En el camino ocurren cientos de subtramas que no llegan a ningún lado ni tienen un cierre definitivo, por no decir de un final donde se revelaba que Johnny era un vampiro todo el tiempo (sólo no alcanzó a filmarse por la falta de presupuesto). Todo esto da como resultado un tono involuntariamente cómico en el que el espectador se carcajea porque sabe lo que quiere hacer y no lo logra. Tras terminarla, Wiseau la envió a Paramount para distribuirla, y en menos de 24 horas rechazaron la oferta. Por mero accidente, fue descubierta y alcanzó el estatus de culto que hoy tiene como la mejor comedia involuntaria de la historia.
Ahora, no les voy a decir que conocí esta obra por curiosidad o recomendación de boca en boca. Mi primer avistamiento fue con la reseña que hizo Doug Walker alias El Crítico de la Nostalgia (uno de mis primeros acercamientos a la crítica profesional), y eso me abrió un mundo de posibilidades sobre este proyecto. Pues aquí planteó un caso curioso. ¿Cómo es que se sigue hablando de ella? Nadie se acuerda de la más reciente ganadora del Oscar, pero esto sobrevive al paso del tiempo. ¿Cómo es posible que se haya convertido en una fuente vasta, inagotable y colosal de memes? Quizás sea porque es honesta. Es terrible, pero trae alegría a millones de personas. Su realización es tan real como la vida misma y le permite a la gente entender que no necesita una buena película, sino una que sea suficientemente buena como para ser una comedia cuando están atrapados en la vida. Y eso es grandioso. Wiseau se siente orgulloso de lo que hizo, algo que él hizo por su cuenta, eso da felicidad y cuando sabes el trasfondo es algo bonito de ver.
Si en verdad les interesa el cine, es obligatorio ver esta obra porque también se aprende de los grandes desastres, pero también para divertirse con una obra que rebasó las expectativas de todos, una joya cuyo impacto cultural es igual de grande que “Citizen Kane” y “The Godfather”. Citando a Doug Walker: “Realmente vale la pena echarle un vistazo. Realmente es una de esas películas que tienes que ver para creer. Nadie podría hacer una película tan curiosamente mala de buena gana. Tenía que ser la mentalidad retorcida de algún bicho raro cuyos orígenes internacionales sigue siendo un misterio”.