El Confesionario: Los 30 gustos culpables de Uriel Salvador

Inspirado por las listas hechas por autores pasados en años anteriores (incluyendo la hecha por mi jefe El Fett en el lejano 2012), llegó el momento de expiar mis culpas y revelar varios títulos que conservo en mi videoteca, que a lo largo de los años pueden rememorar mis primeros pasos como espectador casual (no mintamos, todos los que nos dedicamos a esto alguna vez lo fuimos). Creo que estos títulos también dan a conocer parte del gusto que tengo por ciertos actores, géneros y perspectivas que, a pesar de la transición a una mirada más crítica, todavía me hacen reír y me conmueven.

Es por eso que, como parte de mi proceso para darme a conocer al resto de autores y al público, he decidido exponerme con una colección de obras cuya calidad es… cuestionable, pero no dejan de formar parte de mi ser. Con esto en mente, aquí no hay concesiones, todo vale: comedias baratas, terror sin sentido, serie B, secuelas innecesarias, obras infantiles y juveniles meramente nostálgicas, carnadas de Oscar, etc. También los animo a mencionar su lista de gustos culpables en la caja de comentarios, a ver si coincidimos con algunas (por cierto, decidí dejarla en 30 películas porque de seguir nunca hubiera terminado).

 

50 First Dates (Peter Segal, 2004)

Aunque tiene muchos momentos fastidiosos y chistes incómodos, sus virtudes superan a sus defectos con creces, en gran parte por la entrañable, graciosa y tierna química entre Adam Sandler y Drew Barrymore. Las formas de crear nuevos encuentros, explicaciones o citas crean un corte más romántico que muestran lo mucho que importa estar con alguien que queremos, dando el humor y el toque de humanidad necesario para simpatizar con ellos. El final es maravilloso, pues deja en claro que el problema no tiene solución, va a seguir existiendo y tendrán que aprender a vivir con él, pero trata de ser creativo y delicado con el trastorno mental para transmitir una calidez muy agradable y encantadora.

 

Alien vs. Predator (Paul W.S. Anderson, 2004)

Entre la inutilidad del director, la censura de sangre que evita que pueda tomarse más en serio y un arco narrativo arrítmico que sólo mantiene atento al incauto espectador por el morbo de ver volando tripas extraterrestres por doquier, queda como un remanente de una época donde ambos monstruos pasaban por sus etapas más bajas. No obstante, cuando la cámara decide estar quieta, se puede apreciar con claridad a ambas razas alienígenas pelear hasta la muerte con buenos efectos prácticos, así como establecer la situación antes de empezar la carnicería. Consciente de que no debe ser considerada canon para ambas series, entrega justo lo que el título promete al no tomarse en serio.

 

Aquamarine (Elizabeth Allen Rosenbaum, 2006)

Melosa y cursi al por mayor, pero también risueña y divertida, resulta ser muy honesta en su propuesta y nunca pierde de vista su objetivo pese a que el guion y el argumento son sencillos, predecibles y repletos de clichés. Dirigida en su totalidad al público adolescente femenino, los personajes son los típicos estereotipos, pero el carisma que aporta Sara Paxton ayuda a que Emma Roberts y Jojo se le equiparen. Lo que le permite destacar por encima del resto de productos similares a la marca Disney Channel es el final, demostrando 7 años antes de Frozen que el amor es más que un romance en pareja, es el valor y el sentimiento de importancia que significan la familia y los amigos.

 

Bruce Almighty (Tom Shadyac, 2003)

Aunque la idea de teorizar cómo funcionarían los poderes divinos en nuestra sociedad es original, aunado al concepto de libre albedrío en un mundo donde todos nuestros deseos y plegarias se hacen realidad es muy tentadora (con sus catastróficas consecuencias), se queda en una comedia benevolente, predecible y moralina donde todo marcha de acuerdo al plan. La verdadera estrella es Morgan Freeman como Dios, se las ingenia para imponer su presencia con los diálogos más ingeniosos, muy por encima de un repetitivo Jim Carrey. Es algo lenta y culmina con un final sumamente meloso, pero se sostiene con algunas situaciones inesperadas e impredecibles.

 

Click (Frank Coraci, 2006)

Una mezcla entre It’s a Wonderful Life y Back to the Future que no siempre acierta y da la sensación de desgaste en más de una ocasión, en gran parte por una trama predecible y un humor que para muchos será repetitivo. Pero es innegable que la segunda mitad cambia por completo todo el contexto, convirtiendo una comedia simplona y tonta en un drama bastante duro sobre valorar la vida que tenemos con las personas que amamos, con los buenos y malos momentos que nos ofrece, que es preferible vivir poco a poco que adelantar todo sin saber dónde vamos a parar. La transición de tonos le otorga a Adam Sandler una de sus actuaciones más memorables en su faceta cómica.

 

Cloverfield (Matt Reeves, 2008)

El found footage es quizás el formato más repetitivo de todos: la misma cámara temblorosa, la misma necesidad patológica de grabar todo, las mismas reacciones poco realistas a los sucesos. Y conscientes de esto, Matt Reeves y J.J. Abrams usan el formato para formar una metáfora a lo que sería vivir de cerca un ataque terrorista. Los personajes no están bien escritos o desarrollados, tampoco se sabe el origen del monstruo, pero no es que se necesite saber mucho, ya que una vez que empieza la acción, la adrenalina y tensión por sobrevivir suben hasta ser lo más caóticamente desesperante que pueda. Más recordada por su campaña de publicidad, es una perspectiva mínimamente interesante para el género kaiju.

 

Cool World (Bakshi, 1992)

Un aborto que nació muerto, esa es la mejor manera de describir un proyecto que fue mutilado desde la preproducción y que falla en casi cualquier apartado que se le analice. No obstante, por muy fácil que sea criticarla, entre toda la mierda hay pequeños trozos de oro que valen la pena posicionarse como lo mejor de la animación y que prueban que Ralph Bakshi, con todas sus fallas e imperfecciones, permanece fiel a su estilo (personificado en su ya icónica villana que alcanzaría el estatus de culto pese al fracaso general de la cinta). Tomando en cuenta la manía actual de Hollywood por destruir su legado, esta es quizás la película que más merece tener un remake (eso sí, más apegado a la visión original del director).

 

Free Willy (Simon Wincer, 1993)

A pesar de ser otra variante de la historia entre un niño y su “inserte mascota exótica aquí”, muy predecible y con momentos melosos en los que a veces uno quiere que Willy aplaste a Jesse en el clímax, la historia no trata en realidad de un animal que quiere ser libre. Es de un niño que tiene que liberarse de un pasado lleno de carencias afectivas por el abandono de su madre (razón por la que es reacio a abrirse a los demás), y que verá su amistad con una orca la oportunidad de sanar, perder el miedo a amar y a confiar y ser feliz a pesar de las adversidades. Además, ver a Michael Madsen como una buena persona tan sólo un año después de haber trabajado con Tarantino resulta involuntariamente hilarante.

 

Grown Ups (Dennis Dugan, 2010)

Este es el ejemplo perfecto de por qué a muchos nos agrada Adam Sandler, por más excusas que tenga para hacer una película, se divierte con lo que tenga a la mano e invita tanto a sus colegas como a la audiencia a divertirse con él. Es cierto, aquí no hay historia ni arco dramático o desarrollo de personajes, no hay nada, todo es un pretexto para desplegar su comicidad con una que otra broma destacable que funciona (y aun así se las ingenia para ser consistente en el mensaje moralista que quiere dar: el compañerismo, el paso generacional y la confianza de pareja). La segunda parte ya no surtiría efecto, pero esta permanece “por los viejos tiempos”.

 

Hancock (Peter Berg, 2008)

Una propuesta tan original y hasta cierto punto adelantada a lo que sería The Boys arruinada por una dirección arrítmica que no es capaz de dejar la cámara quieta por un segundo (ni siquiera en los momentos más calmados), y un cambio tan repentino y controversial de tono a la mitad de la trama. Sin embargo, su descarada honestidad y humor negro le permiten diferenciarse de Marvel y DC, reflejados en un divertido y melancólico borracho Will Smith que desmitifica al superhéroe: incapaz de asumir su rol por su conducta irresponsable e idiosincrasia y colocándolo en un mundo deshumanizado donde lo odiamos, pero igual necesitamos su intervención, hasta el punto de ya no importarle una mierda nada.

 

I Know What You Did Last Summer (Jim Gillespie, 1997)

La hermana menor de Scream es un slasher común y corriente donde cada sorpresa, giro y momento del guion se siente anticuado y torpe, hecho de la manera más esquemática posible y que se sabe todo lo que pasará desde antes que ocurra. La historia es poco realista y al mismo tiempo demasiado fantasiosa, con muchas conveniencias que están ahí sólo para aumentar el suspenso. Sin embargo, tanto la música como la actuación de Jennifer Love Hewitt y su corta duración le ayudan a ser una experiencia liviana que, aunque no rompe el molde ni cambia las reglas, cumple con lo que promete y hasta es una buena alternativa de humor involuntario por querer tomarse demasiado en serio a sí misma

 

Johnny English (Peter Howitt, 2003)

Una parodia a James Bond con algunos elementos de The Pink Panther, pero sin caer en el abuso de hacer bromas estúpidas sólo por hacerlas, más bien aprovecha la limitada inteligencia del protagonista para justificar la progresión de la historia. Siendo más importante la presencia en escena, Rowan Atkinson es responsable de hacer memorables escenas sumamente ridículas, con elementos que balancean el respeto y la burla al famoso agente secreto (desde ciertos arquetipos de personaje hasta el genial tema de Robbie Williams en la introducción). Quizás lo que más la limita es la enorme cantidad de cortes en la edición, pero es una cinta honesta y muy pasional.

 

Jurassic Park III (Joe Johnston, 2001)

Si ya la anterior cinta había sacrificado la personalidad de los personajes por escenas de acción, esta tercera entrega repite los mismos errores, pero empeorados ahora por un conjunto de escenas aisladas que ya no mueven la historia, sino enlazan momentos de acción unidos por una premisa inverosímil que convierte a un niño en un mini Rambo. Sin embargo, pareciera que Joe Johnston sabe que no tiene necesidad de existir, como si supiera que es mala a propósito y por eso es tan corta y se deja llevar por cada estupidez cometida, causando que esta entrega sea más entretenida si se considera como una comedia surrealista con dinosaurios y no tanto como secuela de Jurassic Park.

 

Jurassic World (Colin Trevorrow, 2015)

Colin Trevorrow se las arregla para mostrar su estilo y dotar de mucho ritmo a las escenas de acción de toda esta bola de estupideces, humor forzado y fanservice. Por más que intenta extrapolar la problemática del parque, retratar al espectador casual como el ente traga palomitas que es y comparar a la propia película con el Indominus Rex (una imitación barata de la película original con las características del blockbuster promedio actual), no le funciona por tener a los protagonistas más sosos de la saga. Salvada sólo por su fantástico clímax, no sólo por lo satisfactorio que es, sino porque es genuinamente emocionante ver el duelo entre el animal natural y el monstruo creado por el hombre.

 

Kangaroo Jack (David McNally, 2003)

2 tramas tan diferentes entre sí unidas de la forma más forzada posible, mal actuada, mal editada, repleta de bromas tontas y escatológicas, de una arritmia narrativa alarmante y de un tono desbalanceado (muy oscura para los niños y muy inmadura para los adultos). Y aun así, cada decisión antes mencionada no hace más que resaltar una comedia criminal hecha a base de aleatoriedades donde todo vale y a la vez no vale nada, logrando una mezcla tan bizarra que es única en su tipo. Además, si uno investiga bien, es un gran ejemplo de cómo hacer dinero con publicidad engañosa.

 

Liar Liar (Tom Shadyac, 1997)

Una historia simple hecha para el despliegue físico y gestual de Jim Carrey, pero se las ingenia para conseguir un balance entre picardía y sensibilidad, capaz de cambiar el ánimo en cuestión de segundos. La comedia es lo suficientemente variada para que nunca se sienta repetitiva, teniendo muchos chistes creativos alrededor de la premisa principal, la cual logra comunicar el lugar que ocupa la mentira en nuestra sociedad, resaltando lo complicado que sería desenvolvernos sin trucos ni falsedades. Es cierto que en ocasiones es algo exagerada, pero es contundente en su doble intención: si la honestidad fuese una norma, el sistema político y social se desmoronaría.

 

Meet the Feebles (Peter Jackson, 1989)

Más que una parodia a las creaciones de Jim Henson, esto es un reflejo de todos los vicios y defectos que ocasionan el ego, la fama y la fortuna en las personas pertenecientes al mundo del espectáculo. A través de sus carismáticos personajes y un par de divertidos números musicales, el humor cimentado en lo bizarro y lo sexual, violento e incorrectamente explícito, esconde diversos problemas relacionados a la drogadicción, la corrupción, el sexo y la pornografía. Con un guion más complicado de lo que debería simplemente porque tiene demasiadas subtramas sin concluir, confirma la excesiva excentricidad de Peter Jackson, ejemplificado en el sorprendente final que le da valor y trasfondo a la cinta.

 

Night at the Museum (Shawn Levy, 2006)

Uno de los muchos intentos de varios actores por llegar al público infantil, dando lugar a una sensacional y didáctica fantasía que juega con muchas partes de la historia humana a modo de retrospectiva. Por desgracia, la trama va perdiendo ritmo conforme avanza, no sólo porque la estructura narrativa se vuelve repetitiva después de un rato, sino porque no todos los chistes son consistentes, además de un final predecible desde el inicio. Ben Stiller repite su mismo papel de padre soltero y de personalidad exagerada, pero el carisma de Robin Williams, Owen Wilson, Dick Van Dyke y Carla Gugino lo ayudan a hacer la aventura más variada y entretenida.

 

Prince of Persia: The Sands of Time (Mike Newell, 2010)

Una historia cuya esencia se asemeja mucho a la de Piratas del Caribe, pero con un estilo propio que va acompañado de buenos toques de humor, una fotografía imponente, efectos especiales dosificados y escenas de acción muy vistosas que combinan el parkour, las peleas con espadas y el sigilo mortal. A pesar del obvio sometimiento de Disney en la censura e infantilización del relato (presente en los diálogos, el tono y la ausencia de sangre), con respecto al videojuego original, junto a un mediano desempaño de Jake Gyllenhaal como el Príncipe de Persia, hay que admitir que como adaptación es funcional, marcando el camino que debieron seguir este tipo de películas durante un tiempo.

 

Scary Movie (Keenen Ivory Wayans, 2000)

La triste realidad que debemos afrontar es que la obra más conocida de los hermanos Wayans y que lanzaría a la fama a Anna Faris no ha envejecido muy bien que digamos, en gran parte por ser la responsable de causar la debacle que mataría a la parodia en el cine por muchos años. Pero si hay algo en lo que aun resalta es que no se avergüenza de burlarse de cualquier cosa que tuviera al alcance: las películas de moda, los estereotipos adolescentes y las situaciones que indicaban la muerte de los personajes. Todo vale, pero hay un orden a seguir, buscando siempre explotar el humor absurdo para buscar una alternativa y sacar risas muy culposas.

 

Scooby-Doo 1 y 2 (James Gunn, 2002, 2004)

Si bien es cierto que se toma unas cuantas libertades con respecto al material original, James Gunn reformula la historia y añade elementos de otras películas e incluso de la propia serie. Esto consigue un misterio decente dentro de una historia boba, pero atrayente y que rebosa de mucho humor negro y referencial. Hay muchos chistes que funcionan y aprovechan la naturaleza de la serie, con algunos momentos que rayan en el terror. Distan de ser buenas, pero poseen un encanto que pocas versiones tienen en gran parte por la personalidad que imprime Gunn en el libreto, mostrando un poco de lo que después sería su estilo directivo a futuro.

 

Seven Pounds (Gabriele Muccino, 2008)

Considerada como una de las peores carnadas de Oscar de la historia, las cuestiones que plantea Gabriele Muccino alrededor del suicidio son notables y tratadas con delicadeza. La manipulación emocional que maneja es más que evidente y cansada, pero mantiene el misterio del accionar de un opaco Will Smith con discreción, mostrando su día a día y el impulso que lo convence a nunca ceder a la posibilidad de retractarse de la decisión ya elegida. Tal y como está es predecible y condescendiente, pero se ha revalorado un poco con los años porque la barra de calidad sobre estas obras hechas exclusivamente para ganar premios ha bajado todavía más.

 

Sharknado (Anthony C. Ferrante, 2013)

Tan sólo la premisa basta para saber que estamos frente a una tremenda porquería, pero pese a todos y cada uno de los obvios problemas que tiene, sabe que no puede tomarse en serio y eso es lo que la hace entretenida. Antes que nada, simboliza la voz del público (e incluso de la crítica) para que Hollywood y sus ejecutivos salgan de su zona de confort, se quiten el conformismo de encima y dejen de inundarnos con tanta secuela, reboot y remake por doquier. Lejos de ofender se agradece, porque cumple lo que promete sin olvidar que es divertidísima, porque nos recuerda que no todo se hace para ganar premios o dinero (aunque bueno, una cosa es el absurdo y otra la estupidez).

 

Sky High (Mike Mitchell, 2005)

Puede que la idea de colocar al superhéroe en un ambiente escolar suene ridícula e infantil, y por momentos lo es, pero el guion y la dirección se las ingenian para adaptar a los personajes y sus poderes a un entorno que el espectador reconoce fácilmente. Sin embargo, lo interesante viene al momento de usar a sus estereotipados personajes como una metáfora didáctica a la lucha de clases, reforzado en esa división entre héroes y asistentes. Si a esto se le agrega un decente giro final (que le otorga a Mary Elizabeth Winstead una de sus más memorables actuaciones), se obtiene una divertida historia que quizás pudo haber inspirado la creación de My Hero Academia.

 

 Spy Kids (Rodriguez, 2001)

POR URIEL SALVADOR

Cursi, simplona, exagerada, predecible y con unos efectos especiales que hasta para la época eran tan anticuados como falsos. Y por todo eso dejó marca al ser una parodia al cine de espías que, con una historia y un tratamiento de lo más simple, funciona porque no se toma en serio. La readaptación de los elementos de Robert Rodriguez a un público infantil tiene una identidad tan marcada que sería elegida para su preservación, pues la hermandad entre Carmen y Juni acierta en su mensaje: “Salvar al mundo es sencillo, mantener a la familia unida es difícil”. De sus 4 secuelas sólo la segunda parte conservaría parte de la frescura inicial.

 

Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith (Geroge Lucas, 2005)

Los problemas que aquejaron tanto a sus predecesoras finalmente están controlados de tal forma que no sólo encajan orgánicamente en la historia, sino que ahora son fundamentales para el desarrollo de los personajes. Desde un contenido político más mesurado hasta una mejor relación entre personajes, el paso de Anakin al lado oscuro y el resquebrajamiento de la amistad se convierten una metáfora al ángel caído y su expulsión del Paraíso. Lo malo es que, si ignoramos la introducción y el cierre, nos queda más de una hora de relleno que culmina con un “¡NOOOOO!” que primero da risa y después vergüenza, en lugar de su objetivo que era otorgar drama. Por cierto, obligatorio verla en su versión doblada, pues Irwin Daayán le corrige TODA la actuación a Hayden Christensen.

 

The Greatest Showman (Michael Gracey, 2017)

Lo que promete ser una historia sorprendente, simpática y bailable sobre Phineas T. Barnum (uno de los pioneros del arte circense), interpretado por Hugh Jackman, se convierte en un ejercicio de estilo sobre sustancia. Es muy agradable y simpática, tiene sus buenos momentos y visualmente es muy atractiva, hasta mágica, pero depende demasiado de sus números musicales para conmover. Sin ellos el drama no tiene el peso necesario, y sin drama, no hay sensación de triunfo porque ningún personaje tiene el arco argumental o el tiempo en pantalla que debería. Al final, lo que mantiene a esta obra en la memoria colectiva son un par de canciones que dotan al relato una gran agilidad y salva la película.

 

The Room (Tommy Wiseau, 2003)

¿Cómo es que se sigue hablando de ella? Nadie se acuerda de la más reciente ganadora del Oscar, pero esto sobrevive al paso del tiempo. ¿Cómo es posible que se haya convertido en una fuente vasta, inagotable y colosal de memes? Quizás sea porque es honesta. Es terrible, pero trae alegría a millones de personas. Su realización es tan real como la vida misma, y eso es grandioso. Tommy Wiseau se siente orgulloso de lo que hizo, algo que él hizo por su cuenta, eso da felicidad y cuando sabes el trasfondo es algo bonito de ver. Si en verdad les interesa el cine, es obligatorio ver esta obra porque también se aprende de los grandes desastres, una joya igual de icónica que Citizen Kane y The Godfather.

 

The Shack (Stuart Hazeldine, 2017)

Como toda película católica o cristiana, esto no es más que un panfleto religioso que le hace creer a la gente que es “buena” sólo por hablar de Dios. En su intento por abordar muchos temas teológicos e ideológicos como el perdón, el sufrimiento y el juicio a las personas, los desarrolla superficialmente y casi todo se hace a través de simbolismos muy obvios y exceso de exposición (rematando con un final que no deja nada claro a pesar de su ambivalencia propositiva). Y a pesar de todo lo que acabo de decir… no puedo evitar conmoverme al verla porque llegó justo en un momento de mi vida en el que más la necesitaba. La ironía de mi vida: pude hacer las paces con Dios por una mala película… y por eso la aprecio.

 

The Swan Princess (Richard Rich, 1994)

Una bonita fábula llena de magia, romance, música y humor, pero descuidada por una narrativa desordenada, más complicada de lo que debería y sin una progresión natural. Otro caso donde el entrañable reparto secundario opaca a los protagonistas, y aunque las canciones son encantadoras, envolventes y memorables, no retroalimentan la historia como deberían, echando de menos el uso de la música original del ballet (que quizás pudo ser adaptado a las ideas originales). Pese a todo, es irónicamente memorable por sus intenciones, música personajes y apego nostálgico, sobre todo para una época en la que Disney comenzaba a mostrar fragilidades.

 

Who Killed Captain Alex? (Nabwana I.G.G., 2010)

POR URIEL SALVADOR

Por muy fácil que sea criticar este proyecto debido a su baja calidad, es consciente de sus carencias y las usa para garantizar risas desvergonzadas al público (y a su favor, las escenas de combate cuerpo a cuerpo son genuinas y están muy bien logradas). A pesar de todos sus defectos, es un enorme acto de amor hacia el séptimo arte porque se reconocen el esfuerzo, la motivación y las dificultades para sacarla adelante con medios inexistentes, narrado con la genial voz de VJ Emmie. Es tan mala que se le adora, y aun así es más divertida, entretenida, original y sincera que la gran mayoría de lo que hace Hollywood.

 

World War Z (Marc Foster, 2013)

Al principio empieza con una propuesta muy fresca, mostrando el punto de vista de las grandes autoridades del mundo, luchando contra una infección zombi a nivel global y tomando decisiones que afectan millones de vidas. Pero pronto Marc Foster abandona la intención inicial para plantear un conflicto que nunca se desarrolla o concluye, la trama se vuelve predecible y absurda, y la conclusión es rápida, forzada y fortuita, haciendo que Brad Pitt sea más sabio que Einstein y más cabrón que Superman juntos. Pese a todo, el comercial de Pepsi más caro de la historia se sostiene por un tono realista, un ritmo ágil y unas excelentes escenas de acción (la caída de Jerusalén tiene su lugar ganado en la historia del subgénero).

Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


2 Comments

  • Hola, gracias por tu lista de gustos culposo, 😀
    Comparto las que coinciden con la mía: aunque, ciertamente, no siento ninguna culpa por ello.
    Saludos y feliz aniversario a Cinescopia.
    Cloverfield.
    Jurassic World.
    Guerra Mundial Z.

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    • Coincidimos, pero seguramente tiene más.

      Gracias por comentar y siga al pendiente de nuestras noticias reseñas y tops.

      Reply

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