El Destino Oculto de Terminator es volver a sus raíces

Hay algo sumamente reconfortante en la franquicia de Terminator. La película original de James Cameron, escrita por Cameron y Gale Anne Hurd, nos planteaba la posibilidad de un futuro aterrador, donde las máquinas obtienen consciencia propia y se rebelan contra los humanos. Este miedo está presente desde la Primera Revolución Industrial, y se acentuó conforme la segunda mitad del siglo XX dio grandes saltos en tecnologías. En The Terminator, el destino de la humanidad recae en el útero de Sarah Connor (Linda Hamilton): está previsto sea la madre del líder que podrá un alto al imperio de las máquinas, motivo por el que una máquina asesina, el Terminator (Arnold Schwarzenegger), busca eliminarla. Las cuatro secuelas, de variada calidad, parten de esa premisa sencilla y efectiva, y juegan con las líneas de tiempo y el destino de quién y por qué buscan los terminators del futuro eliminar a alguien del pasado. Después de la magnífica T2, esperamos más o menos lo mismo: mejores efectos especiales, la aparición (o no) de Schwarzenegger y la actualización de cómo nuestra tecnología actual nos está condenando. Lo que sorprende de Terminator: Dark Fate (‘Terminator: Destino Oculto’) es que retoma la historia original de Cameron y Hurd y le da un giro maravilloso que refresca una gastada franquicia.

Dani Ramos (Natalia Reyes), quien vive con su familia en Ciudad de México, es perseguida por un nuevo modelo de Terminator (Gabriel Luna), y depende de Sarah Connor (Hamilton) y Grace (Mackenzie Davis), una soldada del futuro, salvarla. El desarrollo de la historia sigue la misma estructura que otras películas de la franquicia; lo novedoso y emocionante es, por un lado ver un retorno a lo que fueron las primeras dos entradas en la franquicia, y verla en otro contexto, fuera del gringo. La travesía de los personajes para hallar respuestas muestra (parte de) la realidad de millones de personas, desde el reemplazo de trabajadores por maquinarias hasta las cárceles fronterizas (perdón, “centros de detención”), pasando por el éxodo migrante a bordo de ‘La Bestia’. Aunque el guion de David S. Goyer, Billy Ray y Justin Rhodes no profundiza en estos aspectos (y tiende a caer en ciertos estereotipos), es valioso que aparezcan en un blockbuster de este calibre, sobre todo tomando en cuenta el nuevo auge de grupos racistas y xenofóbicos en Estados Unidos y México. Que la protagonista sea una mujer mexicana joven, cabeza de familia y sin una historia trágica detrás, cambia el juego y presenta emocionantes nuevos futuros posibles.

Hablando de franquicias revividas y/o reinventadas, fue un gran acierto traer de vuelta a Linda Hamilton, la protagonista de las primeras dos entregas. Su nueva interpretación de Sarah Connor la presenta como a una mujer cansada, harta de buscar significados y respuestas. Natalia Reyes, originaria de Bogotá, Colombia, demuestra su rango actoral a las audiencias que no vieron la deslumbrante Pájaros de Verano y sostiene una película de acción de alto presupuesto; Mackenzie Davis maravilla como la soldado Grace con una humanidad y vulnerabilidad rara en héroes de acción. Gabriel Luna llega a ser escalofriante como el nuevo Terminator Rev-9, mientras que Schwarzenegger sigue siendo Schwarzenegger.

Llena de acción y secuencias memorables, Terminator: Dark Fate es un increíble retorno a los orígenes de la saga, con una crucial adaptación a estos tiempos.

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