El Eternauta: Épica ciencia ficción latinoamericana
Por mucho que critiquemos a Netflix por su gestión de contenido y la cantidad de relleno que produce para, también admitimos que de vez en cuando sale una película o serie que llama la atención del mundo y comienza a propagar la información mediante el boca a boca con tal de darse a conocer. Ahora le toca el turno a la adaptación de uno de los trabajos literarios más importantes de Argentina: “El Eternauta”. Una gran serie que demuestra la potencia fílmica que es el país albiceleste, pero que al final cae en todos los vicios del servicio de streaming, incluyendo el más grave que enfrentan todas sus producciones hermanas. Pero vayamos por partes.
De Argentina para el mundo
Antes de empezar, debo aclarar que no he leído la novela gráfica de Héctor Germán Oesterheld, así que ignoro qué tan fiel es al material original. Lo que sí es factible es que da gusto ver a la ciencia ficción probando suerte en Latinoamérica sin la grandilocuencia estadounidense. Al ser un género que cada vez necesita presupuestos más altos (por los efectos especiales), es raro que otros países incursionen de lleno en sus temáticas. Por eso ver una invasión extraterrestre en el Cono Sur y las metáforas que esto conlleva es más que necesario, es una forma de decir que hay más que puede explorarse fuera del conocido vecino del norte.
Bruno Stagnaro presenta en El Eternauta una sensación de urgencia constante con un entorno postapocalíptico que convierte a Buenos Aires en una ciudad herida que respira, sufre, resiste y acompaña a los personajes. Los peligros están a la vuelta de la esquina por el miedo a lo desconocido, expuesto desde la primera escena con la caída de la nieve. Junto a la fotografía de Gastón Girod y la banda sonora de Federico Jusid, la imagen añade un tono reflexivo y contemplativo que va muy acorde al mensaje que quería presentar el autor.
Ni uno más
A pesar de lo antes mencionado, la invasión alienígena es en realidad una metáfora del control político, la represión de la dictadura de Videla y la resistencia democrática entendida como trabajo en equipo. Así, queda en claro que el cambio que necesita una sociedad no viene de un mesías o un líder solitario, sino del pueblo y la voluntad de unión entre todos los individuos. La supervivencia no depende del más fuerte, sino del más solidario. Y en estos tiempos donde el individualismo rampante se ha vuelto la norma, es casi una necesidad recalcarlo porque así ha subsistido la humanidad.
Ahora bien, como todas las series actuales que utilizan el formato de mini películas de una hora, en el afán de querer abarcar lo más posible del cómic, es inevitable que El Eternauta meta escenas de relleno y arrastre el ritmo para cumplir con la cuota. Aun así, no molesta porque Stagnaro se asegura de que siempre haya algo sucediendo en pantalla, que las conversaciones sean interesantes y que nunca baje la tensión. Es más, pese a las metáforas antes mencionadas, la parte de los extraterrestres no es descuidada, tanto el diseño como las abducciones causan suspenso, y junto a la creciente paranoia causada por la desesperación de la gente y la posterior entrada del ejército, genera expectativas a considerar con el siguiente capítulo.
Por supuesto, una adaptación de esta magnitud no podía dejar afuera al actor argentino más conocido del mundo, y Ricardo Darín cumple con creces en el rol protagonista. No sólo el compromiso es notable, sino que comprende el impacto cultural y asume el testimonio sobre el heroísmo colectivo que significa el personaje; tal vez luce muy viejo para interpretar a Juan Salvo, pero no hay nada que su profesionalismo no pueda resolver (la recreación del icónico traje es muy buena). El resto del reparto es más un complemento (quien más sobresale es Ariel Staltari como un personaje original que simboliza los ojos del espectador en el evento), pero el aporte de cada uno intensifica los conflictos íntimos, aporta textura emocional y refuerza la sensación de encierro, amenaza, fragilidad y angustia, pero también esperanza, resistencia y una profunda humanidad.
El temporalmente gran inconveniente
Pese a todas estas virtudes, El Eternauta tiene un grave defecto que causa que no pueda expandirse ni valorarse más: la serie no está terminada (al momento de escribir esta reseña). Aunado a que los últimos 2 episodios denotan una baja de ritmo e interés debido a la aparición prematura de un personaje clave, hubiera sido mejor lanzar todo de golpe, porque hasta hace poco, el riesgo de ser cancelada antes de su conclusión era plausible. La confirmación de su segunda temporada significa que lo que vendrá después puede tanto elevarla al estatus de clásico como condenarla al olvido. Y hasta que llegue la segunda mitad, no hay una conclusión general sobre esta historia.
Por esa razón aquí queda todo por ahora, pero de momento, es muy recomendable, sólo que será mejor esperar a que todo concluya para dar un análisis completo de este manifiesto emocional, político y cultural que vive en el ADN argentino.