El Intruso: La culpa es del Internet
¿En qué clase de mundo vivimos querido lector? Pues en la clase de mundo en el que un guionista como Dan Kay puede desarrollar una historia a partir de la frase “Papá está fallando el WI-FI“.
Así inicia El intruso, la más reciente película protagonizada por Pierce Brosnan. El ex-agente 007 interpreta a Mike Regan, un magnate de la aviación que cuenta entre sus filas con algunas de las mentes más brillantes en la industria aérea. Creador de una app que él mismo define como “un servicio UBER que sustituye a los taxis por aviones” y con una vida que parece resuelta al lado de su esposa Rose (Anna Friel) y su hija Kaitlyn (Stefanie Scott), Regan ve amenazado no solo el apacible entorno familiar, sino su emporio a causa de un hacker resentido, más por el hecho de ser rechazado por la familia que por haber sido despedido de la empresa sin que le dieran carta de recomendación. Y es que… ¿A quién se le ocurre acosar a la hija de 17 años de su jefe? Únicamente a un loco que puede llegar a obsesionarse con una chavita después de verla dos segundos en traje de baño sin que ésta le dirija una palabra; supongo que llegar virgen a los treinta provoca esas reacciones.
El intruso no da pie con bola como película de suspenso, intriga o acción. Carente de la más mínima lógica y originalidad, no funciona ni siquiera como vehículo para el lucimiento de un Pierce Brosnan que sigue los pasos de Nicolas Cage en lo que se refiere a la elección de proyectos mediocres y quien, además, luce avejentado en extremo para desilusión de sus más fervientes fans.
Como les decía, la pesadilla de Regan comienza cuando pide al hacker vaya a revisar el sistema de seguridad de la casa ¿No era más fácil y seguro contactar a la empresa que lo instaló? Les recuerdo que estamos hablando de un potentado al que solo le bastaría tronar los dedos para tener al mejor técnico del mundo en la puerta. Ok, aceptemos esa situación como parte de la premisa. Lo que sigue es aún más inverosímil. Querido lector, si a usted un tipo lo amenaza ¿Se quedaría de brazos cruzados limitándose a decirle a su hija con gesto compungido “mijita vete con cuidado”? ¡Por supuesto que no! Su humilde servidor contrataría a un chofer/karateca/guardaespaldas estilo Jason Statham en El transportador (2002), en fin que dinero es lo que sobra. Sin embargo, el señor Regan prefiere lloriquear y comerse las uñas, antes que recurrir a su poderío económico; mientras tanto el maloso se empeña en hacerle la vida de cuadritos con cuanta tropelía cibernética se le ocurre: hackea su correo, descompone su auto, se divierte bullyando en las redes a Kaitlyn, etc. Pero llorar como Magdalena no es exclusivo del reumático héroe, el villano también nos regala unos berrinches que harían palidecer al mismísimo Kylo Ren. Patetismo al cubo rayando en la pena ajena.
Tras cuarenta minutos aburridos, soporíferos y carentes de emoción, el director John Moore (Max Payne, Duro de matar: Un buen día para morir, El vuelo del Fénix) mete el acelerador intentando despertarnos del letargo provocado por él mismo. Por desgracia, el cambio de ritmo no es suficiente para justificar los hechos absurdos de la primera mitad y la aparición de un irreconocible y desaprovechado Michael Nyqvist (Millenium), tampoco brinda la esperanza de mínimo ver un final aceptable.
Habrá quien diga que estamos ante una metáfora sobre los riesgos de vivir amparados por las aplicaciones tecnológicas, para quien escribe esto, es simple y llanamente puro cine de evasión.
La opinión que cuenta es la de usted.
2 Comments
alguien me podria decir como se llama la empresa y la oraganización de Mike Regan
gracias…