El Lugar Más Pequeño, espejo latinoamericano

Aparentemente, la traumática historia de los pueblos latinoamericanos está destinada a repetirse. La historia de sometimiento y abuso hacia “el pueblo” ha sido una constante en esta parte del mundo, siempre contrapunteada por una población que buscan el progreso para su gente, y apuntalada por mártires dispuestos a dar su vida por lo que consideran la causa más noble: la libertad. Libertad de pensamiento, de opinión y elección. Ferviente oponente de la idea que todos los latinoamericanos somos “hermanos” y del sueño bolivariano, creo que continuamos siendo una masa amorfa política y económicamente en la medida que, independientemente de lo progresistas que podamos ser, continuamos aferrándonos a viejos estándares que sabemos inútiles y en el peor de los casos ni siquiera aplican a culturas con tantos matices como la de América Latina.

Todos los días leo emocionado en periódicos, redes sociales y sitios Web que todos tenemos una opinión sobre asuntos políticos, asimismo veo con asombro cómo los viejos vicios y corrupción herencia de los conquistadores españoles ha logrado evolucionar hábilmente hasta convertirse una “cultura todo terreno”, que vende un paternalismo gubernamental y sometimiento como promesa de progreso y esperanza.

Por otra parte existe una joven generación de politólogos, políticos, sociólogos y entusiastas en general que pujan desde su trinchera por un cambio en las reglas del juego. Sin embargo, la emoción dura poco al comparar su brillante inteligencia e ideas innovadoras con su asombrosa ignorancia del pasado, y pesa ver cómo su discurso se asemeja a un sacerdote dando sermón desde un púlpito, elevado sobre sus feligreses con ideas basadas en investigación bibliográfica y sin experiencia alguna en investigación de campo, limitados al mundo de las ideas.

Como pueblos acéfalos somos fácilmente maleables ante cualquier idea que nos parezca liberadora, y como huérfanos nos entregamos a cualquier promesa de felicidad siempre dispuestos al sacrificio, amamos la idea de convertirnos en héroes.

El Lugar Más Pequeño es un documental que bien puede ejemplificar el origen de muchos movimientos independentistas en América. Cinquera es un municipio que se localiza en El Salvador, su paisaje bien podría representar un pedazo de cielo en la tierra, la humedad de su tierra casi puede palparse a través de la pantalla mediante imágenes de extraordinaria belleza que logra capturar la realizadora mexicana Tatiana Huezo (El Ombligo del Mundo, 2001), sepultado por espesos bancos de niebla al amanecer y poblado por personajes en cuyo rostro de adivina la historia de batallas frustradas y el dolor de la pérdida de seres queridos.

Engañoso en un principio, (si no se acude con antecedentes, como fue mi caso) el inicio del documental pareciera un ejercicio de descubrimiento sobre este apacible pueblo en donde el tiempo parece deterse, los puntos de conexión con el público son muchos y diversos, el acento de los narradores, la belleza de la tierra, la historia posteriormente contada es fácilmente identificable como (también) mexicana.

La introducción suena a viejas leyendas barrocas sobre la conquista, saben a “la llorona“, a día de muertos en Michoacán. Sin embargo, y casi sin darnos cuenta, la narración se vuelve dolorosa describiendo con precisión quirúrgica el levantamiento de un pueblo que sería el inicio de la guerrilla salvadoreña de 1979. Como todas las historias de este lado del mundo todos los actores están ahí, el religioso visionario, los jóvenes hambrientos de cambio y progreso, y los padres de esos improvisados mártires cuya función principal es ser testigos de los horrores de una guerra perdida desde su origen.

Pero El Lugar Más Pequeño también es testimonio vivo de un pueblo, el americano, que se sostiene a pesar de su derrota, que se reconoce a pesar de su forzado mestizaje y se alienta a pesar de su destino.

Una buena oportunidad para admirar un género no muy popular entre el público acostumbrado a blockbusters y sobreestimulantes efectos 3D, un momento de reflexión y buen cine y un gran ejercicio estético y documental de Tatiana Huezo.

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