El Pájaro Loco: Más nostalgia en forma de película
Llámenme anticuada, pero nunca he sido muy fan de las películas infantiles que mezclan live action con animación (Los Pitufos, Garfield, Alvin y las ardillas, se me vienen a la mente en primera instancia), pues siento que se pierde en parte esa fantasía de la que éramos testigos en la serie animada (habrá sus contadas excepciones, claro), al no ser capaces de crear un entorno lo suficientemente creíble como para envolverme dentro de la historia.
El Pájaro Loco (Woody Woodpecker – Woody el pájaro carpintero, en su idioma original) fue una serie animada con un palpable éxito que incluso le consiguió una estrella de la fama en el paseo de Hollywood. Creado por Walter Lantz y diseñado en su primera aparición por el dibujando Ben Hardaway (Bugs Bunny, el Pato Lucas), este personaje se caracterizó siempre por su particular risa que acompañaba su alocada y traviesa personalidad.
Si bien, su éxito hoy en día podría parecer un tanto olvidado, eso no fue impedimento para que se explotara la idea de hacer una película sobre este peculiar dibujo animado. Pues bien, la cinta es una comedia familiar que involucra a Lance Walters (Timothy Omundson), un abogado divorciado que tras su despido laboral, pasará una temporada con su hijo (Graham Verchere) y su nueva novia (Thaila Ayala) en un bosque situado en las montañas mientras construye una casa de ensueño. Ahí se encontrará con el “extinto” pájaro carpintero, con el que empezará una guerra para ganar el territorio.
Debo admitir que la historia me pareció más entretenida de lo que esperaba; aún así, la falta de empatía con el público era más que evidente. Los clichés no se hicieron esperar desde el minuto 1, presentando a un padre divorciado que ve muy poco a su hijo y que por vueltas del destino se ve obligado a pasar tiempo con él (madrastra decerebrada incluida)… ya se imaginan el final, ¿cierto? El pájaro carpintero y su inigualable carcajada tratan de simpatizar con una centena de chistes y ese sentido del humor tan desinhibido que lo representa, aunado a una serie de situaciones que se resuelven casi tan rápido como se presentan.
Dirigida por Alex Zamm, la película es tal cual un entretenimiento dominguero y para toda la familia, con contarles que en Estados Unidos ni siquiera se tomará la molestia de aparecer en los cines pues su estreno será directo para DVD el próximo 6 de febrero.
Me atrevo a decir que aquí la nostalgia juega un papel un tanto equivocado, pues ni la primicia sugiere algo tan atractivo para los adultos, ni mucho menos para los niños que muy seguramente desconocen la existencia de este personaje. Además, fui testigo de las pocas risas que se escuchaban en la audiencia (carcajadas adultas en un par de ocasiones), tal vez fue también esa falta de conexión con los más pequeños que no acababan de simpatizar con el protagonista, la que concluyó que dicho comportamiento fuera evidente en la sala.
Eso sí, me sentí niña de nuevo viendo esta casual aventura; no porque Woody me recordara a mi infancia, sino que después de mucho tiempo viví una película como hace mucho no lo había hecho: en domingo en la mañana, doblada al español y con bonito mensaje final familiar. Solo me faltaron los comerciales para sentirme en casa.