El Santo: Cinco películas para celebrar su natalicio

¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! En este momento, hace su arribo a este templo dedicado a lo mejor y porqué no, también a lo peor de la cinematografía mundial ¡Santo! ¡El enmascarado de plata! Obvio, solo en espíritu, pues, el célebre ídolo de los encordados ascendió a los cielos hace ya cuatro décadas, convirtiéndose en ese momento en leyenda. Le pese a quien le pese.

Es por ello que hoy, en lo que sería su cumpleaños 107, le cantamos las mañanitas y le rendimos un homenaje recordando 5 de sus obras maestras del humor involuntario.

 

Santo vs La invasión de los marcianos (Alfredo B. Crevenna, 1967)

El asunto va de unos marcianos que visitan la tierra haciendo escala en México, con el fin de advertir a los terrestres que, de insistir con nuestras guerritas, pruebas nucleares y demás actividades belicosas, se verán en la necesidad de aniquilarnos por el bien del universo, mismo discurso que en la clásica El día que la tierra se detuvo (1951). Presumiendo un desarrollo tecnológico que adelanta por cinco siglos a los primitivos terrícolas, los marcianos optan por demostrar al mundo su poderío desintegrando con un mentado ojo astral a los pobres mexicanos, a quienes han elegido por ser pacifistas ¡Si serán abusivos!

Cinta que plantea una infinidad de interrogantes sin respuesta:

  • ¿Por qué al inicio un marciano se teletransporta justo a la cancha de futbol llanero donde Santo da clases de lucha libre a unos niños?
  • ¿Por qué el marciano se enfrasca con Santo en un duelo de llaves y contra llaves pudiendo desintegrarlo con el ojo astral?
  • ¿Por qué los marcianos usan mallas y capa de luchador y se atreven a decir que Santo es un terrestre que viste extrañamente?
  • ¿Por qué desintegran a una veintena de personas y el periódico anuncia la desaparición de millares? ¿Por amarillismo?

El jefe marciano para no aterrorizar a los humanos propone a su tripulación usar la cámara transformadora, entran vestidos de luchadores y salen disfrazados de romanos. Por si fuera poco, rebautiza a todos con nombres de la mitología griega: Cronos, Hércules, Afrodita, etc. ¿Cómo pa qué?

Con el fin de estudiar a la especie humana, los marcianos después de viajar años luz tienen la grandiosa idea de llevarse a su planeta a un sui generis grupo de personas integrado por: una familia enajenada con el televisor, un par de industriales calenturientos, un padrecito de iglesia que no se roba las limosnas (el único caso digno de estudiarse) y un escritor de ciencia ficción. Por supuesto, una vez que han puesto a prueba la fortaleza sobrehumana de El Santo, (católico, apostólico, omnipotente y mesiánico ídolo del cuadrilátero), intentan llevárselo para analizar su cerebro y huesos y, en base a ello, crear un super ejército galáctico. En lo dicho, Capitán América nos la pela.

Mi momento favorito es cuando las buenonas y cachondas marcianitas encabezadas por Maura Monti, bailan A go-go presumiendo piernón de campeonato mundial ¡Así hasta yo me dejo abducir!

 

Santo VS Las lobas (Jaime Jiménez Pons y Rubén Galindo, 1972)

Una rubia deambula en la noche por un antiguo edificio, ahí es sorprendida por un grupo de hombres y mujeres que al parecer llevan una buena cantidad de meses sin afeitarse. Una de esas féminas lobas anuncia la llegada de la primera luna que significa el fin de los seres humanos. Acto seguido y por lo que -medio- se puede entender, hay un intercambio corpóreo entre la joven y la vieja peluda. Nada que no hayamos visto en otras películas del plateado en las que las reencarnaciones y los resucitados están a la orden del día.

¿Y a quién acudir en estos casos? Por supuesto que al hombre cuya máscara está del lado de la justicia ¡Santo! ¡El enmascarado de plata! Esta vez acompañado de su apoderado el pelón Carlitos Suárez.

Mujeres lobos que se convierten en monstruos colmilludos con mucho pelo en la cara, pero con unos cuerpazos de antología (sin vello, claro está). Pueblerinos que, asustados por los eventos sobrenaturales recientes, se desquitan con Santo y Carlitos sin deberla ni temerla. Muchachonas acudiendo a velorios en minifaldas de miedo. Un tal Dr. César Harker (Rodolfo de Anda disfrazado de burócrata), cuyo apellido remite al personaje principal de la novela Drácula de Bram Stoker; porque cabe resaltar que los guionistas ignorantes de los orígenes del hombre lobo, no se complican y nos presentan a estas criaturas como si fueran vampiros provenientes de Transilvania, cuyo líder (Jorge Russek) duerme en un ataúd. Baile para el lucimiento de Carlitos, que termina en pleito de vecindad cuando los invitados se transforman en lobos, para luego recobrar su forma humana gracias a unas disolvencias más añejas que las de The wolfman (1941).

Spoiler: Desenlace con filtro en rojo en el que apenas se distinguen las siluetas del héroe y el villano, inaugurando lo que podríamos denominar el género jaloneo-corretiza-western.

 

Anónimo mortal (Aldo Monti, 1972)

“Ha llegado su turno de morir, usted mismo se condenó”.

Así versa el enigmático anónimo que varios empresarios extranjeros de reputación intachable han recibido. Tras el asesinato de dos de ellos, el tercero busca la ayuda de la única persona que -a su decir- puede salvarlo: El Santo.

Santo en compañía de sus chistoretes asistentes Pablo (Gregorio Cazals) e Ivette (Tere Velázquez), cual si fueran el equipo de Misión Imposible investigan la conexión entre los asesinatos, sin embargo, no pueden evitar la muerte del tercer amenazado. Pablo descubre que las víctimas son alemanes que testificaron en contra de un líder nazi después de la Segunda Guerra Mundial, por lo que ahora el partido de la cruz gamada busca venganza.

Intento de cine de espionaje con guion de Carlos Enrique Taboada, quien se toma tan en serio el asunto que por momentos el espectador olvida que se trata de una cinta de luchadores y es que, a diferencia de otras aventuras en donde los villanos pertenecen a organizaciones terroristas ficticias, en Anónimo mortal, se habla -aunque sea de forma escueta y muy elemental- del renacimiento del nazismo en los países latinoamericanos, tema poco recurrente en el cine mexicano.

la última media hora, Taboada y Monti se alivianan un poco y recuperan la esencia del héroe, enfrentándolo a un cuarteto de nazis chaparros y morenos que no dan pie con bola y a los que basta darles un par de cachetadas para que se aquieten. Música emocionante para acompañar la persecución del malo dentro de un bunker. Cazals también empleando los puños. Y lo mejor, las curvilíneas Sasha Montenegro y Tere Velázquez corriendo de un lado a otro.

Final en el que Taboada vuelve a remitirse a las clases de historia universal, solo que, en su versión, el líder nazi no opta por suicidarse ante la inminente derrota frente al ejército rojo, sino por el miedo a un mexicano con máscara plateada.

 

Santo VS La hija de Frankenstein (Miguel M. Delgado, 1972)

Según lo develado en el prólogo de tan ilustre producción, la Dra. Freda Frankenstein (Gina Romand, ahora elevada a primera actriz no por histrionismo si no por chochez), el enmascarado de plata, tiene un componente en la sangre que hace que su piel se regenere en cuestión de segundos. Al ser cuestionada por el Dr. Yanko (Roberto Cañedo con tinte de Garnier), acerca de la veracidad de esa hipótesis, la Dra. Freda asegura que ella misma ha creado una fórmula para mantenerse joven con la sangre de El Santo, la cual obtuvo cuando después de una lucha aprovechó para limpiarle la nariz ensangrentada con un pañuelo. Como esta “brillante” explicación, nos encontramos con otras tantas que pretenden darle a la cinta un carácter de pseudo ciencia ficción más que de horror, fallando en ese cometido, pero logrando exquisitos momentos humorísticos que serían la envidia de Viruta y Capulina.

Aventura cuyo guion de Fernando Osés, se resume a varias corretizas. Corretiza de los esbirros de la Dra. Frankenstein para atrapar a la novia de El Santo (la sexy piernuda Anel Noreña) y obligarlo a ir a buscarla al laboratorio con aparatos de foquitos, en donde recluido en una celda, se encuentra Ursus- vaya a usted a saber por qué en algunas escenas lo llaman Truxon- una suerte de monstruo de Frankenstein, cruza de hombre panzón con gorila, con quien El Santo se aventará un tiro que promete mucho pero que, no pasa de una serie de empujones. Mi gran reclamo hacia estas películas consiste en que El Santo, quien se presume tiene una extensa gama de recursos luchísticos se limita a repartir cachetadas guajoloteras, guardándose los topes suicidas y las patadas voladoras para el ring.

Cine de diálogos reiterativos, situaciones y lugares comunes: novia secuestrada, emboscada en paraje solitario, experimentos para revivir muertos, lucha de campeonato para cerrar con broche de oro, galanteos cursi-sangrones (“No tengas miedo, los coyotes solo atacan a otras manadas, no a las muchachas guapas”), gore patrocinado por pinturas Vínci, y el infumable organito de Gustavo Carrión.

 

Santo vs El espectro del estrangulador (René Cardona, 1963)

El supuesto cadáver de un criminal conocido como El estrangulador es sustraído de la morgue, todo apunta a que el susodicho como versa la canción “no andaba muerto” y gracias a su fortachón ayudante, planea volver a hacer lo que más le gusta: asesinar a los artistas del Teatro Variedades (con semejantes números musicales le doy la razón). Sin embargo, sus siniestros propósitos se verán frustrados gracias a Santo, el enmascarado de plata.

Tercera parte de un serial de incoherente guion, que no se toma muchas molestias y plagia descaradamente la trama de Museo de cera (1953), con Roberto Cañedo como un pálido Vincent Price de risa nada macabra, pero si muy contagiosa y, Gerardo “El chiquilín” Zepeda haciendo sus pininos en la actuación como lo hiciera Charles Bronson en el citado clásico de André de Toth.

Aventura de recursos técnicos y narrativos paupérrimos; carente del encanto propio del cine de luchadores, sobre todo porque cada tres minutos se interrumpe la trama principal para insertar números musicales (¡De verdadero horror!) interpretados por Alberto Vázquez y Ofelia Montesco. Es así como, el asesino disfrazado del fantasma de la ópera va matando gente para luego desenterrar sus cuerpos y crear su museo de cera dándose un tiempo para tocar de forma fatal el órgano, mientras el Santo saca unas deducciones que le revolverían el estómago a Sherlock Holmes. Pese a todo cuenta con un par de escenas chistosonas.

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Acerca del autor

Flaco Cachubi     blogcinefantastico.blogspot.mx/

Amante del séptimo arte desde que tiene memoria o lo que es lo mismo desde que vio Superman. Sus géneros favoritos son el horror, la fantasía y la ciencia ficción. Ferviente admirador de Hitchcock y asiduo lector de Stephen King. El cine de luchadores, su máximo placer culposo. Se describe a sí mismo como un ser viviente que cultiva su mente, para ser un cadáver muy culto.


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