El simple arte de reír con La Casa de las Flores
No se confunda, La Casa de las Flores no es una serie, dista mucho de ser transgresora o innovadora en cuanto a los contenidos de Netflix se refiere y tampoco es aquello que todos estábamos esperando de esta plataforma; mucho menos se trata de un pretexto para que la Vero Castro tenga lanita porque se le anda acabando o para darle chamba a su director, Manolo Caro. No.
La Casa de las Flores es, en esencia (la más pura), una telenovela. Sí, de esas que hace más de una década eran la sensación en la televisión. La diferencia es que se presenta en un formato mucho más fácil de digerir, sin censura y con la calidad que aporta grabar para este gran monstruo.
Desde la premisa de sus trailers, jamás se pretendió otra cosa que no fuera la risa fácil, el pensamiento libre, la soltura de cuerpo, la nostalgia noventera y ese sentimiento de sorpresa de poder volver a ver a una de las reinas del género telenovelero. Hay algo de Alomdóvar y de Esposas Desesperadas, pero adaptado a nuestros tiempos y a nuestra realidad como mexicanos.
El mostrar las “desgracias” de una familia sumamente adinerada, es algo que a todos (los clasemedieros, simples mortales) nos gusta ver, nos une y hasta nos divierte, por algo somos mexicanos. Entonces imagínese que de la chistera de ella salen: una matriarca que fuma mota, Verónica Castro, un hijo gay o bisexual, Darío Yazbek una hija que se casó con un transexual, Cecilia Súarez y Paco León, un marido que puso el cuerno, y llevó una doble vida, Arturo Ríos, otra que se iba a casar con un negro, Aislín Dérbez y una amiga chismosa que no tiene desperdicio, Verónica Langer.
Créame, La Casa de las Flores es un churrazo, pero de esos sabrosos, con cajeta, chocolate o lo que a usted más le guste. Vamos, una verdadera gozada que no pretende absolutamente nada más que divertir, y en estos tiempos donde todos estamos tan contrariados, tan divididos y preocupados por lo que nos depara, es de agradecerse que alguien se preocupe por que la risa no muera.
Dice mi colega Vilma, que es para un público mediocre y mire, no sé si estoy de acuerdo en eso; considero que disto de ser parte de esa gente que se conforma con cualquier cosa; me encanta el buen cine, la buena lectura, usted sabe… pero ver la Casa de las Flores me encantó, me relajó, me dio para pensar (aunque no sea su objetivo) y sí, me piqué.
Si no la ha visto ya le spoilee algunas cosas, ni modo. Pero créame, la Vero está extraordinaria, como usted y yo nunca la habíamos visto. Ceci Suárez es una maravilla que incluso puede parecerle que se lleva a todos de calle. ¿Qué me dice de mi adorado Paco León? Está tremendo y hasta de mujer se ve divino… solo coincido en que Aislín está forzada, no me gustó su papel, me pareció por mucho el más flojo y ahí, decae el guion.
Los travestis del cabaret, la música que forma parte de la hilaridad de todas las situaciones que se presentan; cantar Doctor Psiquiatra o Amor Prohibido es un homenaje a aquello que fuimos pero ya nos da vergüenza reconocer, a la chabacanería, el placer de lo popular que lo mismo nos provoca Juanga o Amanda Miguel, Yuri o la Pau Rubio. A ver, dígame que no es cierto.
Un acierto más que tuvieron fue aprovechar el éxito de Luis Miguel, la serie. Hacerse con algunos de los actores que participaron en ella y sacarles mucho jugo.
Se lo digo de cora, ríase, de veras, dejemos de pensar tanto, de analizarlo todo, de no bailar una cumbia porque nos gusta el rock o porque “eso es de nacos”… anímese, véala y luego me cuenta cómo le fue.
Hasta pronto.
1 Comment
Totalmente de acuerdo, La casa de las flores es por demás una nueva faceta de telenovela mexicana, que trae consigo el ansiado regreso de la primera actriz Verónica Castro, sus personajes de todo tipo y el hecho de tocar temas tabú que nunca antes se habían dado a conocer con tanta simpleza y picardía sin igual.