EL TÍO: Interminable y pesadillezca Navidad.
Pensar en las películas que ostentan los bucles de tiempo como eje principal casi siempre nos remiten al género fantástico y a la inevitabilidad como sus características primordiales: los intérpretes suelen estar atrapados en circunstancias inverosímiles que no provocaron y de las cuáles no saben cómo salir, y la repetitividad del argumento se vuelve factor fundamental para que el público vaya dilucidando por dónde estará la vía de fuga. Podemos recordar con facilidad algunas dignas representantes de este tópico, como son ‘Groundhog day’ (1993), ‘Los Cronocrímenes’ (2007) o ‘Coherence’ (2013), por mencionar unas cuántas.
Sin embargo, hoy tenemos en pantalla grande la posibilidad de encontrar una cinta en la que también se recicla un evento, pero por razones completamente distintas a las antes citadas. ‘El Tío’ (cuyo nombre original es ‘Stric’) tiene como protagonista a una familia conformada por la madre (Ivana Roscic), el padre (Goran Bogdan) y un hijo (Roko Sikavica), que están por recibir al tío (Miki Manojlovic) proveniente de Alemania, para celebrar juntos las festividades decembrinas. Aunque debería ser una expectativa alegre, se les ve preocupados y asustados cuando dicho tío al fin llega. Pronto descubriremos, después de una serie de errores que existen durante esta reunión, que los integrantes se verán obligados a repetir la cena, con idénticos elementos… ya que de no lograr la perfección, los resultados serían fatales.
Como puede adivinarse desde la sinopsis, lo idóneo para disfrutar de ‘El Tío’ es entrar a ella sabiendo lo menos posible de su hechura. Sus directores, los croatas David Kapac y Andrija Mardesic, han definido como sus inspiraciones para esta, su ópera prima, a los thrillers psicológicos que han marcado época, como los realizados por el austriaco Michael Haneke o el griego Yorgos Lanthimos. Es con esta estructura en mente que construyen la atmósfera inmejorable de un hogar que ya no es confortable o armonioso: se convierte en una suerte de escenario claustrofóbico ambientado en los 80’s, década que conjeturamos gracias a los vestuarios y sus colores, la radio que escuchan, y una videocasetera que se muestra como el artilugio más novedoso de la casa.
La cinematografía de Milos Jacimovic tiene la habilidad de mantener a la audiencia en un constante ensombrecimiento, que empata con las emociones manifestadas por los personajes: ira, temor, desprecio y desesperación, todo con las luces no tan brillantes de un arbolito navideño en el fondo. Vale la pena resaltar el score creado por Miro Manojlovic, que surge en varios momentos silenciosos para tensar la ya desbordada incomodidad, al mismo tiempo que anuncia terrores por venir.
Otro de los grandes aciertos de ‘El Tío’ radica en las actuaciones. Lo llevado a cabo por Ivana Roscic es vital, ya que es en apariencia el papel más apremiado por lo que está sucediendo, y a quien se le nota más ávida de alcanzar la excelencia para obtener la libertad y sacar a ella y a los suyos del horror. Destaca igualmente lo desempeñado por Roko Sikavica, que en ocasiones se vuelve en contra de lo exigido y carga en su proceder rebelde potenciales desastrosas consecuencias. Por supuesto, el más destacado en este grupo de histriones es Miki Manojlovic (colaborador reconocido de Emir Kusturica), que transmite en la frialdad de sus palabras y acciones una sensación de desasosiego para el espectador. No somos capaces de descifrar cuáles son sus motivos verdaderos ni cuál sería su máxima satisfacción. Lo observamos aprensivos pedir y decidir, sin saber cuál será su siguiente movimiento.
Exhibida en más de 40 festivales de cine, entre los cuáles sobresalen Sitges y Fantastic Feast, ‘El Tío’ es capaz de cautivar a su auditorio tal como a los individuos de su trama: se permite conjuntar escenas sexuales, grotescas, violentas y desconcertantes para generar preguntas de quienes miran, que además no está interesada en responder ni clarificar demasiado. Al final, deja un cuestionamiento que se va entretejiendo en nuestra psique cual tela de araña: ¿Cuántas veces y a costa de qué estaríamos dispuestos a replicar una situación antes perder la cordura?