Emilia Pérez: La pendejada que degradó a Hollywood
Había tratado de mantenerme al margen de la polémica, o quizá simplemente pensé que no valía la pena hablar de semejante estupidez, pero tras el circo mediático de Jacques Audiard, Karla Sofía Gascón, los Oscar y ciertos críticos que venden su culo por un bote de palomitas, he decidido externar mi opinión acerca de no solo la peor película del 2024, sino una de las peores pretensiones fílmicas de lo que va del siglo, un ejercicio audio visual con la calidad artística, narrativa y actoral de un telenovela producida por Univisión, y que gracias a su agenda sociopolítica, fandoms tóxicos y recientes tomas de protesta en Estados Unidos, se ha posicionado como la perfecta arma hollywoodense para crear morbo, rating, establecer un manifiesto de protesta y por supuesto, degradar el cine.
Ni Kubrick, ni Fellini, ni Truffaut, ni Lynch, ni Bergman tuvieron juntos tantas nominaciones como Jacques Audiard y su Emilia Pérez, y este patético fenómeno va más allá del quehacer fílmico, convirtiéndose en el clímax de la ignorancia en cuanto a la apreciación artística, las máximas consecuencias de un público que cree que el cine se inventó con su suscripción al Netflix y también causa de aquellos sinvergüenzas “opinólogos” que, saliéndose a la mitad de una función (o varias durante el Festival de Morelia), creen que pueden emitir una “crítica” en un Tik Tok o reel para recomendar o no una película (si, te hablo ti Ibarreche). O Derbez, que se cree con el poder de criticar el inadecuado acento de Selena Gómez cuando nos ha llenado de sus vulgares sketches, albures e hijos que se creen actores durante todos estos años, una pequeña mafia del cine mexicano (incluido Cinepolis) que sigue soportada por gente que gusta de sus películas, así como de Emilia Pérez.
Si, el fenómeno de Emilia Pérez se compone de toda esta mierda, o de ti (si te queda el saco), que hablas de esta película sin conocer una previa película de Audiard, o que tu bagaje se resume en telenovelas turcas, coreanas y mexicanas y del Juego del Calamar. O de Álvaro Cueva, símbolo de la prostitución crítica en México. El cine, un quehacer artístico con más de 100 años de historia, llora por que en tu ignorancia cultural no eres capaz de distinguir entre tu gusto y la calidad, pensando que el primero dicta el segundo, y no reconociendo que te puede gustar la mierda, pero no por eso tragarla es buena.
Causa y consecuencia, Emilia Pérez es el resultado de todo este contexto social, de uno de los promedios de lectura más bajos a nivel mundial (México se ubica en el lugar 107 de 108 países en el índice de lectura de la UNESCO), del mayor rating televisivo en la historia de México con “La Casa de los Famosos”, de la mayor lectoría de una publicación comercial con la revista “Tv y Novelas”. Si, Emilia Pérez es hasta cierto punto, normal.
Ahora ¿En verdad Emilia Pérez es tan mala? ¿Por qué lo es? La falta de bagaje cultural de Audiard es solo la punta del iceberg, así como también el acento de Selena Gómez es la excusa más idiota para criticar a la película (al menos ella sabe cantar). Tanto Selena, como Karla, como Zoe deben sus malos desempeños no solo a una pésima dirección y la escritura – composición de los números musicales más arrítmicos, incómodos y pendejos en la historia del cine (por cierto ¿tu has visto más de 3 películas musicales en tu vida?), sino principalmente a un guion que parece haber sido escrito por chimpancés que no alcanzan el nivel de comprensión de la “lógica” ¿Usted conoce qué es “la lógica interna”?
Emilia Pérez no solo carece de toda lógica interna en todo momento (la contratación de una desconocida abogada por parte del traficante más asesino y peligroso de México, el regreso del traficante dadas las previas motivaciones, el cambio por arte de magia, sin estructura narrativa y solo por el hecho de ser transexual, de asesino a la mayor activista del país en cuanto a la búsqueda de desaparecidos que él mismo desapareció como hombre, la incapacidad de reconocimiento de parte de su esposa dadas no solo las condiciones físicas tan evidentes, sino también el desconocido bagaje familiar del esposo traficante y las acciones de la misma abogada para traerlos de vuelta, solo por mencionar los principales), sino también del mero e instintivo “sentido común”, y es que ninguno de los personajes durante todo el metraje actúa o piensa de manera razonable, dedicándose a hacer acciones estúpidas de manera constante y progresiva, y que al final encausan a la trama hacía situaciones fuera de toda lógica y que solo sirven a la dirección para sacarse del culo secuencias de acción o dramatizaciones bochornosas que ni si quieran pueden ladrar adjetivos, dichos, majaderías o palabras que formen parte de la jerga mexicana común.
La calidad fílmica no es resultado de la irresponsabilidad social con la que Jacques Audiard y Emilia Pérez retratan el tema del narcotráfico y las desapariciones en México, y es independiente al hecho de que cada escena, plano y diálogo entre personajes es vergonzoso, difícil de ver y/o accidentalmente humorística, semi paródica, y en donde los pobres actores son tan solo instrumentos de un libreto paupérrimo que ofende a la propia labor de escribir un guion, desde aquel que está nominado a dicho rubro en los Oscar junto a esta aberración, hasta el estudiante de cine que peligrosamente podría tomar el camino de escribir estar sarta de idioteces por perseguir más el favor de un público ignorante que la calidad fílmica.
La falta de auto crítica y casi demencial pérdida de la realidad de gente como Audiard y Karla Sofía Gascón es tan cínica como deprimente. Por un lado, estamos ante un director que ha dirigido verdaderas joyas del cine, elementos de comparación obvia para distinguir entre la calidad y la mierda mediática que acaba de ejecutar con la mínima precisión visual que se le requiere a una persona de su nivel artístico. Por su parte, Karla Sofía Gascón debe darse cuenta que solo es nominada al Oscar por ser transexual, y no por su calidad actoral, la cuál es mínima, básica, y que incluso es mucho menor que su desempeño cómico como el Peter de Cholula en “Nosotros los Nobles”.
De la fotografía, poco faltó para que de nuevo Audiard pusiera a México en su característico color “sepia”, pero quizá este sea el único elemento que ayude a distinguir a Emilia Pérez como una “película” y no como un capítulo de “La Rosa de Guadalupe”, y es que la posición, el movimiento de cámara y la elección de tan básicos planos y transiciones, así como la repetitiva elección de manifestar todo el melodrama entre los protagonistas en un cuarto de set de Televisa, hacen de esta producción uno de los ejemplos visuales más burdos vistos en la cinematografía moderna
Y el efecto, ese maldito efecto en el que piensas que todo esto debería de acabar, responde a un pésimo ritmo en su narración que solo da vueltas sobre un mismo eje dramático y nunca profundiza más allá de la introducción de sus personajes.
De ganar Emilia Pérez el Oscar a mejor película de habla no inglesa o incluso Mejor Película, no solo sería un hecho histórico vergonzoso para la cinematografía, sino que Audiard tendría en su currículo a la peor ganadora de dicho premio (que si es un logro, teniendo cosas como CODA recientemente), sino también sería la muerte de la credibilidad de Hollywood, de sus votantes, de sus gremios. Más que un peligro para el juicio o el criterio futuro para medir la calidad fílmica, Emilia Pérez quizá sea solo una mierda más, pero una muy ruidosa y con agendas sociales muy definidas. Por el bien de todos, esperemos que lo sea, que Emilia Pérez sea otra de esas moditas de mierda que te gustan tanto y que se olvidan en tres meses