Familia de Medianoche: Superhéroes mexicanos
La noche ha caído sobre la ciudad, y los transeúntes se dirigen a sus respectivos hogares para terminar así su día. En medio de un tumultuoso y pesado tráfico,una ambulancia salta del carril de alta al carril de uso exclusivo del metrobús a una velocidad que supera el límite permitido; el estruendo de las sirenas ahoga por completo el sonido del claxon de los carros continuos, mientras que por la torreta de la ambulancia suena la voz de un hombre pidiendo a los autos de alrededor que los dejen pasar con una frase demoledora: “Avance, avance, podría ser tu familiar al que llevemos aquí ahora.”
Mientras tanto, dentro de la ambulancia como piezas del mejor reloj suizo, los cinco integrantes de la familia Ochoa hacen todo lo que pueden por salvar a una chica que acaba de caer de cuatro pisos de altura (aprox. 10 metros); detrás del volante está Alexis, un joven de 16 años que con gran habilidad sortea el pesado tráfico de una las ciudades con la peor movilidad del mundo y con uno de los tráficos en horas pico más difíciles, aún así a sus 16 es la cabecilla que mueve a todos. De copiloto está Juan Ochoa, el padre de Alexis y voz que gracias a la torreta, la gente de alrededor escucha cómo quita a las estorbosas motocicletas de su paso, haciéndose oír a pesar del estruendo de la sirena. A su lado se encuentra una señora de mediana edad, madre de la chica accidentada y que su rostro refleja el pánico qué hay en su interior; finalmente en la parte de atrás de la ambulancia se encuentran otros dos paramédicos que hacen todo lo que está en sus manos para mantener con vida a la chica. Al final llegan al hospital y la parte más difícil para la familia Ochoa, cobrar sus servicios a la familia de la chica accidentada a pesar de que no sobrevivió a la caída. La adrenalina de esta secuencia ya la quisiera toda la saga de rápidos y furiosos. Que con solo una cámara donde vemos al piloto de la ambulancia, a su copiloto y con una buena mezcla de sonido, te mantienen en suspenso y con el alma pendiendo de un hilo.
Y es que la familia Ochoa opera una ambulancia privada, ya que en la Ciudad de México por parte del gobierno, solo se encuentran en operación alrededor de 45 vehículos para una población de 9 millones de personas, que por muchas cuentas que quieras sacar, no alcanza ni para cubrir el 5% de la población, y es por eso que existe una gran red de ambulancias que operan de forma privada.
Después de su paso por festivales de cine como, Sundance, Morelia, FICG (Guadalajara), etc, el documental dirigido por el estadounidense Luke Lorentzen llega a las salas de cine. Lo que en un primer borrador se iba a enfocar en lo qué hay detrás del servicio de transporte público de la CDMX, mutó cuando el director conoció a la singular familia Ochoa y el trabajo/servicio que ellos hacen, pues con lo terrible en los datos de solo haber 45 ambulancias “públicas” al servicio del gobierno, no hay mejor primicia que dicha problemática.
Así Lorentzen hace un documental puro donde deja que las acciones de sus personajes fluya con las decisiones que ellos toman al momento, sin hacer preguntas, sin ningún tipo de entrevista, solo él con su cámara retratando noche a noche el trabajo de la familia Ochoa, y el espectador siendo otro pasajero más dentro de la ambulancia y con una CDMX como otro personaje más dentro de la historia. Pero si pensabas que el enemigo número uno para la ambulancia es el pesado tráfico de una urbe muy transitada, estas equivocado, ya que son las mismas personas las que ponen trabas al trabajo de los Ochoa; lejos de motociclistas inconscientes, al ellos brindar un servicio todavía no regulado como el de una ambulancia privada, se atienen a las inclemencias de la policía, que como México mágico por un documento o papel que no tengan no los dejan trabajar esa noche, hasta que se cumpla con la documentación o con su respectiva mordida al o a los policías.
Uno de los personajes más entrañables es Josué Ochoa, un niño de no más de 11 años que noche a noche acompaña a su hermano y a su padre. Constantemente se hace mención de que el niño debería de estar en la escuela, pero gracias a la precariedad en la que viven y lo extenuante de su trabajo, no tienen tiempo para llevarlo, viéndolo como juega a la pelota afuera de un hospital, mientras su padre y su hermano ingresan al herido en turno.
Los Ochoa viven al día, como cualquier otra familia mexicana, donde hay noches buenas en las que los familiares de los heridos que atendieron si acceden a pagarles, y otras donde tienen que empujar la ambulancia a una gasolinera para poder llenar el tanque, aún así, cuando les llega el “pitazo” y literal juegan a las carreritas contra otra ambulancia particular, para que el que llegue primero es el que atiende al herido, el trabajo de estos héroes que a partir de esta película ya no son anónimos, es indispensable, y más en una ciudad como la CDMX, en donde solo ahí pueden pasar este tipo de historias.
Los Ochoa no solo tienen que sortear obstáculos como el tráfico, sino enfrentarse también a la corrupción y la mafia de la policía, que a pesar de que la película se grabó en el 2018, hoy en pleno 2020 y con una 4T incluida, esta mafia policíaca sigue todavía en las calles impidiendo el trabajo de estos héroes.