Ferrari: Con el motor trabado y las llantas gastadas
Siguiendo la línea de otras películas ambientadas en el mundo del automovilismo como “Rush”, “Ford v Ferrari” y la fallida “Lamborghini: The Man Behind the Legend”, esta vez Michael Mann se hace cargo de la vida del empresario Enzo Ferrari con altas expectativas, ya que este proyecto ha estado en el infierno del desarrollo por más de 20 años. Después de muchos cambios (entre los que se incluyen la muerte del guionista original Troy Kennedy Martin y el abandono de Christian Bale y Hugh Jackman para el rol protagónico), hay que decir que se esperaba mucho más, tomando en cuenta el historial del director y del reparto que lo acompaña.
La dirección se siente anticuada, oxidada, como si no haber hecho nada en 10 años le hubiera afectado. Por momentos Mann logra dar cierta estabilidad al relato para que el público siga con facilidad este episodio en la vida de Ferrari, pero la edición es torpe e irregular ya que los saltos entre escenas no son naturales, tarda mucho en seguir la progresión de su relato y esto provoca que se sienta lenta y plana.
Es comprensible el intento de fusionar la pasión del mundo deportivo con la exploración de las emociones y relaciones sombrías que oculta la vida privada del empresario (teniendo muchas ubicaciones e iluminación ambiental que quieren emular momentos de la trilogía de “El Padrino”), pero el problema es que no se profundiza en ninguna de las subtramas, como si el mismo guion tuviera miedo de no quiere endiosar a Ferrari como el genio revolucionario que fue, pero tampoco ahondar en su lado oscuro que abarca su nula experiencia en el ámbito económico y su conocida infidelidad. Como resultado, su vida es retratada con mucha tibieza, y aunque no se pierde el interés, tampoco hace algo extra para ganarlo.
Donde la cinta más resalta es en las carreras; la edición es más dinámica y precisa, el sonido es tan ensordecedor como envolvente y hay un buen dominio de la cámara que sitúa la acción entre los escenarios y la carrocería de los autos. Aquí se nota la experiencia del director y da gusto ver más de este tipo de secuencias emocionantes por la adrenalina mostrada. Incluso, el ritmo mejora mucho cada vez que aparecen y complementan mejor el mensaje de la historia (la importancia del legado de Ferrari). Lamentablemente, no todo es perfecto porque algunos de los efectos visuales se notan deficientes y por momentos te sacan de la inmersión. Sin embargo, la carrera final mejora mucho, y aunque no está a la altura de lo hecho por Howard y Mangold, ciertamente la acción alcanza una nota muy alta que Mann no reprime.
No hay mucho que recriminar al dúo protagónico, ambos hacen lo posible para sostener el conjunto pese al acento marcado en todo el reparto. Adam Driver trata de imponerse a la tibieza del guion y al maquillaje para ocasionalmente ofrecer una visión bastante amplia de Enzo en su faceta empresarial, matrimonial y paternal (destacando más esta última debido a la presencia del pequeño Giuseppe Festinese como Piero Lardi). Quien eleva la cinta es Penélope Cruz como una Laura Ferrari tan desolada como intimidante, pero hay que hacer notar que su participación levantará la ceja a varios, puesto que su rol es demasiado parecido a los de Emily Blunt, Vanessa Kirby, Cailee Spaeny y Carey Mulligan en “Oppenheimer”, “Napoleón”, “Priscilla” y “Maestro” respectivamente (¿acaso será la nueva moda de Hollywood?). Del reparto secundario no hay mucho que decir, está muy desdibujado y tampoco parecen tener claro su propósito más allá de sus apariciones espontáneas (por ejemplo, Shailene Woodley cumple a secas, pero Patrick Dempsey apenas tiene 2 líneas de diálogo).
Después del desastre que fueron “Napoleón” y “Maestro”, uno pensaría que centrarse sólo en una etapa clave de la vida sería mejor que intentar abarcar varios años de historia y apretujarlos en dos horas (y siendo justo, es muy superior a las cintas de Scott y Cooper), pero comete los mismos errores al no saber en qué quiere enfocarse, y por ende, no tiene claro cuál es su verdadero eje dramático. El talento de Mann tras las cámaras y la labor del reparto ayudan a que este retrato de la ruptura definitiva de un matrimonio no acabe estrellándose contra la pared, pero también deja con la sensación de que pudo haber sido mucho mejor. Muy mediocre y que a corto plazo quedará en el limbo como otra fallida carnada de Oscar.
Por cierto, Adam, este es tu segundo strike interpretando a un empresario italiano, uno más y probablemente Italia te declarará persona non grata.