Firebrand: La denuncia feminista contra Enrique VIII
Sin duda Enrique VIII no es solo una de las figuras más polémicas en la historia, sino también una de las más retratadas a nivel televisivo y fílmico. Asesino de esposas y narcisista por excelencia, su natural villanía, amenazante y carismática representación siempre ha sido una debilidad para los adaptadores, siendo ya interpretado por una veintena de actores dentro de los que destacan nombres como Charles Laughton, Robert Shaw, Jared Harris y Eric Bana.
Teniendo piezas maestras detrás de él (incluso ganadoras del Oscar), el director brasileño Karim Aïnouz tenía que buscar un distintivo para su nuevo retrato sobre este gran demonio en “Firebrand”, y aunque lo encuentra al centrar la perspectiva de la historia en su última esposa, Katherine Parr, irónicamente este discurso de denuncia feminista pierde relevancia ante la sombra del propio Rey Tudor, desdibujando la estructura de su protagonista femenina para permitir que de manera natural el monstruo emerja nuevamente para ser lo más memorable de la cinta.
“Firebrand” relata los últimos momentos de vida de Enrique VIII y su matrimonio con su sexta esposa, Katherine Parr, tutora de todos sus hijos, incluyendo la notoria próxima reinante, Isabel I. La “marca de fuego” que refiere en su título es precisamente el legado de Parr hacía con la reina virgen, y de como las acciones que llevó a cabo a espaldas de su esposo, defendiendo sus convicciones sociales y religiosas, calaron ideológicamente no solo en Isabel y sus hermanos, sino en el reino británico.
Pero ¿en realidad Parr fue tan relevante para la historia? Quizá, pero desgraciadamente ni Karim Aïnouz ni su par de guionistas tienen la sapiencia narrativa para demostrarlo en “Firebrand”, convirtiendo a la reina en un personaje muy gris que, si bien muestra las acciones por las que su vida corrió constante peligro, no así el trasfondo o la estructura que la llevaron a efectuarlas. Es así como sus convicciones e ideologías religiosas se desvanecen al no poner relevancia en el origen de estas, sino solo momentos que agrandan un misterioso hoyo argumental – histórico y que por ende pierden relevancia ante el antagonista (que a pesar de contar con menos de la mitad de tiempo en pantalla que ella, tanto su carácter, legado y preceptos quedan perfectamente establecidos).
Por ende, la marca de Isabel, aunque representativamente interesante, queda endeble en la narrativa, relegando incluso a su figura a solo un par de momentos presenciales (y a manera de narración) que, si bien dejan en claro el objetivo de su director, no se sienten tan relevantes o fuertes como claramente se pretendían.
A pesar de su fallo principal, “Firebrand” dista de ser una película débil, incluso llegando a ser muy entretenida. Esto se debe a dos factores; el primero dado por la propia naturaleza de thriller psicológico que comparten todas las cintas de corte inglés y de esta época, y que aquí particularmente es excelentemente desarrollada por su director, manteniendo la tensión de principio a fin alrededor del destino final de Parr gracias a sus acciones “infieles” y el abuso físico y psicológico a la que es sometida por Enrique VIII.
El segundo elemento que hace a “Firebrand” una buena experiencia fílmica – histórica (y si, es punto y aparte) es Jude Law, un actor que ha alcanzado la madurez histriónica – dramática necesaria para ponerse de codo a codo con las mejores interpretaciones alrededor de “Enrique”. Law hace un siniestro y gran papel, lo suficiente no solo para solventar la fragilidad del relato, sino para que a través de sus apariciones se mantenga el interés y la tensión que pretende el director. El es de manera irónica lo mejor estructurado y la actuación más destacada, incluso por encima de Alicia Vikander, la cual sufre por el guion y el poco desarrollo de su personaje.
“Firebrand” se convierte en una pieza entretenida que completa el rompecabezas fílmico – cronológico de “Enrique VIII”, y que resbala precisamente en eso, en erigir de nuevo la figura del villano y no de su protagonista gracias a un guion que solo avanza y no profundiza las acciones de Parr. Quizá Isabel si tuvo la injerencia ideológica de su madrastra con esa “marca de fuego” que la llevaron a gobernar 45 años, pero al menos en esta ocasión parece más ficción que realidad, más una libertad creativa que legado, y más una actuación de TOP para Jude Law que para Alicia Vikander.