Furiosa: A Mad Max Saga – Mucho ruido pero poca acción
George Miller marcaría el cine de acción por allá del 2015, después de revivir una saga que ya parecía estar totalmente en el pasado y sorprendiendo a más de uno con una potente y extremadamente divertida propuesta. Nueve años más tarde, el director nos presenta Furiosa: A Mad Max Saga, una película que funciona como precuela de Mad Max: Fury Road y, como su título lo indica, nos cuenta la historia de este personaje.
Así, Furiosa: A Mad Max Saga revela los orígenes de la joven Furiosa, en la quinta entrega de esta franquicia australiana, situada en un mundo postapocalíptico en donde la gasolina es el recurso más valioso para obtener poder, 15 años antes de los eventos ocurridos en Mad Max: Fury Road.
Al ser una cinta de origen, es natural que el enfoque de Furiosa se centre más en dar explicaciones y posicionarnos dentro de un contexto más orientado al drama que a la acción, eso sí, sin dejar estas secuencias totalmente de lado pues constituyen gran parte de la esencia de este universo. Así es como Furiosa comienza lentamente a desenvolverse, al mostrarnos a la protagonista desde su paso por la niñez, etapa que constituye aproximadamente una hora del metraje.
Y aunque esto podría ser algo inherente, aquí es donde el primer fallo de Furiosa se presenta, cayendo en la trampa de la sobreexplicación y por lo tanto la falta de ritmo, sientiéndose como una eternidad entre el inicio y la aparición de Anya Taylor-Joy en la pantalla. A partir de aquí parece que encontramos más equilibrio, pues las escenas explosivas se hacen más presentes para emocionarnos un poco, solo para dejarnos caer instantes después cuando la monotonía vuelve a ser la protagonista.
Cuando se tiene un filme con la característica de precuela, es imposible no tomar como referencia lo que se conoce, especialmente después del éxito que significó Fury Road, por lo que Furiosa no la tenía nada fácil para igualar el furor de su predecesora.
Y es que todas esas características que ensalzaban a Mad Max, son escasas en esta entrega. Es claro que Furiosa necesita tener más sustancia, no puede ser una historia tan sencilla como la anterior, pero el carisma y las escenas memorables parecen haber desaparecido del mapa, no tenemos esos shots de adrenalina que eran sinónimo de Fury Road, ni esas atractivas figuras tan magnéticas como inolvidables.
Aquí solo hay espacio para el villano y nuestra Furiosa. El resto de los personajes están ahí pero no funcionan como nada más que un relleno, algo sin materia que no termina de conectar con la protagonista y poco aporta para su desenvolvimiento y evolución, pues finalmente se busca encontrar a la Furiosa que conocimos en 2015.
Así es como Furiosa: A Mad Max Saga termina convirtiéndose en un drama que se aleja mucho de la acción y que emociona poco. Sus 2.5 horas de duración no terminan por justificarse a pesar de la naturaleza de la película, pues aunque es necesaria la exploración de sus motivos, estos se vuelven tediosos cuando se sienten extremadamente extensos, y lo que es peor, forzados.
También vale la pena resaltar dos de los aciertos de la cinta: un villano (interpretado por Chris Hemsworth), que aunque caricaturezco resulta efectivo gracias a su singular personalidad, y la emotiva secuencia en la que Furiosa pierde su brazo, evento canónico que la convertiría en la figura de héroe que hasta ahora conocíamos.
Furiosa: A Mad Max Saga se aleja de ser ese blockbuster de verano que todos esperábamos al no terminar de encajar con su propuesta y dejando a deber grandes dosis de excitación. Las referencias también están ahí, chispazos nostálgicos que te posicionan en el mundo de Mad Max, pero que no son suficientes para separar esa sensación de decepción que nos deja una víctima más de la inevitable e infinita ola de precuelas que nos gobiernan.