Gattaca: La obsesión por la perfección y la voluntad como el verdadero símbolo de la humanidad.
En un futuro no muy distante, la ingeniería genética ha permitido que los seres humanos puedan ser diseñados genéticamente, libres de cualquier enfermedad transmitida a través del genoma y eligiendo las mejores cualidades de cada uno de los padres. La esperanza de vida y las probabilidades de éxito en algún campo son calculadas al momento de nacer, basta sólo una muestra del ADN para conocerlas. No sólo alteramos a la madre naturaleza, sino que ella misma quiere que lo hagamos, se nos dice a forma de justificación.
Dentro de esta sociedad en la que se tiende a la perfección ha nacido Vincent (Ethan Hawke), quien es uno de los últimos humanos concebidos de modo natural, azaroso, y quien es (desde ya) condenado con una alta probabilidad de deficiencia cardíaca, que le permitiría una esperanza de vida de tan sólo 30 años. Pero Vincent no se somete a su destino, sino que lo reta. Desde su estatus de “in-válido” desafía a su hado, teniendo su férrea voluntad como principal motor y a dos cómplices que le permitirán incorporarse a la élite, pasando de personal de limpieza a astronauta. El método será suplantar la identidad de Jerome (Jude Law), un deportista que ha perdido la movilidad de sus piernas en un accidente.
Confrontar el sistema y vencer a la inteligencia más depurada (e incluso genéticamente diseñada) es algo impensable, increíble, más aún cuando aquel que lo enfrenta es alguien in-válido, estando acompañado en la charada por alguien literalmente inválido. Pero nuestro héroe no está dispuesto a rendirse, menos aun cuando ya ha demostrado ser capaz de vencer a su hermano, quien es uno de los seres diseñados genéticamente.
Alcanzar los sueños no es jamás una labor sencilla. Vincent se ve retado no sólo por la complejidad para destacar entre gente superdotada, sino también por las complejidades que implica mantener oculta su verdadera identidad, desde la labor por mantener la asepsia perfecta en su lugar de trabajo, evitando dejar rastro alguno de su ADN, hasta pasar cada una de las pruebas físicas que diariamente se le exigen.
Así, Vincent ha ingresado en Gattaca, una empresa de la industria aeroespacial, en la que todo se rige por la selección genética y en donde irá escalando peldaños, aspirando a la perfección en su trabajo para ser elegido a realizar una misión hacia Titán, una de las lunas de Saturno. Todo parece avanzar sin complicaciones hasta que el director del proyecto es asesinado y la participación de un detective (Alan Arkin) pone en riesgo no solo los planes profesionales de Vincent, sino también su perenne relación con Irene (Uma Thurman), quien parece descubrir en él cualidades naturales.
¿Pueden la voluntad y el anhelo prevalecer? ¿Acaso no son estas también las más logradas pruebas que distinguen al ser humano? La relación que se construye entre Jerome y Vincent está regida por las expectativas, las que se han depositado en Jerome, quien sin embargo no logra ganar más allá de medallas de plata, cuando ha nacido para ser el mejor. La frustración de no cumplir con lo que se espera de él ha minado su autoestima. ¿Será que el accidente que lo dejó inmóvil fue provocado por él mismo? Vincent, por otro lado, tendrá que recorrer un largo camino, ya que nadie espera de él más que el fracaso, su existencia es incluso una carga para la sociedad. El contraste entre ambos se convierte en la semilla de la esperanza, la meta más grande es satisfacerse a uno mismo. Si alguno de los dos falla, ambos se hunden. Y la ayuda puede llegar de la persona menos esperada, qué ganas quedan de escuchar la historia de ese hijo (evitando hacer algún spoiler).
Una de las obsesiones más humanas de todas es la de lograr la perfección, quizás sea la más contradictoria y absurda de todas, dado que la imperfección es justamente una de las características que nos convierten en humanos, la naturaleza de nuestro ser reside en esa imperfección. ¿Qué es lo que convierte algo en excelso? Los debates científicos y éticos están de más, hemos pasado de ellos en pos de mejorar como individuos, nos engañamos a nosotros mismos fingiendo que lo que queremos es mejorar a nuestra sociedad. La validez de los individuos recae en el potencial que los genes proporcionan, discriminando a aquellos que no tienen el privilegio de ser perfectos, artificialmente perfectos.
La analogía resulta perfecta para nuestra actualidad, en la que las cirugías plásticas nos llevan a alcanzar y definir los estándares de belleza, mientras por otro lado cada vez es más común que nuestros datos biométricos sean necesarios para desbloquear nuestros teléfonos inteligentes (ya sea con el rostro o con la huella digital) o incluso ingresar a nuestros lugares de trabajo identificándonos a través de nuestro iris ocular. Las relaciones interpersonales en este mundo distópico son puestas a prueba al tener la pareja una muestra de nuestros cabellos o los residuos de un apasionado beso, con la que puede indagar sobre nuestros datos. ¿Y no resulta pertinente ser reflejados así? Basta ahora un par de clicks para poder investigar sobre nuestras potenciales parejas, sus aficiones, sus filias o hasta sus cuentas bancarias. El mismo año en que salió “Gattaca” en cines, un Presidente estuvo a punto de ser llevado a juicio teniendo como evidencia los residuos de sus fluidos corporales.
“Gattaca” es una película propositiva, que crea una sociedad distópica que no dista demasiado de nuestra realidad, pero no sólo se queda en un buen planteamiento, sino que lo lleva a buen puerto a través de una puesta en escena inteligente, acercada al noir, en la que genera suspenso en todo momento y lo logra por dos vías, teniendo por un lado el temor de Vincent por ser detectado y, por el otro, la resolución de un crimen en el que él mismo parece ser el principal sospechoso. La inteligencia “natural” es confrontada con el poder deductivo de los superdotados.
Andrew Niccol, en su debut como director, establece un estilo propio dentro del género de ciencia-ficción, género en el que prevalecen no la parte visual, los efectos o los aliens, sino las ideas. Es apoyado por un diseño de escenografía impecable, que confronta lo artificial con la naturaleza, cuenta con una edición de sonido pertinente que no se siente nunca exagerada y que permite incluso a su banda sonora destacar en momentos clave. La música de Michael Nyman, con énfasis en el uso de cuerdas, nos deja con movimientos que permanecen en nuestra memoria aún tiempo después de finalizada la película.
Al final de todo, la voluntad prevalece, lo que ha impulsado siempre a nuestra sociedad es el deseo permanente de perfeccionar, ya sea un artefacto, nuestra forma de vida, nuestro trabajo o nuestros cuerpos mismos. Lo imperante, empero, es mantenerse y saberse siempre perfectible.