“Hamilton” y la revolución del musical.
¿Qué de interesante tiene la vida de uno de los padres fundadores de Estados Unidos y primer Secretario del Tesoro? Para todos los que fuimos malos en historia durante la escuela se podría decir que Hamilton no es para uno; pero la realidad es otra, una donde Hamilton lleva ganados once premios Tony (el “Oscar” de Broadway) incluyendo mejor musical, el Premio Pulitzer en la categoría mejor drama y el Grammy también a mejor musical, todo eso en menos de un año de su estreno en Off-Broadway. La experiencia de Hamilton se tiene que vivir, y ahora se puede disfrutar desde la comodidad de tu hogar.
Fue en febrero de 2015 cuando debutó en el Teatro Público de Nueva York (en plena era Obama), y en agosto de ese mismo año se trasladó al teatro Richard Rodgers en el famoso circuito de Broadway. La historia inspirada en la biografía de Alexander Hamilton de Ron Chernow sirvió de base para que Lin-Manuel Miranda escribiera la historia, la música y las letras de todo el musical, además de ser el protagonista encarnando al propio Alexander.
En una entrevista Miranda habla del génesis del proyecto cuando empezó a leer la biografía de “Alexander Hamilton” y se enamoró por completo del personaje, siendo un inmigrante puertorriqueño que llegó gracias a su ingenio y trabajo hasta lo más alto del poder dentro de una nación que estaba naciendo, convirtiéndose en uno de los padres fundadores más desconocidos por la historia y que a pesar de estar presente en todos los billetes de diez dólares americanos, la gente no conoce su vida, su trágica muerte, sus líos de faldas que le cerraron las puertas de la presidencia y de cómo se codeó con George Washington, Thomas Jefferson, John Adams y su tremenda rivalidad con Aaron Burr, que fue el que lo asesinó en un duelo a muerte. Si creen que lo anterior es spoiler, desde el primer número musical se nos dice este dato, además de que esto es historia y todo lo puedes encontrar en wikipedia.
Pero una cosa es la experiencia que se vive dentro del teatro, una que poca gente vivió, ya que lo costoso de sus entradas (desde los $589 dólares y en reventa el precio llegó a subir hasta los 4mil dólares) y la gran oferta que hubo desde el principio, hacían que en cuestión de segundos se agotaran los boletos. Por eso desde el 2016 se viene cocinado la experiencia de la obra musical llevada a la pantalla grande; la idea era que esta versión fuera estrenada en cines el 15 de octubre de 2021, pero todo el panorama cambió cuando el COVID-19 llegó y obligó a cerrar a todo Broadway y cancelar todas las funciones que ya tenían vendidas hasta enero de 2021, así que los productores trabajaron a marchas forzadas para llegar a un acuerdo con Disney+ y adelantar el estreno de la obra musical dentro de la plataforma.
Para todas aquellas personas escépticas sobre cómo sería llevar la experiencia de Hamilton a la pantalla grande, debo decir que Thomas Kail (director de la puesta en escena y también director de la versión cinematográfica) toma todos los elementos para que sea una película ágil, con ritmo y que no sea solo una obra musical filmada a una sola cámara. Las grabaciones se llevaron a cabo en las funciones del 26 al 28 de junio de 2016, seis cámaras se encargaron de grabar todo y además para algunos close up se hicieron representaciones sin audiencia, permitiendo que la cámara estuviera sobre el mismo escenario que los actores. La intención de Kail fue hacer que el espectador se sienta dentro del mismo teatro, el montaje es ágil haciendo que te interese desde el principio por la historia y por las canciones, lo más singular de Hamilton es que no existen decorados o grandes sets que nos indiquen en donde están los personajes, la misma puesta en escena está diseñada para que el peso de la historia corra a cargo de las actuaciones y sobre todo de la música, son muy pocos los elementos de utilería y props que se utilizan.
Pero lejos de las actuaciones y de su multicultural reparto, que es perfecto, lo más importante es la música, por un lado Hamilton es de esas obras donde todos los diálogos son cantados, hecho que para todos aquellos que no están familiarizados con este género y para los que no son muy afines a los musicales esto les pesa, pero Miranda tiene un as bajo la manga que utiliza a la perfección, y es usar los ritmos que suenan hoy en día para contar una historia que sucedió hace más de 200 años. Así que toma el hip hop, el rap, las batallas de rap, el freestyle rap, además de combinar un poco de reggae, jazz, blues y R&B, y por supuesto los elementos clásicos del género musical para algunas de sus escenas, sobre todo las que tienen elementos dramáticos potentes, en donde el rap y el hip hop toma un segundo lugar y la melodía toma el protagonismo, además de que Miranda hace uso en toda la obra de leit motif, pues cada personaje tiene una canción que lo define, más que una canción, son frases muy puntuales que son entonadas siempre de la misma forma y con la misma melodía de fondo que ayudan al espectador a centrar la atención sobre el personaje.
Aaron Burr, amigo al principio de Hamilton y que después de ganar la guerra contra los británicos se convirtieran en acérrimos enemigos, también toma el papel de ser el narrador de la historia, Burr es el antagonista perfecto, desde el principio se nos explica muy bien las grandes diferencias entre Burr y Hamilton, los dos quieren exactamente lo mismo, pero los métodos que emplean cada uno por su parte son muy distintos: mientas Hamilton no tiene nada que perder y ante eso es explosivo y sin pelos en la lengua, Burr lleva por lema de vida el “habla menos y sonríe más”, actúa con cautela y sin precipitarse a la acción; en una escena vemos cómo Hamilton y sus nuevos amigos cantan sobre la inminente revolución, el proceso de independencia, y el lugar que tomarán dentro de la batalla, y por otro lado Burr canta sobre cómo es mejor esperar “wait for it”, esperar a ver quien va a ganar la guerra, o más adelante en la historia se rehúsa a participar en defender la nueva constitución hasta no ver qué otras figuras más populares se meten a defenderla.
Pero es hasta su propia canción “Wait for It” donde el propio Burr nos dice el porqué de su forma de actuar, siendo un huérfano igual que Hamilton, el se ve en la necesidad de proteger el legado que su familia le dejó, pero mientras él espera su momento, en su cabeza siempre se compara con Hamilton y es al final de su canción donde se pregunta ¿qué es lo que se sentirá estar en sus zapatos? Ver la evolución tanto de Hamilton como de Burr dentro de la historia es de lo mejor que tiene el musical, y todo explota en el segundo acto cuando Burr canta “The room where It happens” cuando se da cuenta de que su estrategia de “esperar” (wait fot it) y ver qué sucede después lo lleva a estancar su carrera política mientras Hamilton ya es Secretario del Tesoro. Así que confrontado por su rival (Hamilton) es que por fin vemos que expresa y grita su verdadero deseo, el de estar en la habitación donde suceden las cosas y esto lo lleva a ser senador y al final lanzarse como candidato a la presidencia en las elecciones de 1800, pero que perdería contra Thomas Jefferson gracias al voto de Hamilton en contra de él.
Dividido en dos actos con todo y su intermedio de un minuto cronometrado en pantalla, el primer acto de la misma es potente y fuerte, en cuestión de narrativa el segundo acto se siente más flojo, pero lo que lo salva sin dudas son las canciones y sobre todo las interpretaciones de todo el cast. Si bien Miranda siendo el protagonista sale bien librado a la hora de su interpretación (su fuerte es el freestyle rap) su actuación se ve opacada cuando Daveed Diggs entra en escena interpretando a dos personajes, en el primer acto siendo el Marqués de La Fayette y en el segundo a Thomas Jefferson; además de la actuación de Jonathan Groff como el Rey Jorge III que en sus cuatro apariciones se roba por completo cada escena.
Hamilton es una de las mejores clases de historia que tenido en mi vida, pero recordemos que Miranda se toma muchas libertades a la hora de adaptar la biografía de Hamilton, como el tema de la esclavitud que se toca solo por encima donde no profundiza y no toma riesgos (la mayoría de estos personajes históricos se sabe que tuvieron a esclavos trabajando en sus residencias y casas de campo, sobre todo Jefferson).
Pero el corazón de la obra y el mensaje final, es sobre cómo ningún personaje histórico una vez que muere, tiene el poder de saber cómo será tratado su legado, y mucho menos quien y de qué forma se le hablará al mundo sobre este. Así un gran hombre que casi con sus propias manos hizo Wall Street, por un lío de faldas y una enemistad que lo llevó a la muerte, su figura y su legado se vio perdida con el paso del tiempo, hasta ahora, que un puertorriqueño armó toda una revolución e hizo que todo el mundo hablara de él.
Y como dice un diálogo del musical: “Los inmigrantes siempre hacen el trabajo”.
1 Comment
Todo bien hasta que leo que Miranda es puertorriqueño… el nacio en Nueva York… no me gusta corregir, pero no podia contener mi disparo…