Here: Este árbol nació torcido
Cuando en 2019 Martin Scorsese afirmó que las películas de Marvel eran parques de diversiones y no cine, los fans pegaron el grito en el cielo por un simple comentario, tanto que casi querían la cabeza del director en un plato. Aunque fue un poco exagerado, a la larga sí tuvo razón, sólo que no atinó al blanco. La obra de Robert Zemeckis es más apropiada para un parque de diversiones disfrazado de película, porque siempre priorizó el espectáculo sobre la historia durante toda su carrera. Si bien al inicio era capaz de balancear ambos aspectos, con los años le prestó más atención a la técnica que a la narrativa, y desde el 2004 (con “The Polar Express”) se ha concentrado tanto en los efectos especiales que ya es incapaz de contar algo sin recurrir a sus juguetes digitales. Con su última buena película datando del 2012 (“Flight”), podemos añadir a “Here” a la larga lista de experimentos fallidos del director por volver a la gloria.
La principal peculiaridad de “Here” es que la cámara nunca va a moverse en todo el metraje hasta el final. La intención de Zemeckis suena interesante, incluso captando la atención desde el hecho de cómo va a desarrollar la idea. Sin embargo, cualquiera con conocimientos básicos de cine sabe que la cámara es un personaje tan importante como los actores, por lo tanto, eliminar el movimiento de esta supone un reto mayor ya que no puedes sostener una historia solo en un truco (o gimmick), y de hacerlo, necesitas una historia bien escrita para que el gimmick sea un complemento y no la atracción principal (por ejemplo “Birdman”). Y ese es precisamente el problema tanto de “Here” como de las últimas obras deo Zemeckis: el guion es horrible y lo que le importa es presumirnos los efectos visuales.
La decisión de dejar la cámara quieta todo el tiempo es un intento por ser fiel al cómic de Richard McGuire, pero habiendo su servidor ya leído la novela gráfica, debo decir que es un deleite visual la forma en que McGuire sobreexpone las viñetas, una encima de la otra, para fomentar la idea del paso del tiempo en el mismo lugar, un estímulo imaginativo que provoca asombro por el pasado, nostalgia por el presente y curiosidad por el futuro. Pero en el “Here” de Zemeckis, al convertir esta imaginería en una toma fija larga de poco más de hora y media (ni Chantal Akerman o Andrei Tarkovsky se atrevieron a tanto), la experiencia se torna visualmente monótona y cansada a corto plazo porque, como toda la acción sucede en el mismo plano, la variabilidad de los detalles y los cambios son tan repentinos como pasajeros.
¿Y cómo le hizo Zemeckis para trasladar los recuadros de la obra de McGuire? Simple: los colocó tal y como están en la pantalla, entran y salen durante toda la cinta. La principal virtud del material original se vuelve un distractor en la adaptación. Puedes estar inmerso en una cena de Acción de Gracias para después distraerte con un carruaje o un dinosaurio en un recuadro de la esquina. Si bien hay una historia que sirve como base, como no hay un orden cronológico establecido que respetar, los continuos saltos temporales entre épocas se reducen a meras anécdotas que, en más de una ocasión, llegan a ser más interesantes que la trama principal. Además, la puesta en escena de “Here” hace que los actores deban moverse continuamente del fondo al primer plano y viceversa de manera tosca y forzada con tal de tener alguna especie de interacción.
De la historia no hay mucho que contar en realidad, es un intento por emular a Terrence Malick y su “Árbol de la Vida” que abarca los dinosaurios, los años de los nativos americanos, la época colonial, la Segunda Guerra Mundial y los tiempos modernos que incluye la pandemia de COVID-19. Y a pesar de todo lo que se menciona, “Here” tiene como base la historia más genérica y los diálogos más generales del mundo. No se niega que algunas de las situaciones que presenta pueden ser emotivas, pero es más por la memoria emocional y experiencia que cada quien tenga con ellas, no porque la película lo proponga. Al contrario, el drama familiar es demasiado débil para encausar alguna emoción (los saltos de tiempo no permiten una mayor simpatía con los personajes). En cuestión técnica, quizás la banda sonora de Alan Silvestri sea lo más rescatable (y aun así se siente muy manipuladora).
Como resultado de todo lo antes mencionado, los actores son meros peones a los que se les dice donde moverse, hojas en blanco que no despiertan interés. Tom Hanks ni siquiera se esfuerza, actúa como él mismo y esto contrasta con los decentes desempeños de Robin Wright y Paul Bettany. Para empeorar la situación, la tecnología para rejuvenecer a los actores se nota que es falsa y puede ir de pasable a lo más incómodo. Es entendible que la casa sea el personaje principal, pero no puede actuar mejor que personas de carne y hueso.
Si bien “Here” es lo mejorcito que ha entregado Zemeckis desde “Flight”, entre un tono pretencioso y autoindulgente (el final es un cursi autohomenaje) y una propuesta a la que se le acaba el combustible al poco tiempo de empezar, uno queda pensando que esta reunión de “Forrest Gump” debió haberse llevado al teatro, porque en el cine es otra evidencia de la incapacidad del director (y el resto de su generación) por adaptarse a los tiempos modernos.
Quien nos trajo joyas como “Back to the Future”, “Who Frame Roger Rabbit?” y “Cast Away” ya no existe, se ha convertido en un juguetero atrapado en su caja de juguetes computarizada. Tal como pasó con Spielberg, lo mejor que puede hacer es volver al punto de inicio y dejar de ser tan dependiente de la tecnología. Pero el quinto fracaso consecutivo de su carrera (¡alguien deténgalo, por favor!) prueba que Zemeckis se rehúsa a cambiar y nunca quiere mirar hacia atrás. Hay que quitarle esos juguetes de sus frías manos para ver si puede volver a ser quien era antes.