His House: Un siniestro poltergeist de duelo y culpa
Mantener un entorno simple dentro del género de terror en la mayoría de las veces resulta la decisión correcta. Pocos escenarios y personajes permiten al director en turno no solo centrarse en el elemento siniestro a desarrollar, sino también profundizar en la psique de sus personajes lo suficiente para aterrorizarnos no desde la superficie estética, sino a través de las emociones y el progresivo resquebrajamiento humano y/o relacional del que se está siendo testigo.
Siendo un talento independiente y debutando en el Festival de Sundance, parece que el emergente director y guionista, Remi Weekes, no solo comprendió que para concebir a su “poltergeist”, este tenía que surgir y exteriorizarse de los más profundos terrores humanos, sino que a la par debía construir alrededor de sus “víctimas”, una serie de problemáticas complejas que los dejaran tal y como a su audiencia: desamparada, insignificante, débil, para que con una sorpresiva y gran técnica directiva, complementar su rico trasfondo con una serie de sustos y presencias tan efectivas como siniestras, que incluso podrían lograr posicionarlo como una de las mejores películas dentro del tópico de “poltergeist”, independientemente de ser desde ya una de las mejores cintas del 2020 y la mejor en el año dentro del género de terror.
His House cuenta la historia de una pareja de refugiados de Sudán que al escapar de la guerra civil, encuentran refugio en un albergue londinense. Seleccionados para el programa de asistencia social, les será provista una casita, dentro de la cual les espera una presencia maligna.
¿Pero de dónde viene esa complejidad emocional en la nueva película sensación del género de terror? De varios frentes. El primero más evidente desde la guerra africana, la crisis de los refugiados y la consecuente y constante obra de servicios sociales europeos, en muchas ocasiones rebasada o hasta indiferente frente a la situación. Weekes no decide parar ahí, pero si abordar esta secuencia trágica de una manera demasiado astuta: el escape como el entorno que dispara su elemento “conflicto”, y el tema de la asistencia correctamente desarrollado, con un matiz que critica pero no punza y que es hábilmente simbolizado (y humanizado) con el personaje de Matt Smith
Por el otro lado se encuentra el elemento más apremiante, que es la culpa. Weekes estructura a su pareja protagonista desde la misma, cuando se nos va presentando sutilmente que durante su huida esta pareja pierden a su hija ahogada. El duelo y la negación serán los ingredientes que den origen al mal que los acecha ¿es este espíritu un residente de Londres? ¿O el ente es una maldición que los viene siguiendo hasta este su “esperanzador” destino? Weekes juega con la mente de su pareja y con el espectador, cuenta pero no dice, y desde su acto medio va soltando algunas pistas que para su clímax revelan un giro tan original como tétrico, tan trágico como en verdad aterrador.
El tercer elemento es el folclor africano, que aquí se revelan en la práctica del esoterismo, la brujería y las maldiciones, y que son perfectamente posicionados en la trama para ser expuestos de manera terrorífica. Weekes no tiene piedad con la audiencia, y sabe que hay que asustarlos rápido y bien desde un principio, por lo cual crea una atmósfera tensa y repleta de suspenso que encausan una seguidilla de sustos efectivos que para los 40 minutos ya te tienen totalmente petrificado y/o hipnotizado. Arma de doble filo, este efectivo recurso narrativo y visual irá también decreciendo en interés y sorpresa, siendo el final más psicológico que terrorífico, con cierto mensaje “moralino” social y de redención que reduce el estímulo, pero que gracias a su giro se mantiene con la calidad necesaria para dar cierre a su relato.
Hay ciertos lapsos sobre todo al final del film que parecen innecesarios y alargados forzadamente (incluso algunos momentos de total surrealismo), pero nada que arrebate a su director y guionista de las mieles de un gran debut.
Hay otro elemento visual que lejos de sonar “racista”, emerge como un recurso quizá accidental, quizá propositivo de su fotografía, y ese es el contraste de los tonos oscuros. Al ser los protagonistas y poltergeist de raíz afroamericana, parece que el director utiliza esto para que su ambiente sea aún más lúgubre. Me pareció obvio incluso el uso de esta arma al tener al apagador de la luz como un elemento constante de sus sustos. Ustedes ya juzgarán
En la parte actoral, el novato Sope Dirisu y la más experimentada nigeriana Wunmi Mosaku, crean una interacción real y papable irónicamente de su alejamiento como pareja, producto de su mismo conflicto como pareja, la negación, el duelo y la culpa, y en donde ambos juegan un rol distinto en su trágica consecuencia.
Sin duda la mejor película de terror del 2020 (y de las mejores del año), Weekes acaba de salvar el año para un género que venía con la cabeza agachada, decepción tras decepción. Efectiva en sustos, excelentemente estructurada y rica en su exploración social y psicológica, His House va para la lista de películas obligadas sobre poltergeist