Hitchcock, como todo en la vida, nada como el original

Una breve crónica de cómo la película más exitosa de este icónico director llegó a ser. Alfred como el centro de su propia galaxia, atormentado por encontrar inspiración para su próximo trabajo, su lucha por verlo concretado una vez que la encuentra, y una que otra peripecia que llegan a afectar la rotación de la galaxia Hitchcock. Esto es, sin más, esta hora y media.

 

Ahí va Hollywood otra vez, contratando nombres rimbombantes para contar historias de grandes personajes… y se queda corta. Dos miembros de la Orden del Imperio Británico comparten los estelares: Sir Anthony Hopkins es el Maestro del suspenso, y la Dama Helen Mirren es su esposa, la escritora cinematográfica Alma Reville. Toni Collette es la asistente de producción de Hitch, Scarlett Johansson es Janet Leigh, Jessica Biel: Vera Miles. Incluso el gran Danny Elfman proporciona la música original.

 

Desafortunadamente, Danny no nos salva. La producción llega a ser visualmente atractiva gracias a la estética californiana de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Pero la pobre caracterización de Hitchcock y, a decir verdad, una actuación poco creíble por parte de Hopkins distraen y molestan tanto que resulta difícil concentrarse en otros factores. Algo así como un mosquito cuando quieres conciliar el sueño.

 

La parte sentimental de la película es la que busca poner bajo los reflectores el viejo dicho que va: “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, explorando un poco la colaboración profesional y la vida personal entre Alma y Alfred. Sin embargo, esto raya en el cliché restándole algo del interés. Tal vez se hubiera podido profundizar (porque apenas y se tocan) en temas propios de lo que era Hitchcock: su blond ambition o búsqueda por la siguiente heroína rubia, después de que éstas le abandonan; cómo era su relación con ellas; la ocasional selección de personajes que tienen relaciones más que difíciles con sus madres… Sí, la excusa era Psycho, pero el problema radicó en eso. Se trató de abarcarlo o definirlo sólo por esa obra. Lo cual resulta imposible, y a su vez y para estos efectos: contraproducente.

 

El filme bien podría tener su equivalente en alguna nota, de alguna revista especializada con un título como “X número de cosas que no sabías sobre Alfred Hitchcock”. Como casi todo, o sino es que que todo en la vida, no hay nada como el original. Éste podrá ya no estar con nosotros, pero su substancial cuerpo de trabajo sí. Entonces, si observamos, realmente observamos, una buena parte del trabajo de este hombre, puede que podamos aprender más sobre Hitchcock de la mano del mismo.

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