Horse Girl: Ambiguo caso de esquizofrenia fílmica
Presentada en el pasado Festival de Sundance y reciente adquisición de Netflix en sus estrenos de febrero, Horse Girl significa la transición al drama del director Jeff Baena, incipiente ente cómico de tono burdo y exacerbado que vuelve a confiar en su actriz fetiche, Alison Brie, para en este brutal cambio de registro intentar mejorar su currículo fílmico. Y lo logra… casi… más o menos.
Tanto las virtudes como sus varios y grandes defectos narrativos son evidentes, algo que se agradece pues Baena no esconde su falta de pericia y/o experiencia dramática, dejando que su muy interesante primer acto se diluya entre la inconexión de sus hechos, la falta de lógica interna de algunas situaciones de su planteamiento, y por supuesto, lo previsible de un relato que quizá no lo quería ser tanto (o al menos así lo expresa el director y guionista durante ese primer acto de ágiles presentaciones y una por momentos excelente delimitación de su trágica heroína).
Un cuento sobre la esquizofrenia, el principal problema radica en que tal vez no debíamos saber dicho trastorno tan rápido en la trama, pero si aún esto fuera propositivo en el libreto co-escrito por la misma Brie, la ineficiencia en su desarrollo hace que la protagonista reviva varias situaciones de las que nunca existe un contexto válido o creíble para dar forma a su enfermedad, dejando al aire secuencias, personajes y varias sub tramas que solo tejen una telaraña mental redundante e insustancial hacía el motif o creencia principal de la trágica heroína.
Así mismo y aunque la sutil impresión de suspenso funciona por algunos retazos, el calificativo que engloba su mismo título queda pobremente abordado y justificado, dejando a los caballos como meros entes accidentales en la espiral demencial (si. Es en serio, parece que la producción nunca encontró un título apropiado para el film y se dejó llevar por la tendencia del “pet friendly” para querer llamar la atención… un engaño de argumento más vergonzoso que ofensivo.
Por otro lado la virtud de este film tiene nombre y apellido: Alison Brie, la cual desborda ternura y credibilidad en un guion que carece de esta última. Es notable el crecimiento como actriz de Brie, la cual no solo es capaz de comunicar esta trágica deshumanización llamada esquizofrenia de manera avasallante, sino también de cargarse sencillamente toda la pinche película en sus hombros, esfuerzo que es coronado por dos aciertos de su dirección y guion: el primero, el mencionado primer acto para construir y delimitar eficazmente a su personaje; el segundo, una secuencia surreal exquisita a nivel visual en el clímax de la trama suficiente para cerrar el arco de la protagonista.
Aunque en términos generales podríamos llamarle una decepción venida de Sundance, lo cierto es que Baena mejora un poco su trabajo gracias la intercesión del drama y de Brie. Sin un guion digno de la idea y/o de la interpretación, Horse Girl se une con éxito al 95% del contenido de Netflix: el relleno.