In the Heights: Una gran fiesta latina, pero muy lejana de Hamilton
Hace un año estaba vuelto loco por el estreno de Hamilton en Disney plus, el “boom” que fue desde su estreno en Broadway, los premios que cosechó y el alcance mundial que tuvo, hacía que mi hype aumentara más y más, pero sobretodo la música y lo que las letras decían, me impacientaba a no poder esperar más e incluso sin ver la obra ya me sabía algunas de las canciones.
Lo mismo me pasó con In The Heights (traducido al español como ‘En el Barrio’), que estrena esta semana en cines; y es que el talento de Lin-Manuel Miranda es algo que no se ve todos los días. Con Hamilton, Miranda logró dar en el clavo no solo al revivir un hecho histórico olvidado y desconocido por muchos, sino que también combinó una serie de elementos del clásico musical con la modernidad del siglo XXI, dándole la vuelta a todo un género amado por muchos y odiado por otros tantos. Y empiezo hablando de Hamilton porqué muchos de los elementos vistos en este musical Miranda los empezó a trabajar en In the Heights, y eso se nota desde un inicio.
Sin embargo cuando me adentré por primera vez en In the Heights descubrí todos los fallos de un Miranda que iniciaba su carrera. Siempre es complicado llevar al cine la adaptación de una obra musical, por ejemplo Rob Marshall al hacer Chicago tomó la obra y la convirtió en una película de culto homenajeando a Bob Fosse y aferrándose a un montaje dinámico al combinar la narrativa con los números musicales, pero cuando años después el mismo Marshall lleva a la pantalla grande el musical “Nine” y querer repetir lo hecho en Chicago, este cae estrepitosamente y la película no termina de cuajar del todo, teniendo unos números musicales bien hechos pero que en la edición se metían con calzador en el desarrollo de la historia. No había unidad entre las dos.
Miranda empezó a escribir In the Heights a los 17 años cuando vivía en el barrio de Washington Heights, así que años más tarde en el 2008 cuando fue estrenada en Broadway fue todo un suceso, que una obra hecha exclusivamente por y para la comunidad latina en uno de los escenarios tan elitistas y “blancos” como lo es Broadway hizo que todos voltearan a ver a Miranda y compañía. La última vez que había pasado algo así fue con el estreno de West Side Story de Leonard Bernstein en 1957.
La adaptación de In the Heights corrió a cargo de Quiara Alegría Hudes en el guion y en la dirección por Jon M. Chu (tras el éxito que tuvo por Crazy Rich Asians). La película cuenta la historia de un grupo de latinos que viven en el barrio de Washington Heights en Nueva York en un lapso de tres días en medio de un muy caluroso verano y con la cuenta regresiva para un apagón que afectará a toda la ciudad. Acá conocemos a Usnavi (un carismático Anthony Ramos) que es un inmigrante de República Dominicana y dueño de una pequeña tiendita donde todo el barrio va a comprar; él tiene el sueño de regresar a su país para remodelar el antiguo bar en el qué su papá trabajó. Y es en el primer número donde se nos presentan todas las subtramas de la misma, desde el dueño de una empresa de taxis que está empeñado en hacer que su hija Nina no deje la universidad, hasta la dueña del salón de belleza, pasando por el interés romántico del protagonista, Vanessa (interpretada por la mexicana Melissa Barrera), que tiene el sueño de convertirse en una diseñadora de modas y mudarse al centro de la ciudad. Una historia coral con múltiples subtramas que el guion decide no ahondar lo suficiente y que cuyo final en la mayoría es muy abrupto.
Siendo sincero, In the Heights está exclusivamente hecha para el público latino que vive en Estados Unidos, el guion se empeña en romantizar el sueño latino, utilizando el cliché y extendiéndolo hasta sus últimas consecuencias, haciendo que la película se sienta en algunos de sus números muy repetitiva. La película goza de un gran diseño de producción, en primera por ser filmada en locaciones reales en el mismo barrio de Washington Heights, (imagino la locura para la cine fotógrafa Alice Brooks tener que cerrar calles completas para llenarlas de gente bailando salsa y que todo lo capte su cámara).
Sin embargo la película peca en su duración, teniendo un buen primer acto, donde las historias de todos los personajes se van desarrollando, es después del famoso apagón y del número musical ‘Paciencia Y Fe’ donde la película por increíble que parezca pierde ritmo y se descontrola por completo; si acaso vuelve a levantar cuando se canta ‘Carnaval del Barrio’ ya es demasiado tarde para recuperar el ritmo, considerando que la obra original tiene seis canciones más. Quiara Alegría Hudes en buena medida decide cambiar el orden de ciertas canciones, así como cortar por completo a algunos personajes para agilizar la trama; sin embargo aun con eso la película dura mucho y le sobran veinte minutos de metraje.
Si algo ha hecho bien Miranda en cuestión musical es la mezcla de diferentes ritmos como el freestyle, el rap y el hip hop, que en Hamilton estallan y hacen que cada canción valga la pena, sin embargo en In the Heights, parece que Miranda solo conoce la salsa, si acaso utiliza un bolero para la tan emotiva canción de ‘Paciencia y Fe’, la salsa parece estar presente en cada una de las canciones haciendo que suenen igual.
-Miranda, Latinoamérica no solo es salsa- ¿dónde quedo el merengue, la bachata, el son cubano, la cumbia, el mambo o el chácháchá? En cambio dota a la mayoría de las canciones con una mezcla de salsa y la melodía de un musical común recurriendo a la construcción cantada de la trama; otro fallo son las letras de las mismas, mientras en Hamilton te faltan sentidos para entender todo lo qué pasa en el escenario/pantalla (como cuando Hamilton canta sobre donde poner el banco central), las letras de In the Heights no tratan de nada, como la canción donde Miranda en su cameo canta sobre los sabores de los raspados que vende. Si, la letra es pegajosa y el ritmo hace que te quieras parar en medio de la sala y ponerte a bailar cantado “¡No pare, sigue sigue!”, las letras dejan mucho que desear.
Otro problema que tiene la película es la dirección, recordemos que Jon M. Chu no solo viene de Crazy Rich Asians, sino que también es el responsable de ‘Step Up 2’ y ‘Step Up en 3D’, y otras franquicias venidas a menos cómo ‘GI Joe’ y ‘Now You See Me’, cintas donde Chu pareciera realizar largos comerciales con música. En In the Heights no se aleja de su estética y aprovecha en meter product placement a diestra y siniestra, llenando el cuadro de marcas y haciendo que el espectador esté más interesado en cómo de helada se ve la coca en lugar de poner atención en la película, aunado al terrible error en la fotografía de no mostrar las coreografías y hacer terribles primeros planos cuando lo importante no está en la cara de quien canta sino en la coreografía.
En cuestión de las interpretaciones, Olga Merediz como la ‘Abuela Claudia’ (que también interpretó el mismo papel en la puesta en escena) sobresale sin duda de todo el reparto, al igual que Jimmy Smits (mejor conocido como el Senador Bail Organa en Star Wars) en el papel de Kevin Rosario, el dueño de la empresa de taxis, y también la carismática Stephanie Beatriz (la agente Rosa en la serie de Brooklyn 99) como Carla, una de las trabajadoras del salón de belleza. De ahí en fuera la pareja protagonista Anthony Ramos y Melissa Barrera no tienen ni una pizca de química, haciendo que las secuencias y números musicales entre ellos sean de lo más tedioso de la película, pero en el momento en que están separados los dos brillan, tanto ella en su número musical y el como el protagonista e hilo conductor de la historia; esta nula química entre los dos choca por completo en la resolución de la historia donde una vez más la romantización del cliché latino y del tropo del “amor lo puede todo y soy capaz de dejar mi sueño de lado para hacer florecer lo nuestro” sea del todo menos creíble.
In the Heights es una gran fiesta latina donde las referencias a otros clásicos musicales se ven, desde la ya mencionada West Side Story en la escena del balcón, o al número de la película Sweet Charity ‘Big Spender’ en la coreografía de pelucas y manos dentro del salón de belleza cuando se canta ‘No me diga’; o toda esa gran secuencia que está bien resulta donde toda la comunidad canta ’96,000’ en una gran piscina como en la película de 1952 Million Dollar Mermaid de Mervyn LeRoy.
Llena de color y sabor latino, In the Heights muestra el inicio de la carrera de Lin-Manuel Miranda, que luego de trece años de ser estrenada en Broadway da el salto a la pantalla grande, pero qué sin duda se queda corta a comparación de Hamilton, que año tras años refuerza la obra maestra y la idea de un buen musical.