Io Capitano: La Tierra No Prometida
Nominada al Oscar por Mejor Película Internacional, Matteo Garrone llama la atención del mundo de forma contundente. Tal como lo hizo Steven Spielberg con “La lista de Schindler”, hace una propuesta que pone a reflexionar al espectador sobre varias cuestiones sociales, políticas y económicas que normalmente no suelen pasar por su mente o suele ignorar. Aunque ha levantado algunas polémicas debido a la mirada del director (dando a pensar si la forma en la que se retrata la visión es un acierto o una simplificación de un tema complejo), “Io Capitano” (Yo Capitán) tiene la ventaja de no dejar a nadie indiferente.
La historia recrea una trágica odisea con algunos toques imaginarios sobre la migración del africano hacia el sueño europeo, pero mantiene cierta distancia con el tema, ya que presenta los obstáculos que los migrantes deben enfrentarse, como el crimen organizado, la corrupción policial, los centros de detención libaneses o el medio ambiente, pero nunca resalta la violencia o depende de ella para impactar (la sangre sólo aparece en determinados momentos). Trata la violencia como algo inevitable debido a la naturaleza humana, la brutalidad de la realidad es cruda, pero también tiene momentos de amistad, apoyo y belleza mediante algunas escenas surrealistas que sirven como escape para huir de la realidad. La edición retrata los altibajos emocionales del viaje, logra un balance entre la urgencia de sobrevivir y un estilo contemplativo.
Además, el viaje simboliza la transición del adolescente a adulto. Un par de jóvenes que deben madurar a la fuerza por una situación para la que no están preparados y deben asumir la responsabilidad de sus decisiones porque no hay alternativa una vez que han elegido (en un escenario como éste, retractarse y volver a la comodidad del hogar no es tan sencillo y la vuelta atrás puede ser tan mortal como la llegada al destino final). La travesía los hace conscientes de la importancia y el precio que tiene una vida, pues al igual que ellos, muchos han intentado cruzar el Desierto del Sahara y el Mar Mediterráneo con tal de conseguir una mejor vida y han perecido en el camino. Esto permite empatizar con ellos por su ingenuidad y ofrece una oportunidad de ver el proceso de maduración.
Vale la pena poner atención a su par de protagonistas, Seydou Sarr y Moustapha Fall, ambos actores novatos que trasmiten una amalgama de emociones con cada mirada y gesto. Sensaciones de esperanza, miedo, compasión, sentimientos y sensibilidad que hacen revalorar y cuestionar el sacrificio de cada persona que toma esta decisión, donde sólo la resiliencia podría reemplazar esa inocencia descolorida. Todo reducido a una pregunta tan inquietante como preocupante: ¿Vale la pena este esfuerzo por una vida mejor? Respuesta que se nos da en la ruta trazada en el mapa que aparece en los créditos.
Sin embargo, ha habido acusaciones por parte de ciertos grupos que califican a la cinta como suavizada con los hechos, y estas declaraciones sí tienen algo de verdad. Pese a ver tanto sufrimiento, violencia y muerte, la historia se lava las manos con la postura europea hacia el conflicto (como si dijera que ellos no son tan malos como los grupos terroristas a los que se enfrentan los migrantes, cuando los distintos gobiernos usan la típica excusa de la territorialidad para no actuar). Asimismo, la segunda mitad se desacelera y restringe muchas de sus intenciones iniciales, y aunado a que falta un poco más de trasfondo personal y un final que dividirá opiniones, causará que muchos reducirán esta propuesta como un panfleto de superación con verdades a medias.
A pesar de las duras realidades, crea una narrativa de esperanza y resiliencia triunfante. Aunque la idea no es nueva y puede pecar un poco en el sensacionalismo, presenta una perspectiva fresca e interesante que muestra lo mejor y lo peor de la humanidad mediante un panorama de desesperación y explotación. En lo personal, el final funciona porque es muy agridulce, porque a pesar de que sus protagonistas salen vencedores, el espectador sabe que una vez que toquen tierra deberán enfrentarse al racismo, la discriminación y una evidente falta de sensibilidad por parte de la Unión Europea, porque existe gente que preferirá que nunca desembarcase en su país (y de hacerlo, serán tratados como ciudadanos de tercera).