Irving Thalberg, el Chico Maravilla.

Al hablar de la historia del cine norteamericano, pocas personalidades han dejado un legado tan importante e incalculable como Irving Thalberg y, no obstante, es muy probable que ese nombre no resuene entre el cinéfilo promedio.

37 años de vida bastaron para encumbrar y consolidar la carrera de este legendario productor y directivo, pero su muerte prematura no fue un obstáculo para minimizar los logros (nada menores) de su corta vida. El 14 de septiembre de 1937 quedó marcado como un día triste en la historia del séptimo arte, ya que la muerte de Irving G. Thalberg fue una noticia que conmocionó a todo Hollywood y provocó que la Academia creara inmediatamente un Premio Especial para honrar su memoria, el único que no tiene la forma de un Oscar.

Thalberg fue productor y cabeza de dos de los Grandes Estudios durante las primeras décadas del cine en Hollywood, pero su huella se mide más allá de la trascendencia de su nombre. Siempre rehusó aparecer en los créditos de las películas porque, en sus palabras:

 “El crédito que se da uno a sí mismo, nunca vale la pena… el poder de la creación y su resultado final, son más importantes que el reconocimiento del público“.

 Thalberg era conocido como The Wonder Boy (“el chico maravilla”), ya que a una muy corta edad logró llegar a ser la figura más importante del cine, aunque siempre detrás de las cámaras. Su habilidad innata para elegir buenos guiones, seleccionar a los actores adecuados, contar con el mejor equipo de producción y, sobre todo, generar ganancias en prácticamente todas las películas en las que participó (aún durante la crisis económica más importante del siglo XX), lo convirtieron en una referencia inequívoca para todos los involucrados en la industria cinematográfica.

El hombre que revolucionó la industria del cine.

Nació en Brooklyn en 1899 en una familia de inmigrantes judíos-alemanes. Desde niño fue diagnosticado con una enfermedad congénita del corazón que, de acuerdo con los doctores, lo condenaba a no vivir más allá de los 30 años. Dejó la escuela al graduarse de secundaria para trabajar como empleado en una tienda, mientras aprendía mecanografía y español en una escuela nocturna.

Poco tiempo después fue contratado como secretario en las oficinas de Universal Pictures, donde transcribía las notas y redactaba las cartas del Presidente del estudio, Carl Laemmle. A través de la correspondencia, comenzó a aprender cómo se hacían las películas (sin jamás haber pisado un set) y poco a poco comenzó a hacer sugerencias para mejorar el sistema, impresionando a Laemmle, quien decidió llevarlo a Los Ángeles durante un mes para que viera cómo era el proceso de filmación.

La habilidad del chico para comprender y explicar los problemas y las ideas que tuvo para aumentar la calidad mientras bajaba los costos, hicieron a Laemmle tomar la decisión de nombrarlo Gerente General en 1919. Thalberg tenía apenas 20 años de edad.

A pesar de su corta experiencia, Thalberg impresionó a todos los que trabajaron con él. Lionel Barrymore, uno de los más reconocidos actores de la época, mencionaba que “solía ir a su oficina con la idea de que estaba dirigiéndome a un niño. En un instante, era yo quien me sentía joven y sin experiencia, salía de ahí sintiéndome como su discípulo.”

Thalberg fue pionero en llevar las grandes obras de la literatura y las más respetadas obras de teatro al cine. El autor y novelista George S. Kauffman, en una carta a Groucho Marx, describía a Thalberg diciendo: “Ese hombre jamás ha escrito una palabra, y aun así puede decirme exactamente qué hacer con una historia. Estoy impresionado, no sabía que existía gente así en la industria del cine”.

Sus habilidades eran innegables. El escritor y director Hobart Henley observó: “Si algo que parecía funcionar en el guion resultaba no verse tan bien en la pantalla, iba con él y de inmediato me daba la solución, es brillante. Irving tiene un sexto sentido sobre los manuscritos, es como un doctor de películas, si algo no funciona bien, él pone sus manos en el proyecto, se rehace y escuchas sus sugerencias. Tiene habilidades misteriosas.”

Durante sus tres años en Universal Pictures, supervisó más de cien películas, reorganizando el estudio, mejorando notablemente la calidad de los proyectos y generando un gran margen de ganancias para la compañía, teniendo utilidades en cada película.

Un ejemplo de esto, fue un proyecto generado por el mismo Thalberg, quien presentó la idea de llevar al cine una de sus historias literarias favoritas: “El jorobado de Notre Dame”, pero proponiendo presentarla como un espectáculo artístico en vez de centrarse en el horror. La película se convirtió en el mayor éxito comercial en la historia de Universal hasta ese momento.

No todo fue calma en su periodo como Gerente, famoso fue su enfrentamiento con Erich von Stroheim, uno de los más grandes directores de la época. El primer llamado de atención se dio por la duración y el excesivo presupuesto de “Esposas frívolas”, el rodaje de la película fue suspendido por exceder notablemente su presupuesto y por decisión de Thalberg, el corte final se redujo de seis a tres horas.

En su siguiente película, “Merry-Go-Round”, después de no mantener su promesa de respetar el presupuesto, el famoso director fue expulsado a la mitad de la grabación. Era la primera vez que un director era despedido y alteró el balance en la industria, dando el poder a los productores y fortaleciendo la figura de Thalberg.

Tras su etapa en Universal, salió para integrarse a un nuevo proyecto, al ser contratado como Vicepresidente de un pequeño estudio: Producciones Louis B. Meyer. Thalberg fue figura principal en la fusión con otros dos estudios y la creación de la Metro-Goldwyn-Meyer, de la que fue su Co-Propietario, Vice-Presidente y el responsable de la Producción.

Durante sus doce años en el cargo, supervisó la creación de cientos de películas combinando la calidad artística con el éxito comercial, convirtiendo a la MGM en el estudio más exitoso en Hollywood, posición que mantuvo hasta la muerte de Thalberg.

Lawrence Weingarten, quien fuera su asistente, recordaba que “Thalberg dirigía las películas en papel, supervisando todos los detalles, luego los directores simplemente las grababan”.

Inventó algo imprescindible hoy día como los “previews”. Proyectaba la película a un grupo de personas para ver sus reacciones, comprobar qué funcionaba y qué no llegando en algunas ocasiones a volver a rodar escenas o cambiar el guion. Impulsó la construcción de grandes sets para evitar los gastos de grabar fuera de los estudios.

Como productor, Thalberg fue el responsable de grandes éxitos de crítica y taquilla, entre los que destacan “Ben-Hur”, “Gran Hotel”, “Motín a Bordo”, “Mata Hari”, “San Francisco”, “Tarzán de los Monos”, “Una noche en la Ópera”, “Romeo y Julieta” y “María Antonieta”, las dos últimas con la estrella Norma Shearer, quien se convirtió en su esposa.

Pero también se caracterizó por su progresismo, tomó retos como el impulsar la producción de “Hallelujah”, de King Vidor, que en 1929 fuera la primera película con un reparto enteramente de actores afroamericanos. Thalberg declaró en su momento “dudo que nos haga ganar un solo dólar, pero no me preocupo por eso, es una película importante y MGM puede permitirse un experimento ocasional”.

Fue el principal impulsor del sistema de estrellas, catapultando las carreras de Clark Gable, Greta Garbo, Jean Harlow, Los Hermanos Marx, Luise Rainer, Wallace Berry o Joan Crawford, además claro de la de su esposa, Norma Shearer y, de manera notable, la de Marie Dressler, quien a pesar de tener 60 años, se convirtió en la mayor estrella de Hollywood y la que más dinero generó hasta su muerte a los 65 años.

Durante la Gran Depresión de 1929, supo que el público tenía recursos limitados para ir al cine, por lo que fue enfático en mejorar la calidad de las películas y fue el primero en juntar a dos o más súper estrellas en una misma película. El mejor ejemplo de lo anterior es “Gran Hotel”. En este periodo, MGM fue el único estudio que presentó ganancias en todos los años de la crisis.

Su corazón resistió más de lo que los doctores estimaron, pero en 1937, un 14 de septiembre, mientras trabajaba en la película de culto “Un día en las Carreras”, la noticia de su muerte invadió los medios. Todas las estrellas de Hollywood de la época, los principales directores y los jefes de todos los grandes estudios acudieron a su funeral.

Un año después de su muerte, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, creó el Premio Irving G. Thalberg, el único que entrega la Academia que no tiene la forma de un Oscar. El premio no es anual, se entrega únicamente cuando se considera pertinente a “productores creativos cuyo trabajo refleja un alto nivel de calidad consistente” y es considerado el más grande honor que se puede recibir. Y es que precisamente Thalberg se caracterizó por ser un productor muy minucioso y sus películas tienen un tratamiento de imagen muy peculiar. En las nueve primeras entregas del Oscar, mientras Thalberg vivía, cuatro veces las películas de la MGM producidas por él se alzaron con la victoria.

Productores como Billy Wilder, Steven Spielberg, Walt Disney, Stanley Kramer o Alfred Hitchcock han sido galardonados con este premio. Los dos últimos se otorgaron a Kathleen Kennedy y Frank Marshall en 2018.

Películas como “Babylon”, “El último magnate”, o series como “Hollywood” no escapan de referenciar a este icónico personaje, figura central en el Hollywood de los primeros años.

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Acerca del autor

Jose Roberto Ortega    

El cine es mi adicción y las películas clásicas mi droga dura. Firme creyente de que (citando a Nadine Labaki) el cine no sólo debe hacer a la gente soñar, sino cambiar las cosas y hacer a la gente pensar mientras sueña.


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