Jesucristo Cazador de Vampiros: ¡Que Deus nos ampare!
Bendito el hombre que confía en mí, que soy el hijo de Dios y he venido a librarlos a ritmo de Pray to live de cuánto chupa-sangre se cruce en el camino. Amén.
Cinescopios 2:9-10
Mis queridos lectores, espero estén disfrutando los días de asueto, mismos que en teoría deberían consagrar –en caso de ser creyentes- a reflexionar, meditar y valorar el sufrimiento de Chuchito en la cruz y no a andar en el relajo atiborrando las playas, bares y otros tantos lugares de perdición. En fin, luego no anden llorando cuando los atoren en el purgatorio.
Dado que hasta en el día más santo hay cabida para el chacoteo, mi sugerencia cinematográfica para éste fin de semana, va dirigida a quienes aburridos al saber que por milésima ocasión transmitirán Ben-Hur, La pasión de Cristo, El mártir del calvario y demás películas bíblicas, voltean los ojos como huevo cocido en señal de hartazgo.
La recomendación de hoy –aclaro para evitar ser crucificado- solo tiene el fin de que pasen un rato de blasfemo y sacrílego entretenimiento.
Resulta que en los tiempos modernos, las lesbianas son víctimas de una horda de vampiros comandados por un científico loco. Pero no os preocupéis mis queridos feligreses, porque el cura del pueblo ha encontrado la santa solución: Invocar a Jesucristo nuestro señor ¡Bendito sea Deus!
Yisus (un tal Phil Caracas) que en un principio aparece como lo conocemos con larga cabellera, barbado y vestido con túnica calzando tenis, cambia de look para no ser reconocido por el enemigo. El chaparrito príncipe de los judíos en su segundo advenimiento, regresa con las pilas recargadas; maneja motocicleta y es un experto en artes marciales.
Misericordioso camina por las calles con pasito travoltesco sanando a los enfermos y reviviendo a los muertos; el rebaño baila y canta mientras sigue a su pastor, hasta el momento en que la versión cutre de Jesucristo Súper estrella pide apoyo para vencer a las fuerzas del mal. Como suele suceder y así será por los siglos de los siglos, todos lo abandonan ¡Ingrata humanidad!
Al grito de “¡Que inicien las conversiones!”, Yisus en peleas de risa loca descuenta a decenas de vampiros punketos que bajan de un auto, sí, leyeron bien, los extras aparecen de manera arbitraria una y otra vez en lo que parece un interminable combate.
No obstante, ni siquiera la ayuda de María Magdalena, perdón, quise decir de Mary Magnum, apóstol de los apóstoles, algo así como una Emma Peel de la serie televisiva Los Vengadores, es suficiente para que el Nazareno cumpla la misión encomendada. Deus al ver que a su hijo lo han dejado para el arrastre otra vez, le envía a un aliado infalible, nada más y nada menos que el célebre, multi requerido, archiconocido –incluso más que Yisus- defensor de las causas justas ¡El Santo!
Queridos hermanos, Jesucristo cazador de vampiros (2001), dirigida por el canadiense Lee Demarbre, es una película clase Z destinada a convertirse en obra de culto.
La cinta de ínfimo presupuesto y pésima calidad en todos los aspectos (fotografía, música, efectos especiales, maquillaje, edición, etc, etc), donde resaltan las exageradas actuaciones de un grupo de cuates incondicionales del realizador, no puede ser considerada una porquería sin sentido, porque es claro que todas y cada una de las fallas son intencionales. “Hagamos una película que se vea chafa, malísima, de esas que de tan malas son buenas” no lo dijo Lee Demarbre pero seguro lo pensó.
Jesucristo cazador de vampiros es una comedia satírica e irreverente dirigida tanto al más ateo, como al creyente que no encuentra ningún agravio en reírse de las figuras y preceptos religiosos (Ojo, era el año 2001 y aún no estaban de moda los memes), basta escuchar el discurso final del protagonista para darse cuenta que Demarbre no es tan hereje como parece en un principio.
Parodia-homenaje al género gore y al cine de explotación setentero de nula calidad artística y estética, que gracias a su bajo presupuesto y chusca-inventiva (hay muertes realmente ingeniosas) consigue momentos de efectivo humorismo absurdo. También es evidente el conocimiento que tiene el realizador canadiense del cine mexicano más chafón, en específico el de luchadores. Una verdadera puntada que El Santo (personificado por un panzón llamado Jeff Mott) sea quien le entre al quite para robarle cámara al mesías.
Y aunque me piquen las costillas con una lanza y me flagelen escuchando rolas de Arjona, debo decir que este subproducto tiene varios elementos para hacernos pasar un rato más entretenido que, la mayor parte de la filmografía de Robert Rodríguez sin importar que el chicano cuente con mayor presupuesto y actores famosos a su servicio, ni que decir de los bodrios escatológicos de Adam Sandler o los hermanos Wayans.
Dicho lo anterior, solo me queda pedirles que después de verla recen tres Aves Marías y un Padre Nuestro por aquello de las benditas dudas.
Podéis ir en paz y que Deus me perdone.