Joker: Folie à Deux – Una piltrafa cómica mágica y musical
Joker: Folie à Deux es uno de esos extraños casos en los que tanto el público como la crítica coinciden en que esto es un desastre, así que lo fácil sería “patear al payaso” sin una razón válida, pero tenemos que ir un poco más allá de este fracaso que, aunque falla en casi todos sus rubros, el más notorio y que termina por sepultarla es la falta de balance y cohesión entre sus géneros propuestos.
Recordando una plática que tuve en una conferencia de prensa con Fernando Frías (director de Ya no estoy aquí), él comentaba que cuando tienes una cantidad de subgéneros navegando en tu película, para darle articulación era importante manejar una buena cohesión en los hechos a nivel narrativo y, lo más importante, apoyarse en la edición y la fotografía para que estas sean las que te marquen la pauta. El objetivo es que el resultado final no se sienta desproporcionado o saturado. Al ver Joker: Folie à Deux recordé las palabras de Fernando, pero no como una especie de atributo, sino como un defecto.
Joker: Folie à Deux continúa la historia de Arthur Fleck y, ya de entrada, rompe con el final abierto de la primera al establecer que Fleck fue el culpable de todos los disturbios en Gótica y del asesinato de Murray Franklin. No conforme con traicionarse a sí misma y revelar el aura de misterio que, de cierta manera, hizo “relevante” a su primera parte, la secuencia inicial avisa que la “seriedad” con la que el tema de los trastornos mentales fue tratado ahora será completamente rota para inclinarse hacia las payasadas y la fantasía, convirtiendo a Joker en un Looney Tune. Ahora, si la película hubiera seguido ese camino y hubiéramos visto un Arthur mentalmente más inestable que hubiera recurrido a la ficción más caricaturesca y absurda, quizás la propuesta, con todo y traiciones, habría sido bienvenida. Por desgracia, Phillips se acobarda y por momentos regresa al estilo thriller psicológico “edgy”, insertando musicales sacados completamente de la manga y sin ninguna conexión con la narrativa, para intentar dar la vibra bizarra del prólogo que, por cierto, nunca funcionan como una especie de mundo paralelo (o de surrealismo región 4). Phillips utiliza el truco más viejo y gastado al hacer que estos momentos formen parte de la imaginación del personaje, un reflejo de que los guionistas son sumamente perezosos.
Como resultado, la historia transcurre paralelamente en dos géneros (el musical y thriller) sin nunca definir el tono principal y sin marcar las pautas. Como consecuencia, Joker: Folie à Deux se siente incomoda y fuera de lugar en todo momento, como un collage de videos que se copian y pegan sin conexión. La pésima escritura impone sucesos que se generan sin ninguna explicación, como el hecho de que el romance entre Harley y Arthur se desarrolla fugazmente, que la mayoría de los personajes cambien sus motivaciones a conveniencia, que la trama de la segunda parte es capaz de traicionar lo planteado en la primera parte con tal de generar tensión (como el caso de Arthur, que, aún con un expediente clínico que comprueba sus padecimientos mentales, se le decide hacer un juicio porque “está mintiendo”, lo cual es inverosímil). Toda esta serie de incoherencias se acompañan de una fotografía que, si bien es preciosa desde la parte de iluminación y color, narrativamente es hueca, pues fuera del aspecto superficial no ofrece un distintivo adicional entre los dos lenguajes.
El montaje tampoco ayuda, pues el director no propone ninguna transición para trasladar la perspectiva exterior a la mente de Arthur, un elemento importante cuando jugamos entre dos mundos o la narrativa se mueve entre dos líneas de espacio-tiempo. La flojera en el terreno técnico es tanta que se recurre a reciclar los fotogramas de la primera película, insertar escenas al estilo retrospectiva de serie de televisión. Hasta el score es un copy-paste sin ningún distintivo (y el soundtrack repite 500 veces “That’s Life”). La falta de articulación técnica, combinada con la poca lógica interna, sumado a que los huecos narrativos y la falta de balance entre dos estilos, terminan por ser la receta perfecta para el desastre de una cinta cuyas carencias se notan desde los primeros 15 minutos.
La falta de equilibrio afecta también a la ejecución de Joker: Folie à Deux, pues cada secuencia se siente forzada, y poco orgánica, especialmente las musicales. Para efectos comparativos rápidos, la primera parte nunca aspiró a ser como tal una película de este género y, sin embargo, tiene momentos musicales mucho más icónicos (“Rock and Roll Part 2”, “That’s Life”, “Smile”). Esto se debe a que iban acorde a lo que la historia contaba, un elemento que se pierde por completo en esta secuela.
Pero lo peor es que todo lo rescatable de la primera parte, en la cual el punto principal era retratar y hacer conciencia de la gravedad de las enfermedades mentales, así como la poca importancia que socialmente le damos en todos los terrenos, es destruido con un desarrollo del personaje patético y con una secuela que si ni siquiera sabe en qué tono cantar la nueva melodía, menos aún la letra que quiere transmitir (y si creen que el thriller judicial no se puede mezclar con un musical, les recuerdo que ya se hizo una obra llamada Chicago).
En el terreno de las actuaciones: Lady Gaga y Brendan Gleeson están completamente desaprovechados gracias a la escritura barata de sus personajes. Harvey Dent es un florero. Aunque el payaso mamón de Joaquin Phoenix actúa bien (a secas), termina por ser cansado verlo con las mismas expresiones desde hace 5 años (Beau Is Afraid, Napoleón). Tal parece que su carrera poco a poco se va cerrando a interpretar papeles (incluso si no se requiere) de personajes con problemas psicológicos. Pero eso sí, el señor “abandono proyectos a la mera hora” se da el lujo de tirar papeles distintos y dejar a toda una producción tirada a la basura y a cientos de personas sin fuente de trabajo.
Calificación
Guion: 1.0
Dirección: 1.2
Actuaciones: 1.4
Extras: 0.3
Calificación final: 3.9
Joker: Folie à Deux tiene un sinfín de errores que la convierten en una de las peores películas, no solo del 2024, sino incluso de los últimos cinco años. Irónicamente, hace ver a su predecesora como una obra maestra, y probablemente no le pida nada a los bodrios que a últimas fechas ha sacado “Miguelito” con Marvel.
¿Qué habrá pasado aquí? ¿Todd Phillips odia lo mainstream y a propósito hace malas secuelas para evitar su continuidad (con The Hangover hizo casi lo mismo)? ¿Le dio una pereza absoluta hacer algo decente y solo cobró el cheque? ¿Quiso ponerse experimental? ¿O en Warner Bros se están aventando una competencia de ver quién hace la peor secuela? O, simplemente, es un director limitado y la primera parte fue un golpe de suerte ayudado también por la calca que hizo de la filmografía de Scorsese.
Sea cual sea la respuesta, “el show cómico mágico musical” del Bromas o la carabina de Todd es todo un desastre de proporciones épicas, que dan ganas de fingir demencia y pensar que, al igual que el profesionalismo de Joaquin Phoenix en 2024, nunca ha existido. Hubiera preferido que Todd Phillips se fusilara Chicago (así como lo hizo con King of Comedy y Taxi Driver para la primera parte) antes de entregar esta piltrafa.
1 Comment
Le va a pasar lo mismo que con Pacific Rim: nunca tuvo una secuela.