Joker: Folie à Deux – Un actor más maldecido por el payaso
¿Cómo olvidar el fenómeno que fue “Joker”? Dio una perspectiva diferente a un subgénero gastado y sin ideas, ganó numerosos premios (incluyendo el León de Oro y el Oscar a mejor actor) y todavía despierta discusiones entre el público. Mientras tanto, los críticos no tienen reparo en seguir diciendo que es poco original y que resalta el poco o nulo interés del espectador casual en ver joyas del pasado, que la única forma de animarlos a ver “Taxi Driver” es poniendo a un personaje de cómic como protagonista. Sea cual sea la postura de cada uno, es innegable que Todd Phillips marcó un punto y aparte en la historia del superhéroe, y 5 años después regresa a ese mundo con “Joker: Folie à Deux”. Las críticas mixtas en Venecia no sólo fueron una advertencia, fueron un llamado a la retrospectiva.
La primera regla al momento de realizar una secuela es hacerse la siguiente pregunta: ¿Hay algo más que deba ser contado? Phillips aseguró que sí, en este caso intenta justificar las causas y consecuencias que llevaron a Arthur Fleck a desembocar los eventos de la primera. Sin embargo, pronto uno se da cuenta que este ahondamiento no puede perforar más el subconsciente de lo que antes había mostrado, pues redunda en muchos de los temas de antes como las enfermedades mentales, la desatención del sistema de salud, la falta de empatía al paciente y el uso de la imaginación o locura para poder aguantar la vida diaria. Es fácil adivinar que el chicle se mastica y estira demasiado cuando empieza a meter escenas de la antecesora, lo que aumenta las dudas sobre si en verdad había algo más que contar.
La supuesta aportación viene en convertir todo esto en un drama judicial que por un tiempo sostiene el ritmo e interés en gran parte por la participación de Catherine Keener, pero tan pronto su personaje sale se vuelve un circo digno de los que hacía Larry Flynt. Aunado a que es predecible el veredicto al que llegará el jurado, cualquier sorpresa o variación se desvanece rápido hasta los últimos momentos, donde al menos trata de dar cierre a la historia principal. Da gusto volver a ver a ciertos personajes de la película anterior, pero son más placebos temporales. Por cierto, andar rompiendo la cuarta pared diciendo que “hicieron una película del personaje que fue un éxito” suena ególatra y no hace más que acentuar el estancamiento narrativo en el que yace.
¿Y qué hay de los musicales? Aquellos que prometían darle un nuevo giro refrescante a la trama principal no son más transiciones que por momentos cortan el ritmo y no tienen cohesión argumental. La idea no sonaba mal al inicio, desde los primeros segundos plantean cómo van a funcionar y dan a pensar en la forma en que van a estructurarse y entrar en la trama, todo mediante una paleta de colores más vívida que explicaría más el estado mental de Arthur y su obsesión con Harley. Pero la dirección provoca que rompa sus propias reglas muy rápido cuando los personajes cantan de la nada en la realidad, luciendo muy fuera de lugar y causando acciones más propias de los Looney Tunes (por cierto, hay mucho uso de estos personajes en el transcurso de la historia. ¿Qué están insinuando?). Todo esto da a pensar que la volvieron musical sólo para escuchar a Gaga cantar. Por este cambio, la banda sonora de Hildur Guðnadóttir no resalta tanto como antes.
La dirección también causa una degradación para Arthur. Si bien Joaquin Phoenix conserva algo de integridad y todavía tiene conocimiento del personaje, tal parece que ganar el Oscar le afectó mucho. Luce más desgastado y descompuesto, carente de la presencia impactante de antes, y si se agrega que Arthur ha decaído en un ser patético, aniñado y falto de atención, los daños parecen ser permanentes. Lady Gaga destaca más como Harley Quinn, esta vez encarnada como una fanática obsesiva con el Guasón, pero está completamente desperdiciada por falta de tiempo en pantalla. Además de la ya mencionada Catherine Keener, quizás pueda rescatarse el trabajo de Brendan Gleeson en un papel secundario, pero que remite a algunos momentos de la original.
Llamar a esta película decepcionante es quedarse corto, es una historia que difícilmente justifica su existencia y que ni de cerca tendrá el impacto que tuvo la original. Incluso les da la razón a los detractores en la recepción del público y las premiaciones ganadas, lo cual degrada a la antecesora como una moda pasajera que ganó todo porque era el foco de atención en ese entonces. Pero al menos la original permanecerá en el imaginario colectivo como la instancia en la que los superhéroes fueron tomados más en serio y que le dio protagonismo a un villano (“Split” lo hizo primero, pero eso es otro tema), en cambio es más seguro que esta secuela pase al olvido como un intento de repetir lo que funcionó sin saber por qué funcionó en primer lugar.