Joyas Ocultas de la Animación: Batman Ninja
Nunca fui fan del anime. Cuando estaba en primaria, era el niño raro que se aislaba de los demás porque se ponían a hablar del episodio de la noche anterior de Dragon Ball, cuando yo había visto Los Simpson (en plena época de su apogeo). Mi señal de huida llegaba en el momento en que se ponían a intercambiar estampitas para llenar sus infinitos álbumes. No lo sé, simplemente hay algo en la cultura del anime que no llama del todo mi atención. Pero el diseñador e ilustrador en mí, admira la destreza que requiere llevar a cabo la parte visual de estos proyectos, así como el talento de los ilustradores que están detrás. Gracias a mi Chaparrita he podido disfrutar del trabajo de Studio Ghibli, referente obligado del cine animado, por la calidad gráfica y narrativa que tiene la mayoría de su curriculum (¿soy al único que saliva al ver las ilustraciones de comida de sus filmes?). Historias como “La Princesa Mononoke” y “Ponyo” han entrado ya en la lista de mis películas animadas favoritas. Pero hoy les vengo a hablar de un experimento en este rubro de la cinematografía que jamás hubiese imaginado y cuyo resultado fue un espectáculo visual que me hizo admirar aún más el poder gráfico y narrativo del anime: Batman Ninja.
¿Suena raro verdad? Uno de los personajes ficticios americanos más emblemático en una animación japonesa, completamente ajeno a su medio. Pues no es la primera vez que el país del Sol Naciente tiene un leve affair con el Caballero de la Noche. En los psicodélicos años 60’s, Adam West bailaba el bati-twist y era un gran éxito comercial no sólo en Estados Unidos, sino también en Japón. Viendo un tremendo negocio en las caderas de West, la editorial Shonen Gahosha adquirió los derechos para lanzar sus propias historias de Batman de la mano del artista Jiro Kuwata. Las aventuras del Bat-Manga! presentaban algo completamente nuevo para los fanáticos. No era un Batman deprimido, pero tampoco una caricatura como el de West, y su galería de villanos era completamente distinta a los ya conocidos. En eso radica el éxito y el status de culto que esta saga guarda hasta el día de hoy. ¡En la bati-novedad! Que flojera es que te den a leer y ver siempre lo mismo y que tanto las editoriales como las casas productoras se adhieran tercamente a una misma maldita fórmula. Haciendo caso a esto y regresando al ya mencionado exitoso experimento del pasado, Warner Bros. decidió contratar al director Junpei Mizusaki para traernos un refrescante enfoque del Hombre Murciélago. Y ¡santos Laguna, Batman! ¡Qué bien les salió!
En una pelea contra Gorilla Grodd en el Ásilo de Arkham, Batman queda atrapado en un motor de viaje en el tiempo de Grodd y todo el edificio es enviado al Japón Feudal. Una vez ahí, Batman es perseguido por un grupo de samurais que sirven al Joker y a Harley Quinn. Tras escapar, Bruce se topa con Gatúbela y ella le revela que todos habían llegado dos años antes que él. Durante ese tiempo, El Pingüino, Hiedra Venenosa, Dos Caras, Deathstroke y el Joker se han convertido en los señores feudales de diferentes provincias y han estado batallado entre si para controlar Japón. Pero Batman no está sólo, descubre que Alfred y su equipo viajaron con el Ásilo. Junto con Gatúbela, deberán llegar al motor de Grodd en Arkham y evitar que los villanos hagan un cagadero con la historia.
De entrada la historia es arriesgada. Generalmente, poner a más de un villano implica que ninguno luzca lo suficiente y se sientan sin cuajar correctamente. Pero vaya que les valió madre eso aquí y, aprovechando la popularidad con la que ya gozan estos personajes, se dieron el lujo de meter a ocho antagonistas y a siete héroes sin que la narración lo resintiera. De hecho, esta numerosa galería es uno de los elementos que más enriquece al filme en el aspecto visual. El diseñador Takashi Okazaki se dio rienda suelta en la creación del estilo gráfico de cada personaje. Buscando elementos en las más antiguas tradiciones de Japón, dotó a cada uno con un rico aspecto y atuendo, así como a sus villas y castillos. Haciéndolos uniformes entre si, pero únicos. Destaca, por ejemplo, el corte de cabello de Damian Wayne (Robin) que hace referencia al estilo que usaban los niños nobles (¿qué es más noble que ser el heredero Wayne?). Y la máscara usada por Jason Todd (Red Hood) es en realidad una canasta de paja llamada tengai que usaban los monjes Komuso, entre los cuales había muchos samuráis caídos.
El diseño de personajes y de escenarios, toma mucho del movimiento artístico japonés Ukiyo-e, que quiere decir “imágenes del mundo flotante”. El acabado a mano de los colores de fondo y el uso de texturas en elementos como el cielo, hace que todos parezcan por si mismos pinturas que bien podrían estar expuestas en alguna galería. Los fondos jamás están fijos y gracias a esto no se perciben como planos. Sumando a esta ecuación el empleo de técnicas de movimiento modernas, los animadores logran una perfecta comunión entre el medio manual y el digital. Entre lo que más resalta, es la parte del intermedio con fondos acuareleados y trazos más básicos de los personajes, con una animación más tradicional que el resto de la película. Esta secuencia sirve como un perfecto descanso visual a la vez que cuenta una de las partes más significativas de la narración.
Batman Ninja resulta una novedosa y obligada propuesta en el cine animado de este año. No sólo rinde homenaje al arte clásico japonés, sino que también al anime Mecha y al Batman de la edad de oro de los cómics. Lamentablemente no estuvo en cines por ser parte del cine animado de DC que se lanza directamente en dvd y plataformas digitales. Pero buen pretexto me dio que la subieran este mes al catálogo de Netflix para poder por fin escribir de ella, y a ustedes para que la vean. Ni Goku y Naruto juntos podrían detener a esta poderosa versión del Hombre Murciélago…because he is Ninja Batman!