Joyas Ocultas de la Animación: Flow
Ha habido un realce para la animación en todas las partes del mundo. Ahora que las grandes casas productoras estadounidenses ya entregaron casi todo lo que había en su cronograma (a falta de algunas pendientes por estrenar), las compañías extranjeras tienen vía libre para lanzar sus trabajos al resto del mundo. En esta ocasión, por parte del director Gints Zilbalodis, es el turno de Letonia (aunque Francia y Bélgica tuvieron que echarle una mano) de revelar su carta para competir en las próximas ceremonias de premios: “Flow”.
A primera vista “Flow” puede parecer muy simple, es la historia de un gato obligado a dejar su hogar por una inundación y forzado a convivir con otras especies en un barco, sobreviviendo y adaptándose en un nuevo mundo donde la humanidad se ha extinguido. Sin embargo, tal como el agua, hay cosas ocultas debajo de la superficie que la hacen más profunda. Para empezar, la inteligente movida de prescindir de los diálogos y comunicar todo a través de las imágenes le da una atmósfera más calmada y un acercamiento más poético a la naturaleza que, junto con los diseños semirealistas, dan una apariencia y estética más cercanas al documental, pero sin olvidar que son dibujos, otorgándoles a los animales caras muy expresivas. La ausencia de diálogos también la vuelve accesible para todo público, de manera que es una buena opción para introducir a los niños a otros dibujos animados ajenos a lo conocido en esta parte del mundo.
“Flow” puede dar la impresión de que la animación parece poco acabada (a ratos luce como juego de PlayStation 3 por las pocas texturas del terreno y pelaje), pero a su favor, tiene un buen uso de la iluminación tanto en la superficie como en las escenas bajo el agua, que resalta la vibrante paleta de colores usada en los peces o los escenarios donde el clima toma más presencia.
Por la trama principal, es fácil intuir en “Flow” una alegoría al Arca de Noé y muchos de los temas de la famosa historia bíblica aparecen (la amistad, la esperanza, el trabajo en equipo y la colaboración entre distintas especies). De hecho, cuando el viaje tiene un buen trayecto, es cuando empieza a meter simbolismos que funcionan como homenaje al cine de Aronofsky o Tarkovsky (pero sin presunción o ritmo lentísimo). No hay ninguna explicación sobre la desaparición de la humanidad, pero tampoco lo necesita y deja libre la interpretación al espectador, fomentando la imaginación del niño y el adulto.
Si bien no se puede hablar de personajes como tal, cada miembro de la tripulación en “Flow” tiene una personalidad definida y un rol que cumplir, por el estilo escogido se ven y comportan como animales reales, un aporte que se agradece mucho porque evita un recurso tan usado. De esta manera, hay que poner atención a la sutileza de los ojos, gruñidos y movimiento corporal para compensar la falta de diálogos. El gatito podrá ser el protagonista, pero quienes se roban cada escena son sus compañeros: un perro que quiere jugar con los demás, un lémur recolector de objetos, un capibara cuya serenidad lo hace llevarse bien con todos (igualito al animal real) y un ave secretaria como el miembro más “normal” del grupo.
Ágil y arriesgada, “Flow” es una de las sorpresas del año al ser una de las mejores animaciones dedicadas a la naturaleza, una variante surgida desde que Disney llevó “Bambi” al cine. Una cinta que vale la pena darle una oportunidad porque dejará a niños y adultos satisfechos y que es capaz de dejar legado e influencia a futuro.