Joyas Ocultas de la Animación: Night on the Galactic Railroad
La animación japonesa siempre da de qué hablar por esa mezcla de peculiaridad y misticismo que rodea su cultura, resultando en obras que evocan sentimientos familiares de manera distinta a la usual. Por esto mismo, la sensación que dejan llega a ser más similar a la incertidumbre, y por lo tanto, no suelen tener una comprensión total de su narrativa hasta una segunda revisión. E irónicamente, el impacto inicial del estilo visual y la carga temática no alientan a volverlas a ver. Pero en muchos casos es vital animarse a darle otra oportunidad para captar todo el contenido, y esto es el caso de “Ginga Tetsudo no Yoru” (Night on the Galactic Railroad [Noche en el Tren Galáctico]).
Dirigida por Gisaburo Sugii, basada en la novela de Kenji Miyazawa y estrenada en 1985, cuenta la historia de Giovanni, un niño que es víctima de acoso escolar debido a su condición social. Él es un niño pobre, tiene que trabajar luego de la escuela, y el dinero que gana sirve para comprar medicinas para su mamá. Por si esto fuera poco, su papá, que está desaparecido y probablemente muerto, es objeto de ridículo en el pueblo. Sin embargo, a pesar de las burlas, siempre tiene a su lado a su mejor amigo, Campanella. Durante un festival nocturno, Giovanni, paseando, se queda dormido, hasta que aparece un misterioso tren al que decide subirse. Junto a Campanella, ambos se embarcan en un viaje que los marcará para siempre.
Y en caso de que se pregunten si hay alguna razón por la que los protagonistas son gatos, no, es un detalle meramente estético.
Una extraña película que ha cobrado más relevancia con los años, pues las personas que la han visto hablan con recelo de la experiencia que tuvieron al verla, y es que esta historia es difícil de digerir, tanto por su temática como por la atmósfera que rodea el contexto. Hay simbolismos alrededor de temas como el universo, el existencialismo, la religión y la trascendencia los que la vuelven única en su clase, pero también se apoya en una ambientación general de misterio capaz de transmitir miedo, perplejidad y maravilla a lo desconocido, reforzado por la banda sonora de Haruomi Hosono.
Aunque la cinta carece de una narrativa común, se explaya con un estilo visual que evoca la fantasía y el surrealismo, mostrando diferentes escenarios que hacen infinitas las posibilidades: un fósil gigante, un campo donde garzas son convertidas en frutos o una alusión al hundimiento del Titanic. Debido a esto, el viaje es fascinante, pero deprimente, la actitud de asombro de sus lindos gatitos protagonistas contrasta con el tono melancólicamente lúgubre del recorrido transdimensional. Sin revelar nada importante (es mejor verla sin saber nada), la escena final es brutalmente desgarradora y deja pensando en el misterio que hay en el vasto vacío de esa oscuridad perpetua.
Puede ser lenta, algo monótona, y como toda animación japonesa, tiene momentos que pueden considerarse relleno, es una película a la que vale la pena echarle un vistazo y verla con la mente abierta, ya que es una experiencia que nadie puede perderse. Sin embargo, si usted es una persona muy sensible o que tiende a la depresión con facilidad, es recomendable verla acompañado con alguien más.