Judas and the Black Messiah: El evangelio de la Pantera Negra
Es tan curioso como vergonzoso, pero Judas and the Black Messiah es todo lo que Spike Lee ha querido filmar desde 1992 y no ha podido, ya sea por su misma ideología “extremista” o bien por qué siempre ha sido un influyente más mediático que directivo (en este último rubro siempre ha sido bastante malo e inflado), queda claro que incluso en la misma temporada fílmica de “Da 5 Bloods” lo hecho por el novato Shaka King no solo deja ver a Lee como un novato berrinchudo, sino que también a la par se proclama como uno de los testimonios fílmicos de protesta más relevantes, objetivos y despiadados de los último años.
Aunque la comparación de argumentos es totalmente ignorante, traigo a Lee a la colación por qué como bien lo mencionó mi estimado colega Teddye Zapata: “esta cinta es resultado de la influencia y trabajo de Lee en todos estos años”, al menos en este aspecto dando frutos considerables si nos paramos a analizar todos los valores tan fílmicos como sociales del film en cuestión.
Tomada de manera curiosa para la temporada de premios 2020 a pesar de ser una producción 2021 (resultado del poco cine de calidad que se produjo), Judas and the Black Messiah si es uno de los mejores films de la temporada gracias principalmente a su arriesgada crudeza que exhibe tópicos políticos y sociales desarrollados con poca sutileza, pero gran valía narrativa: Estamos ante la historia del asesinato del líder del partido de las Panteras Negras, Fred Hampton, planeado por una misión de infiltración por parte del FBI a partir de la amenaza revolucionaria y “socialista” que su figura suponía para el gobernó y el sistema de los Estados Unidos ante las radicales respuestas de los asesinatos de Malcolm X y el Doctor King, el creciente racismo, la impunidad y por supuesto la guerra de Vietnam.
El gran valor del film radica en su título (me encanta cuando en este se exhibe una coherencia simbólica con la narrativa), pues la historia esquiva los lugares comunes del biopic para centrarnos en el traidor, en el “Judas”, un personaje que es desarrollado de manera muy astuta y acorde a su misteriosa personalidad que radica precisamente en no tener una; un ente errante sin ideología, creencia o partido, justificado solo por el dinero y que al mismo tiempo dibuja una cierta introspección psicológica y humana por parte del guion del mismo Shaka King, que intenta dar una explicación a las cuestionables, osadas y viles acciones del mismo a favor del FBI y un sistema racista y opresor.
Por otro lado, Shaka no quita el dedo del renglón en la “posible” amenaza, dibujando a un Fred Hampton igualmente “cuestionable” en su discurso y que muchas veces chocaba con sus propias acciones o hasta inseguridades provistas por la ficción del argumento, una construcción mucho más mística (por así decirlo) y emocional para crear el nexo con aquel “Mesías”, y consecuentemente hacer que esta comparación “religiosa” funcione de manera eficiente… y brutal.
Producida también por uno de los directores, guionistas y figuras más prolíficas dentro del discurso social –racial actual, Ryan Coogler, hay también que decir que la historia cae en ciertos baches que más que proveer resta complejidad e importancia al “Mesías”, la principal de ellas la sub tangente romántica. Si bien esta historia no se siente artificial pero si ajena, el propósito de la misma se comprende en su secuencia clímax y final, haciendo que la “pareja” protagonice visualmente el momento cumbre y más devastador de la cinta, proveyendo no solo de una emoción desgarradora, sino también de una de las mejores escenas del cine 2020 – 2021.
Las actuaciones son sin duda sobresalientes. LaKeith Stanfield transmite la miseria humana en la que se mueve su personaje, la cual es complementada con algunos episodios de material documental que hasta el último segundo del metraje completan la compleja estructura de aquel infiltrado. Sin embargo quien se lleva las palmas es Daniel Kaluuya como Hampton, teniendo un par de momentos en los que brilla tanto de manera dramática como emotiva, sujetos a los discursos que definieron la fiereza y personalidad del líder de las Panteras a través de su corta y revolucionaria vida, uno de ellos en particular, siendo el que muy posiblemente le pueda otorgar tanto el Globo como el Oscar al mejor actor de reparto (lo cual sería más que merecido)
A destacar también el diseño de producción de la época y la parte técnica y de su fotografía, en este último rubro resaltando el manejo de planos para cada uno de sus personajes principales, siendo Hampton enmarcado en primeros planos para sentir sus discursos y crear un nexo, mientras que para el “Judas” el uso de planos americanos, generales y medios para exhibirlo como alguien ajeno de empatía o comprensión.
Apenas el segundo film de Shaka King, habrá que seguir de cerca a este ahijado de Coogler, pues en la cuestión de dirección, el novato logra al final una de las secuencias más impresionantes y violentas del 2020 – 2021. En resumen, Judas and the Black Messiah no solo es un vehículo de buena narrativa y actuaciones, sino también un punzante discurso social que pega duro y concientiza.