Judy y el final del arcoíris.

Cuando empezaron a salir noticias sobre la biopic de Judy Garland que se iba a centrar en las últimas presentaciones en Londres y que además sería interpretada por Renée Zellweger, podríamos habernos ilusionado con un combo ganador, pero todo se desvanece después de la primera secuencia.

Cuando uno piensa en este tipo de películas donde se nos cuenta la vida o una parte de ella sobre algún icono de la cultura popular, uno de los primeros títulos que vienen a la cabeza es “La Môme” o como en todo el mundo se llamó “La Vida en Rosa”, en la que Marion Cotillard interpretó a la famosa Edith Piaf, que comparten ciertas similitudes las dos: Judy y Edith.

La vida de Garland fue tormentosa; estuvo expuesta a la vida del sistema de estudios actuando desde antes que cumpliera los 16 años, manejada por el mismísimo Louis B. Mayer, dueño del estudio y persona que se encargaba de dirigir su vida; él decidía con quien Judy iba a salir, que iba a comer y como debía de comportarse frente a los demás. Pasando por cinco matrimonios, el alcoholismo, la adicción a las pastillas, y el espaldarazo de los estudios al ya no querer contratarla por ya no ser “una cara fresca”, fueron factores que se fueron acumulando hasta su trágico final.

Sin embargo y con tanto que explotar, “Judy” se va por el lado del sentimentalismo fácil; uno de los principales problemas es que el director Rupert Gold, adapta una obra (End of the Rainbow), en la que aborda las últimas presentaciones de la cantante y actriz en Londres, su quinto matrimonio con Mickey Deans (Finn Wittrock), y la pelea por la custodia de sus hijos con su ex marido Sid Luft (Rufus Sewell), sin la intención de meterle algún estilo visual o técnico, como si solo se representara la obra y este pusiera las cámaras a grabar sobre el mismo teatro. La fotografía es completamente plana, como toda la película en general.

Todo el peso de la película está sobre los hombros de Renée Zellweger, el guion está escrito para el lucimiento de la actriz y esa es su única carta fuerte; muchos dirán que su actuación es una vil imitación en donde Renée solo toma sus manerismos, y expresiones faciales, pero déjenme no concordar con eso, pues lejos de que el trabajo de un actor en este tipo de películas, sea el de estudiar su personaje y dotarlo de “vida” por así decirlo, el trabajo de Renée va más allá de ser una mera imitación, sino que es la parte más difícil de realizar, ya que estás partiendo de alguien que conocemos. Simplemente no estás creando al personaje de la nada misma, y son en las escenas más íntimas donde ver el trabajo de Renée sobresale y en las que tiene más libertad de explorar con su personaje, al contrario de las escenas donde se le ve en público, las entrevistas o las presentaciones de su concierto.

La Judy Garland que nos muestran en la película es una mujer completamente rota, y que su único propósito son sus hijos, aceptando un trabajo que no quiere realizar solo para poder comprar una casa donde vivir con ellos, y aquí es donde Renée sobresale. Aplauso por los últimos diez minutos de la película, donde Renée pone toda la carne al asador y nos da una de las mejores actuaciones del año.

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