Killers of the Flower Moon: Gracias Martin, esto ES CINE
Tienes 80 años y a pesar de tu humildad, te sabes y reconoces como uno de los mejores directores de la historia. Eres un metodista, generas cine de alta calidad haciendo que cada plano, diálogo y secuencia aporte profundidad a tu relato; eres un amante del detalle, pues haces que cada uno de tus personajes maneje un entorno y una posición en tu encuadre, reluciendo la maldad, la manipulación, la redención, la vulnerabilidad; eres calculador con cada escena que diriges, pero al mismo tiempo permites que la naturalidad se apropie del momento, que tus actores dentro de su arquetipo habitual prolonguen su estatus regalando interpretaciones de alto nivel de nuevo bajo tu tutela. Te llamas Martin Scorsese, y como el maestro fílmico que eres, nos regalas un final de antología, de los mejores de tu filmografía, incluso dándote el lujo de hacerte un auto homenaje porque lo puedes, porque lo mereces, porque lo necesitamos. Joder, hiciste de nuevo cine.
Bajo las bases narrativas que siempre han acompañado su obra, Scorsese lleva a cabo un relato gansteril que encuentra otra vez un halo de originalidad dentro de su subgénero, estructurando bajo una pequeña y siniestra mafia, un llamado crítico a la sociedad americana sobre un suceso que nunca debió ser olvidado.
En su madurez como autor poco hay que reclamarle a la pretensión de llevar a cabo un metraje de tres horas y media, pues cada minuto funge como un engranaje que embona de manera perfecta dentro de este discurso que persigue no solo destapar uno de los episodios más violentos que se hayan dado en la historia estadounidense, sino también ejercer a través del discurso artístico un mensaje de redención y honor hacía aquellas víctimas borradas por el tiempo.
Basada en hechos reales, Killers of the Flower Moon cuenta la historia del exterminio de la nación Osage por parte de un grupo criminal que intentaría quedarse con sus derechos por aquella tierra que emanaba riqueza y petróleo. Scorsese divide su historia en dos estructuras o segmentos; la primera desarrolla el plan maquiavélico de aquella organización criminal, presentando a sus piezas, artífices, protocolos y accionar. Repleta de simbolismos, poco a poco se va desenmarañado la naturaleza de aquel núcleo, colocando de vehículo narrativo a un títere manipulado, poco inteligente y degradado, al cual Leonardo DiCaprio da vida con solvencia; la segunda parte se centra en la investigación de los crímenes, pero no desde un punto de misterio o suspenso (pues Scorsese no esconde secretos y revela el accionar desde su primera parte), sino desde el punto humano, de la dualidad entre la maldad y el amor, entre lo criminal y la bondad. La llegada del recién creado FBI aportará a esta parte también un importante dinamismo para que el espectador pueda crear ese nexo de interés durante un relato que se prolongará más allá de las tres horas.
Más allá de sus personajes y de la naturaleza mafiosa de su historia, Scorsese de nuevo utiliza sus dos de sus temas preferidos, desarrollándolos de manera catedrática y con lujo de detalles emocionales. El primero es la siempre compleja figura paterna, una manipuladora, proveedora del miedo, del respeto, pero también de la admiración (Goodfellas, The Irishman, Gangs of New York, The Color of Money, Mean Streets, Cape Fear), en la cual recaerá el principal conflicto del protagonista, el cual se debate entre dos familias y que al mismo desatará el otro aspecto a tratar, que es el enfrentamiento interno del tradicional antihéroe de Scorsese, donde la conciencia jugará un papel activo. Aquí se resalta un aspecto que si bien no es nuevo dentro de su filmografía (King of Comedy, Raging Bull), si es de mucha importancia para los fines de su desarrollo, y ese es que su protagonista en esta ocasión no es dotado de una inteligencia calculadora, sino todo lo contrario, siendo un ente ignorante que solo actúa en consecuencia de las circunstancias y de la manipulación de su entorno y allegados.
Por otra parte, Scorsese muestra un respeto a la nación Osage cautivante, denotando un relato objetivo y preciso de la construcción de dicha sociedad a raíz del oro negro, proyectando tanto su fuerza como su sensibilidad, su fiereza pero también su vulnerabilidad ante un cazador blanco sanguinario y devorador, y de donde emergerá un salvamento gubernamental acuñado en la figura de J. Edgar Hoover, pero también simbolizado de manera majestuosa en la otra protagonista, Mollie Burkhart, interpretada de manera excelsa por Lily Gladstone. El director construye alrededor de Mollie un relato de entereza y fortaleza femenina, ambos regalando una de las mejores actuaciones del año, y que de manera entrañable desemboca en un tributo del mismo director hacia ella y a toda su nación en el plano final.
De la parte antagónica hay tan poco y tanto que decir, pero quizá baste con mencionar que estamos ante otro inmenso Robert De Niro, que con cada aparición provee al relato de una profunda maldad acorde a los eventos que se van suscitando y que Scorsese proyecta de manera tan fría que no solo causan escalofríos, sino también aportan al propio dinamismo de la cinta con secuencias de impresionante diseño, ejecución e impacto.
La fotografía de Rodrigo Prieto se convierte en otro gran protagonista, capturando la esencia nativa de los Osage, pero también asumiendo que dentro de esta hay una creciente maldad no solo desde aquella sombra blanca que se ciñe sobre ellos, sino también la propia, al ser conscientes ellos mismos del riesgo en la pérdida de sus costumbres y por ende de su legado y descendencia. El mexicano hace un juego de claroscuros en alusión a las dualidades de sus propios personajes.
La música es tan sutil, casi imperceptible, pero que al mismo tiempo otorga una sensación de tensión y falsa calma, extendiendo aquella sensación de constante amenaza y dando lugar a que los sonidos de los tambores, rezos, diálogos y celebraciones tomen su parte protagónica en relación al pueblo Osage.
Hay poco que discutirle a Scorsese. Quizá su metraje a igual que en The Irishman abuse un poco de ciertas escenas que, si bien aportan, pudieron ser sacrificadas para un mejor ritmo, pero quiénes somos nosotros para juzgar a un Dios de la cinematografía, en otro nivel narrativo, en otro plano crítico y con la autoridad máxima para destruir a otros círculos de vacío entretenimiento. Si, Scorsese lleva a cabo “casi” otra obra maestra que solo podrá ser comparada con él mismo y su demás filmografía. Lo que es inobjetable es que Killers of the Flower Moon tiene uno de los más bellos finales de su carrera, y que definitivamente ES CINE.