Krampus: Casi un clásico navideño de terror light… casi
Si consideramos la baja calidad de la propuesta cinematográfica 2015, este sorpresivo cuento de terror navideño puede tomarse como una muy grata sorpresa y un poco más, una interesante y distintiva cinta de temporada que bien podría hacerse notar en el futuro como referente en una que otra lista de recomendaciones decembrinas.
Podemos definir lo hecho por el novato director Michael Dougherty (Guionista de X-Men 2 y la próxima Apocalypse) como algo astuto. A pesar de tomar un mito de terror poco conocido en occidente, el cineasta basa la estructura narrativa y la estética de su relato en las fórmulas que en los 80’sy en los 90’s ayudaron a variadas cintas de dudosa calidad a posicionarse en un estatus de culto. De esta manera tenemos una disfrutable gama de comedia – terror navideño que en su tono humorístico recuerda a la típica familia disfuncional de pobres angelitos que desean que todos se vayan al carajo; mientras que por el lado de la oscuridad tenemos una muy loable definición de terror light que remembra en algunos aspectos lo hecho por Joe Dante en los ochentas, pero con un agregado efectista que desde algunos de sus elementos bien podría causar un par de pesadillas para los más pequeños. Como es de costumbre, el previsible mensaje de amor y paz se hará presente, sin embargo antes de llegar a ese punto el espectador encontrará un toque de desesperanza y tragedia provista por un buen diseño de producción y ritmo narrativo que hacen a Krampus uno de los productos navideños más destacables de los últimos años.
¿Quién es El Krampus?
Krampus es un demonio que según el folclore alpino se lleva a los niños traviesos y malos al infierno durante navidad. El antónimo de San Nicolás, algunas costumbres aún profesadas en Europa y por supuesto el cine y la tv en la actualidad lo han vuelto a poner como tendencia.
En la cinta de Dougherty respeta a su criatura como principal valor y eje, un acierto desde su presencia hasta su monstruoso diseño que afortunadamente se equilibra más hacia lo orgánico (La botarga es terrorífica), dejando el CGI solo para secuencias dentro de planos generales. Mediante la inclusión de un corto animado (De excelente manufactura, por cierto), el cineasta presenta, delimita y desarrolla una amenaza que se cierne y se siente constante y amenazadora.
Pero recordemos que no estamos ante una cinta estricta de terror, y he ahí donde el joven director tambalea. Tras primero representar un tono cómico a través de su familia protagonista y el sentido de la pérdida del espíritu navideño (La secuencia inicia de créditos es extremadamente divertida), el halo humorístico suele hacer mucho contrapeso dejando que se pierda el suspenso durante muchos pasajes de su relato. No es que su propuesta entre la comedia y el terror lastime (El contexto es concebido y desarrollado de tal manera), sino que a veces, y repito, solo a veces, el humor se mete donde no le llaman echando a perder una ilación de tensión y horror que se antojaba más emocionante. Este desequilibrio al principio nos hace dudar si nos equivocamos al pagar boleto, pero créanme, que sobreviviendo la primera media hora del film, los recuerdos de un cine de terror light y de bajo presupuesto de mejores décadas se harán presentes atrapándonos con sus cadenas y botargas.
En el rubro actoral los inmiscuidos hace lucir decentemente los clásicos clichés familiares: Un matrimonio amoroso pero con problemas (Adam Scott y Toni Collete), el niño que deja de creer (Emjay Anthony), la abuela misteriosa que ya sabe de qué va todo pero no dice un carajo (Krista Stadler), el tío odioso y sus escuincles del demonio y la tía abuela sarcástica inaguantable (Una muy divertida Conchata Ferrell), sin embargo y como ya lo apunté, las criaturas demoniacas se llevan la noche: osos y muñecas poseídos, un payaso – oruga traga niños que termina siendo el verdadero deleite y elemento del horror, gnomos diabólicos que asechan la casa y por supuesto, su jefe y titiritero Krampus, siempre presente; todos ellos moldeados de manera tradicional y sin efectos que hacen contrapeso quizá con el elemento más absurdo y sobrado del film: unas computarizadas y traviesas galletas de jengibre asesinas.
Al final Krampus se sostiene gracias a la inclusión de elementos que crean añoranza y empatía con los productos de otras décadas, pero también se distingue por sí misma no tanto por la habilidad de su director y actores, sino por su libreto, que en contexto y personajes de horror presenta cierta originalidad. Una cinta de buenos momentos, de una excelente impresión de terror light y de una atmósfera navideña surrealista que saca sonrisas y algunos sustos ¡Ojo con el payaso – oruga! Suficiente para invitar a Krampus a ser un miembro constante en las posadas televisivas por venir.