La Chaqueta de Piel de Ciervo: Joder, esto sí es cine… serie b
Para quien no es esté familiarizado con él, Quentin Dupieux es un director y guionista francés, que desde principios del nuevo milenio se ha instaurado como el más sólido narrador del cine “serie b”. Tanto ha sido su impacto dentro de la cultura e industria europea, que sus cintas y su absurdo imaginario (que siempre serán metáforas de la condición humana, sobre todo aludiendo a la soledad) tan pueden llegar a estar consideradas dentro del circuito de Festivales, como irse directo al videohome. Todo depende de su estado creativo y narrativo, que desde una llanta asesina hasta una mosca roba bancos, sus obras pueden ser tan oscuras como divertidas alegorías de nuestra realidad y estado emocional.
Nunca estrenada o promocionada, y hasta este año puesta en el catálogo de Apple, sin duda “Le Daim” o “La Chaqueta de Piel de Ciervo” del 2019, no solo marca el clímax de su madurez como un autor siniestramente innovador, sino que también instaura una absoluta y maldita joya que va mucho más allá de sus limitaciones de formato y presupuesto como “serie b” ¡Joder! Esto si es cine.
Pocas cintas pueden encausar con la misma intensidad una emoción dual en el espectador. Por un lado, estamos ante una comedia slasher oscura y siniestramente divertida, que encanta por su absurdez, pero impacta por su halo de credibilidad; por el otro, Dupieux logra un magnífico manifiesto y desarrollo sobre la degradación mental y psicológica, una íntima exploración de la locura que nace como un complejo simbolismo de la soledad (factor clave en su filmografía).
El estado demencial de su carismático, encantador y sádico protagonista va progresando (y empeorando en cuanto a sus acciones) en un guion que no necesita más de 78 minutos para llevar a cabo un hilarante y preciso estudio sobre la salvaje naturaleza humana y las ciertas necesidades que empujan a estos tétricos y cuestionables individuos hacía una ola de violencia. Como si se tratase de cualquier narración sobre un asesino serial, el director logra zafarse del cliché creando a un ser único, con un trastorno surreal y tan absurdo, que se ve complementando por su lastimosa personalidad y ese emparejamiento propositivo hacía con el tema del “cine” (cuando se hace pasar por un cineasta para llevar a cabo sus fechorías). Su objetivo no es más que un simbolismo de sentirse único y especial, de satisfacer ese ego ante la imposibilidad de relacionarse y adaptarse a una sociedad, y que, en lugar de coleccionar partes, tener sexo o canibalizar, simplemente busca ser el único con una chaqueta de piel de ciervo, la mejor.
Jean Dujardin logra quizá el mejor papel de su carrera como Georges, este ser manipulado por su chaqueta y que, en su objetivo, de manera accidental descubre que el quehacer fílmico es su pasión ¿Será que esto es un reflejo de la obvia locura de Dupieux?
En cuestión del desarrollo, los tres actos se encuentran perfectamente delimitados y en perfecto nivel, duración y armonía, siendo el segundo el más brillante al mostrar la explosión sin escrúpulos de su protagonista, pasando de ser una comedia oscura a una comedia slasher, donde incluso el arma homicida logra ser una innovadora genialidad. Para su conclusión, la retribución de su director será gratificante, pues el castigo hacía este deplorable y encantador hijo de puta será tan sorpresivo como elocuente, surreal, pero sobre todo en concordancia de su excelsa factura narrativa.
Para complementar el cast, es de suma relevancia mencionar la presencia de Adèle Haenel, actriz ya reconocida por sus participaciones en películas como “The Portrait of a Lady on Fire” y “La Chica Desconocida”. El complemento y química que logra con Dujardin simboliza en efecto el rechazo hacía una sociedad protocolaria; su unión funcional con este asesino no solo es consciente, sino también pasional, forjando así una pareja fugaz pero entrañable. Curioso es que ella sea una editora desempleada, y que, frente a la frustración dentro de la falta de oportunidades en la industria fílmica, acepte vivir esta nueva vida repleta de sangre y ciertamente… de cine.
Estamos ante una próxima cinta de culto y el punto más alto de la patente surreal y demente de su director. Esta metáfora a la soledad lo tiene todo en tan poco tiempo: comedia, violencia, suspenso, terror, complejidad emocional y psicológica, cine dentro de cine, y hasta un “jingle” que funciona como banda sonora que resulta una maldita genialidad en todos los momentos que se hace presente