La Cocina: Un platillo con conciencia de clase

Contadas con los dedos de una mano, son aquellas películas que, tomando como escenario un restaurante, reflejan las vicisitudes de un empleado dentro de aquel mundo tan demandante. La más reciente que viene a la memoria es Bowling Point, pero incluso aquella propuesta inglesa filmada en un solo plano secuencia presentaba una perspectiva desde una posición alta dentro de la estructura de una cocina, y nunca desde quienes ocupan los puestos de menor jerarquía. La nueva película de Alonso Ruizpalacios, La Cocina, aprovecha este universo para realizar una crítica social desde la óptica del empleado, mostrando lo que hay detrás del proceso de la elaboración de un platillo y evidenciado la explotación de la mano de obra para que estos lugares funcionen de forma casi ininterrumpida.

La Cocina tiene como protagonista a Pedro, un cocinero que trabaja en el restaurante neoyorquino El Grill”. Ruizpalacios, a través de planos secuencia y sonidos que van desde el de una máquina de tickets hasta cánticos a capella, logra que el local se convierta en un personaje más: claustrofóbico, pero de cierta manera extravagante. Los primeros minutos se dedican a conocer este espacio y una vez establecidos los límites, nos envuelve en esta atmósfera casi kafkiana. ¿Pero es esto solo un elemento sensorial o tiene algún propósito?

Es importante resaltar las transiciones de la cinta. Si bien podemos describir que se genera un ambiente descriptivo con el plano secuencia, este siempre antecede a un plano cerrado de uno alguno de los personajes principales. A nivel visual, esto nos indica que gran parte de la perspectiva de los acontecimientos y del entorno proviene de aquellos que trabajan en este comedor: cocineros, pinches, meseros. Por ello, La Cocina constantemente transmite una sensación de tensión y encierro, a pesar de los ligeros toques de comedia y situaciones extravagantes.

Este es quizás el rasgo más arriesgado pero interesante de La Cocina, pues la parte técnica no es solo una herramienta ornamental, sino un vehículo de empatía hacia el espectador, quien siente las dificultades y la deshumanización laboral, especialmente en el sector restaurantero.

Sin embargo, La Cocina no es solo sensorial, sino que aborda el significado de ser inmigrante en Estados Unidos, algo que está determinado por un conjunto de factores socioculturales que resultan en marginación, vulnerabilidad y precariedad laboral. Estos inmigrantes son contratados en lugares donde la explotación es el pan de cada día y donde los patrones, aprovechándose de su desesperación por subsistir, imponen las condiciones más deshumanizantes. La película también refleja los sueños aplastados de estos inmigrantes y, por ende, la aceptación involuntaria de una vida gris, donde el único objetivo es trabajar para subsistir (incluso la narrativa lo establece a través de una secuencia en la que algunos personajes comparten sus mayores sueños, los cuales quedan relegados al ámbito de los descansos y fuera del restaurante). Con esto, Ruizpalacios traslada hábilmente a la narrativa elementos que fortalecen esta crítica social.

Pero el discurso no se limita a estos personajes. Tenemos a Julia, que, a pesar de ser estadounidense y se encuentra “idealizada” por sus colegas latinos, también representa a un grupo vulnerable dentro de la sociedad norteamericana. Incluso hay otros personajes secundarios y esporádicos que, con su presencia, resaltan la intención de hacer que el discurso de La Cocina sea más global e inclusivo. Así, la universalidad que maneja Ruizpalacios permite que el mensaje escale a otros sectores sociales y a otras industrias, no solo a la de los servicios en Estados Unidos, sino en otras latitudes.

En este escalamiento, La Cocina encuentra sentido como un retrato, a través de un microcosmos, de la relación bilateral entre Estados Unidos y México (o incluso América Latina). Esta relación no es solo comercial, sino también sociocultural: se observa cómo los latinoamericanos ven a los estadounidenses, cómo estos perciben a los latinos (reflejado en una subtrama sobre el robo de dinero en el restaurante) e incluso cómo algunos individuos, con tal de conservar su estatus de poder, son capaces de negar y despreciar sus propias raíces (representado en el gerente del restaurante, Luis).

Sin embargo, no todo es perfecto en La Cocina de Ruizpalacios. Hay elementos, como la relación entre Pedro (Briones) y Julia (Mara), que, aunque tienen una progresión lógica en el contexto que se dibuja, se siente a medio cocer, faltando profundidad para consolidar su vínculo.

Las actuaciones son espectaculares, destacando principalmente Raúl Briones en uno de los mejores papeles de su carrera por el nivel de emociones que maneja su personaje, y Anna Díaz (Estela o Sanborn) que, aunque no es el personaje principal, resulta importante, ya que su papel es una introducción al restaurante; es uno de los personajes que más guía al público y quizás la voz más consciente en este universo tan peculiar, ejecutado por Anna de maravilla.

Cómo halago adicional La Cocina incluye uno de los mejores planos secuencias del año, que recorre todo el escenario del restaurante y a su vez es el reflejo de todo el sistema productivo, imprimiendo tensión con sus elementos sonoros y visuales, y a su vez resaltando sus mensajes principales alrededor de la deshumanización laboral. Quizás una de las mejores escenas de la filmografía de Ruizpalacios.

Calificación

Dirección: 3.3

Guion: 2.8

Actuaciones: 1.8

Extras: 0.5

Calificación final: 8.4

El chef del cine, Ruizpalacios, se avienta otro platillo de lujo y de excelencia técnica, consolidándose con cuatro películas al hilo como uno de los mejores directores mexicanos contemporáneos. El mexicano nos regala un retrato que, aunque no estará exento de críticas, podría abrir una conversación sobre las condiciones laborales, no solo de los inmigrantes en EE. UU., sino también de los trabajadores del sector restaurantero y de la explotación laboral en cualquier industria. En pocas palabras, esta cinta no la va disfrutar tu jefe que paga las horas extras con pizza, que te hace firmar una hoja en blanco cuando te contrata, que te dio de alta con un salario más bajo en el IMSS y que probablemente cree que el pobre es pobre porque quiere.

Etiquetas:  

Acerca del autor

El Cine Actuario   @maxpower_ar?s=09   facebook.com/dvclocblog

Actuario/Economista, Amante del Cine, Devoto de Dios, Intuitivo, Curioso, Rockero de corazón, Fanático de los Libros y del deporte de las tacleadas, quesero, colchonero, diablo rojo. "Las estadísticas son la forma en que las matemáticas cuentan las historias" "El arte es una ciencia y el trabajo del critico al igual que el del investigador es exponer sus axiomas y teoremas al mundo" "Estar de acuerdo, en no estar en desacuerdo es saludable"


Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*

*

*