La Gran Seducción: O cómo seducir a espectadores incautos
La nueva película mexicana, dirigida por Celso R. García y producida por Netflix lleva por título “La Gran Seducción”. Su premisa es simple y encantadora: El pequeño pueblo/isla de Santa María ha quedado en el olvido de la economía, sus habitantes han tenido que emigrar y ha quedado con sólo 120 personas, pero lo que le falta en tamaño le sobra en corazón, por lo que encabezados por Germán (quien ama a su pueblo más que a nada en el mundo) buscarán que una empacadora de pescados se establezca en la isla y proporcione fuentes de empleo, para lo cual deberán contar con un doctor que viva de planta en la comunidad. El único doctor que ha atendido al llamado (de manera forzada) es Mateo, a quien los habitantes de Santa María buscarán seducir con algunas mentiras blancas para convencerlo de quedarse y así cumplir los requerimientos de la empacadora.
¿Les suena original la premisa? La realidad es que se trata de un remake del remake del remake de la cinta canadiense “La Grande Séduction” de 2003, dirigida por Jean-François Pouliot, que ganara el Premio de la Audiencia en el Festival de Sundance de aquel año y que cuenta ya con distintas reinterpretaciones en países como Francia y Estados Unidos, por lo que nuevamente estamos ante el extraño caso de falta de originalidad de los cineastas mexicanos, quienes buscan importar historias y tropicalizarlas con un aderezo de chistes locales igualmente repetitivos.
Ahora, en pos de ser justos, debemos buscar no comparar a esta versión con su fuente original, sino hablar exclusivamente de esta puesta en escena. Para iniciar, la elección de contar con una narración/voz en off se siente anacrónica y no permite al espectador adentrarse completamente en la historia. Muchos de los gags resultan tan inverosímiles como hacer pasar restos de sandías como cascos de futbol americano. Los personajes carecen de profundidad, debido a que el guion eligió centrarse en los momentos “entrañables” y en la comedia, dando como resultado una narración con muchos huecos, que apela más a lo cálido de sus escenas, montadas sucesivamente, cual sketches, para resultar emotiva (a través de la manipulación).
Yalitza Aparicio aparece como la voz de la razón y la moral del pueblo, pero está lejos de lograr las altas notas histriónicas que demostró en “Roma”, mostrándose completamente inexpresiva en su papel, monótona en sus gesticulaciones y hasta en su tono de voz. Por el contrario, quien brilla enormemente es Guillermo Villegas, quien derrocha carisma en cada una de sus escenas. Villegas es el principal responsable de que esta película sea medianamente entretenida.
Sin embargo, hasta el más cínico de los espectadores se verá forzado a aceptar que hay algo de encantador y seductivo en esta película, es innegable la preciosísima fotografía y los encuadres idílicos que hacen ver a esta isla como un lugar paradisiaco y a la comunidad casi perfecta, con sus habitantes como los vecinos que todos quisiéramos tener. Pero la principal falla de esta película radica justamente en que recurre a muchos clichés para buscar seducir. La trama es tan predecible que es difícil emocionarse verdaderamente con su narrativa, la intriga romántica es inexistente.
El cinéfilo más avezado reconocerá que, una vez más, tenemos a una distribuidora como Netflix apostando a producciones nacionales carentes de calidad, que si bien abordan un tema que puede resultar importante, como lo es el trasfondo económico y social de esta comunidad, en realidad no cumplen más que con los requerimientos mínimos cinematográficamente hablando. Y es que, tristemente, nosotros como público seguimos resultándoles simplemente (no lo digas, no lo digas…) un cajero automático.