La Pesadilla de la Maternidad
Apenas ha concluido la popular festividad en pro de la niñez cuando ya se acerca otra fecha de regocijo familiar, en este caso una de sus contrapartes: El día de la Madre (claro, ya bien pronto será el Día del Padre…) y con él las consabidas celebraciones para honrar a tan maravillosos seres, algo que naturalmente deberíamos hacer diario pero nunca está por demás una ocasión especial para enaltecer a la más sagrada figura de la humanidad. Pero ya me conocen y saben que soy el autor más amargoso de este espacio, así que mientras en el radio nos endilgan la cursísisma canción de Timbiriche “mamá, hoy quero decir te amo…” (amo a mi madre, pero odio esa canción) o a quella de Denisse de Kalafe “Señora, Señora” (más choteada que Las Mañanitas… ) , yo les voy a recordar que ni siquiera la santa maternidad está libre del dolor y del pecado ¡Vive Dios!
Mi profesión me ha puesto en contacto con numerosos casos que me recuerdan que no todos han sido tan afortunados como su servidor al haber recibido la gloria de tener unos padres amorosos y maravillosos con quienes jamás podré estar lo suficientemente agradecido por su guía y cuidados. Por una parte, escuchamos historias de niños golpeados, mutilados, sometidos a violencia emocional o abuso sexual o sencillamente asesinados por inanición por padres que bajo el amparo ideológico aquél de “no saben lo que yo he sufrido” martirizan a sus hijos al no tener a nadie más a quien culpar de sus males. Por otra, están aquellos miserables que, igualmente amparados en aquello de “cuando te casas, tu espos@ y tus hijos son más importantes que tus padres” no dudan en despojar a sus propios padres de su bienes y lanzarlos a la calle “para dar una mejor vida a sus propias familias”.
Por cada orgulloso matrimonio que atiborra los álbumes de sus cuentas en redes sociales con fotos de sus hijos hay un número indeterminado de padres que hieren a sus hijos por deporte. Por cada hijo que invita a sus padres ancianos a vivir en sus hogares hay otros capaces de estafar a sus progenitores para llevar a sus esposas de vacaciones… Está claro que no todo en la vida es felicidad y la maternidad puede ser una verdadera pesadilla, una responsabilidad que no es para todo el mundo.
Así pues, en fechas rebosantes de homenajes a nuestras adoradas madres, es justo recordar que a la sombra de los monumentos maternos se ocultan historias de inmenso sufrimiento derivados de una paternidad o maternidad que sencillamente no debió suceder. ¿Qué ejemplos de esta terrible contradicción nos ha brindado el cine? Recordemos dos obras maestras recientes que nos muestran el lado doloroso de ser madres o hijos de la persona equivocada.
1.- La madre que no debió serlo: Precious (Lee Daniels, 2009)
Adaptación de la novela Push, de la escritora Ramona Loffton bajo el pseudónimo “Sapphire“. Nos narra la historia de Clarisse Precious Jones (gran debut actoral de Gabourey Sidibe), una adolescente de raza negra en el Harlem de 1987. Prácticamente iletrada y aquejada por una grave obesidad, sufre del abuso sexual cometido por su propio padre y del maltrato psicológico y físico por parte de su obesa y desempleada madre Mary (una apabullante actuación de la comediante Mo’nique, quien recibió un merecidísimo Oscar como actriz de reparto). Precious dio a luz a una niña portadora de Síndrome de Down, quien es cuidada por su abuela, aunque Mary, quien susbsiste de dinero gubernamental, ha montado una farsa en la que la niña vive con ella y con Precious para así obtener más dinero.
Cuando Precious descubre su segundo embarazo, acepta enrolarse en un programa educativo alternativo que le permitirá salir adelante, pese a las protestas de su infame madre. Precious, sin embargo, logra sobrellevar su adversa realidad abstrayéndose en fantasías, además de participar de forma entusiasta en su nuevo ambiente educativo. Con el apoyo de su nueva profesora Mrs. Rain (Paula Patton), la trabajadora social Mrs. Weiss (una irreconocible Mariah Carey, con todo y bigote) y sus nuevas amistades, Precious dará a luz a su segundo hijo, Abdul, y saldrá adelante en su educación, aun y cuando ha sido infectada por el virus causante del SIDA por su propio padre, además de romper lazos con su madre para siempre.
Momentos de maternidad despreciable.
Al principio de insinúa que Mary responsabiliza a su hija de seducir a su padre y tener con él sexo consensuado. Eso es evidente en una escalofriante secuencia en la que obesa bruja insulta a Precious durante varios minutos, en un abyecto discurso en que la llama perra, mierda, idiota, madre de un “maldito animal” (en referencia a la niña con Síndrome de Down), a quien nadie quiere y nadie necesita, para después perseguirla y golpearla.
Más adelante, cuando Precious regresa a su casa con su segundo hijo recién nacido, Mary, en venganza por haber perdido el apoyo gubernamental, la golpea y deja caer al suelo de forma intensional al bebé. Cuando Precious se defiende y logra escapar junto con su bebé, Mary le arroja el televisor desde las escaleras en un claro intento homicida. Más adelante, Mary intenta encender su televisión (su posesión más preciada) y cuando recuerda que la había arrojado, corre furiosa a la habitación de Precious y la vandaliza… Claramente, un viejo televisor vale más que su propia hija.
Pero nada más terrible que el último momento de maternidad maldita: Sola y sin dinero, y recientemente enterada de la muerte de su amante, el padre de Precious, víctima de SIDA, Mary intenta hacer volver a Precious a su casa, dispuesta a recibirla junto con sus dos hijos. Para ello, se reune con su hija y con la trabajadora social en la oficina de ésta. Ante la insistencia de Mrs. Weiss, Mary confiesa haber estado al tanto de los abusos sexuales cometidos en contra de Precious, los cuales comenzaron cuando ella se encontraba en edad preescolar. Pero Mary, deseosa de conservar a “su hombre”, jamás intervino y en cambio desarrolló un odio terrible hacia su hija por robarle la atención de su pareja. Furiosa, Precious decide romper todo lazo con su madre y se marcha con una positiva actitud hacia el futuro.
2.- El hijo que no debió nacer: We Need to Talk About Kevin (Lynne Ramsay, 2011)
Basada en la novela homónima de Lionel Shriver, nos narra la inconcebible tragedia de la familia Khatchadourian. Eva (una grandiosa pero tristemente ignorada Tilda Swinton), alguna vez una afamanda escritora, vive ahora en la pobreza y bajo el terrible escrutinio y hostilidad por parte de sus vecinos. Mediante recuerdos, comprendemos su historia.
Eva y su esposo Franklin (una buena actuación de John C. Reilly) han recibido a su primer hijo, Kevin. Desde su embarazo, Eva no manifiesta ese amor y ansiedad por conocer a su hijo que es habitual en este “estado de buena espera”, y al nacer su hijo fracasa en todo intento por conectar con él. Un lactante que llora de forma incontrable, un infante de mirada rencorosa, un niño sádico, cruel y chantajista y finalmente un adolscente sociópata y homicida, Kevin (interpretado por un atemorizante Ezra Miller) es la pesadilla de toda mujer que se convierte en madre. Kevin muestra un inexplicable odio a su madre mientras que lleva una relación al menos normal con su padre. La desprecia totalmente, y cuando ha nacido Celia, la segunda hija del matrimonio, no duda en maltratarle verbal y físicamente. Eva teme cada vez más a las tendencias sociopáticas de su hijo, las cuales son ignoradas por su padre quien, cansado de las “intrigas” de Eva ha propuesto un divorcio. Kevin continúa con su trato inhumano hacia su madre, quien hace torpes pero honestos intentos por tener una relación amorosa con su hijo, y hacia su adorable hermanita… hasta que un día, tras una minuciosa planeación, comete una masacre en su escuela haciendo uso de un arco y flechas (desde niño, Kevin practica la arquería conminado por su padre) no sin antes asesinar a su propio padre y hermana menor.
Eva es entonces reducida a nada, odiada por haber criado al monstruoso Kevin, mientras éste es enviado a prisión. Pese a todo, Eva le visita hasta el día en que habiendo alcanzado la mayoría de edad es trasladado a una prisión para adultos, mientras enfrenta el odio de la comunidad.
¿Por qué es un hijo del Demonio?
Kevin es un ejemplo perfecto del sociópata: Trastorno de la personalidad caracterizado por incapacidad absoluta para experimentar remodimiento y, por el contrario, mostrar gozo en inflingir daño a otros por mero placer. Se trata de entes profundamente malvados que a su vez son carismáticos, encantadores, lo que paradójicamente les brinda seguidores. Proclives a los problemas con la ley y el uso de drogas ilegales, son prácticamente los pacientes incurables en el campo de la psiquiatría: ningua terapia ha mostrado ser efectiva y es claro que un sociópata no tendría motivo para buscar ayuda médica. Peligrosos y conflictivos, inhumanos pero atrayentes… si no fuese médico, diría que son la verdadera encarnación del mal.
Kevin muestra, desde antes de caminar, una mirada intimidante de odio profundo hacia su madre, a quien ignora sistemáticamente. A los seis años, se niega a usar el retrete pese a saber hacerlo, sólo para molestar a su madre, vandaliza su oficina y la chantajea cuando ésta, en un arrebato de desesperación, arroja a Kevin y le rompe el brazo. Kevin decide no delatar a su madre con su padre y utiliza este hecho para chantajearla. Cuando su padre le obsequia un arco de juguete, no duda en dirigir una de las flechas hacia su madre.
Ya como adolescente, el trato hacia su madre es inhumano. La ignora, la trata como una retrasada, maltrata a su hermana menor, a quien ciega de un ojo con sosa cáustica, se masturba delante de su madre, le dirige miradas de rencor profundo y finalmente asesina a su padre y hermana para luego cometer una masacre escolar (de esas que fascinan a los gringos), no sin antes haber comprado candados para bicicleta y usarlos para encerrar a sus víctimas en el gimnasio… Todo como un acto de odio a su madre, a quien dejó vivir para hacerla sufrir las consecuencias de su actos.
El maldito de Kevin, al final, se muestra como el cobarde que es cuando será transferido a una prisión de verdad (por que los sociopatas no sienten remodimiento pero sí lloran cuando reciben su merecido… por algo tanto asesino, violador o secuestrador capturado rápidamente apela a sus “derechos humanos” con la esperanza de que no les rompan el trasero en prisión) . Eva, sin embargo, no duda en ofrecerle lo que será el único abrazo que le daría antes de dicho traslado.
Conclusión
Ambas obras son perfectos recordatorios de las negras historias que ocurrren a la sombra de la habitualmente feliz relación materno-filial (y paterno, claro). Destacadas por excelentes guiones, actuaciones grandiosas y un ritmo ágil y entretenido pese a la sordidez del tema.
No obstante, Precious es ante todo una “feel good movie”, pues la protagonista logra disociarse de su violento entorno con bellas fantasías y con el apoyo de quienes le rodean es capaz de salir adelante, sin entregarse al llanto ni al drama. La vileza de la madre de Precious es opacada por el espíritu de lucha de nuestra heroína. Un recordatorio de que no todos deberíamos aventurarnos a la paternidad y que nadie, pero nadie, es tan valioso como para retenerlo a nuestro lado a toda costa.. por ejemplo, permitir que abuse sexualmente de nuestros hijos.
We need to talk about Kevin, en cambio, es un efectísimo retrato sobre el sociópata, ente patológico y peligroso cuya perfidia tendemos a ignorar cuando se trata de un “ser querido”. “Hijos y maridos por los hechos serán queridos”, recordemos, y no podemos ser ciegos al mal aun cuando este sea “carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre”. No comprender que el “hijo perfecto” es un mito puede tener consecuencias terribles.
Por primera vez en esta sección, declaro un empate entre las dos obras. Precious es especial por su esperanzador mensaje, que nos recuerda que no por haber tenido padres miserables nosotros tenemos que ser monstruos abusivos con nuestros hijos ni un lastre para la sociedad. Estamos cansados de esos malditos delincuentes que argumentan ser como son por causa de sus “malos padres”. Wee need to talk about Kevin afirma, en cambio, que el mal o la psicolpatología (según prefieran sus mercedes) puede surgir aun en el contexto del amor y que no siempre nuestros hijos nos amarán por haberlos traido al mundo.
7 Comments
Precious es una vil porquería cinematograficamente hablando, ni siquiera la recomendaría como un análisis psicológico.
En cambio We need to talk about Kevin es una joya en ambos sentidos, como lo mencionas en tu articulo, pero de empate nada.
En gustos se rompen géneros, mi estimado. Precious si es una gran pelicula que claro, al pertenecer al genero de “feel good movie” palidece ante la sordidez de Kevin pero igual es una joya dentro de su genero. Saludotes y gracias por comentar
Mi estimado Dr. Dark, excelente su artículo. Y efectivamente, en gustos se rompen géneros y hasta amistades jejeje, a mí me gustaron las dos cintas y me parecen dignas de análisis para hablar sobre la maternidad y ese compromiso social que no todas las mujeres saben o quieren realizar… le aplaudo.
¡Muchas gracias, mi estimada amiga y colega! Sí, es muy cierto que la paternidad o maternidad no es para todo el mundo ambas películas, aunque excelentes, ciertamente palidecen ante casos reales de los que me he enterado a través de mi profesión. Muchas gracias por su comentario!
los gustos de Baker Boy, deben ser de lo mas “refinados” cuando anda diciendo que algo es una porqueria con tanta firmeza, de seguro eres un pobre fracasado que no ha escrito ni un guion (en tus sueños) y vienes a hacer juicios jejeje. pobre criticón. en fin, ambas películas son de analiis, no niego que precious es un tanto extremista, pero aunque le duela a cierto mono por ahi es “UNA BUENA CINTA”. en cuanto a Kevin pues no esta en discusión lo magnifica de esta película, un retrato innegable de la calamidad que vive una madre por los hechos y la personalidad de su hijo. felicidades por el post. de verdad que buen analisis
Muchas gracias por su comentario, mi estimado. Ciertamente son películas dispares en su temática y abordaje pero ambas son francas y entretenidas invitaciones a la reflexión. Saludotes y de nuevo agradezco su comentario, ojalá lo veamos de nuevo por aquí.