La Sirenita: Más marketing que cine.
Han pasado 4 años desde el anuncio del reboot “The Little Mermaid”, y desde aquel momento la polémica, la controversia y el “hate” han rodeado a esta película. Disney no es nada tonto, por algo es una de las corporaciones más poderosas del mundo; la elección del casting de Bailey no fue casualidad y saben cómo mantenerse en la conversación de la esfera pública. Saben perfectamente que Estados Unidos (y otros países) están cada vez más polarizados en temas de corte racial y de clase, por lo tanto, de manera “inteligente”, decidieron cambiar la etnia del personaje con el fin de impactar en dos direcciones: buscar el apoyo incondicional de aquellos que comulgan con las ideas más progresistas, y el odio de aquellos con tendencias más conservadoras. El constante enfrentamiento de estos grupos a nivel cultural estaba garantizado, lo que indirectamente generaría publicidad para la película.
No contentos con eso, el aparato mediático acaparó salas y horarios en diferentes cines, hubo una excesiva cobertura en medios (incluso en algunos que no hablan de cine), compra de críticos y especialistas, entre muchas otras estrategias. Todo esto era un claro indicio de que Disney está intentando hacer de su nueva versión de “La Sirenita” una de las más mediáticas, con el objetivo de obtener más ganancias y de seguir en la conversación (especialmente en un contexto donde están celebrando 100 años).
¿Por qué es importante todo este contexto? porque al hacer un análisis artístico del live-action de “The Little Mermaid”, se reafirma lo que quizás para muchos ya sea sumamente obvio: el cine veraniego o blockbuster en su versión estadounidense (con algunas excepciones) ya le importa poco contar una historia. Simplemente parece que en el futuro se navegará en piloto automático, buscando que la publicidad y el marketing sean los que eleven la película, y a través del morbo, la confrontación, la polarización y la falsa apelación positiva hacia un sector marginado históricamente, buscar generar las máximas ganancias posibles.
Entrando en la parte cinematográfica, y para demostrar la hipótesis de la flojera artística de este reboot y la sobrecarga hacia el lado de la publicidad, aclararemos lo siguiente: importa poco si la película tiene un enfoque progresista, conservador, si la nueva Sirenita es mexicana, afroamericana, japonesa, etc. La base de cualquier narrativa de una película es primero contar una historia (definir personajes, situaciones, lugares y hechos). A partir de ahí, casi siempre vienen las ideologías. Si funcionara al revés, no sería una historia, sería propaganda o panfleto. A partir de esos puntos de desarrollan buenas películas, pero en el 2023, ¿Para qué preocuparse por entregar un buen producto, si la polarización y el conformismo serán mi salvoconducto si hago un mal trabajo?
Una primera parte floja
La primera parte de la cinta es floja en todos los sentidos. La primera queja es que visualmente es pésima, no solamente por el acabado de los efectos especiales, que se ven espantosos y artificiales, sino también porque a nivel de fotografía está filmada de manera horripilante, con movimientos de cámara inflexibles y poco cuidado. La paleta de colores es insustancial, provocada también por un trabajo de iluminación defectuoso (parece que esto lo filmó Zack Snyder). La edición es sumamente tosca, pasando de manera poco natural de una escena a otra (esto se nota bastante en la secuencia de persecución de Ariel y el Tiburón). Por consiguiente, toda la epicidad que provocaban los números musicales “Parte de él” y “Debajo del mar” en la versión de 1989, aquí están filmados de una manera burda.
El culpable de que visualmente se vea espantoso es la necesidad (necedad de los directores) de calcar movimientos y encuadres que aparecen en la versión animada de 1989. Ahí radica el problema, ya que la diferencia principal entre un live action y la animación es el control sobre el escenario que se puede ejercer. Obviamente, en la animación no existen estas limitaciones, ya que uno puede dibujar los movimientos que se requieran en personajes, objetos o escenarios. En cambio, en el formato de acción real, al tener un espacio físico limitado, ciertas ejecuciones en la parte visual se ven limitadas. Por lo tanto, calcar este elemento de una caricatura a una escena real genera graves problemas, como texturas o tomas toscas que ni siquiera el software de CGI más avanzado podría corregir sin que parezcan poco naturales.
Y este es el problema: el director de la cinta ha tenido poca visión para trasladar esta historia y se ha conformado de manera mediocre con calcar cada elemento, sin importar lo “cringe” que esto pueda parecer.
Una de las consecuencias es que los personajes que representan a los animales marinos se ven horribles. Parece que los animadores aprendieron poco del desastre que fue la versión de “El Rey León” y, en su intento por hacer personajes “más realistas”, han dejado de lado la expresividad que podrían tener (el mejor ejemplo es Flounder). Además, siendo honestos, los peces (salvo algunas especies) no son visualmente los animales más agraciados. Donde se nota más este defecto es en el musical “Bajo del Mar”, donde se copia una parte del clásico original, generando que cierto tipo de especies acuáticas no se vean muy bien en su versión “live action”. Como resultado, la estética es espantosa, siendo sumamente doloroso de ver, recordando a los puntos más bajos de los live action de Disney (como “Pinocho”).
A nivel de guion no hay mucho que destacar, salvo unas cuantas diferencias (como el consejo de Sirena). La trama, la historia, es exactamente la misma, solo que ejecutada de una manera más acartonada gracias a la pésima dirección y las actuaciones sosas (que incluyen a un Javier Bardem perdido, una Halle inexpresiva y a un príncipe Erik pasando desapercibido).
Segunda Mitad Rescatable.
La segunda mitad es rescatable. Irónicamente, la cinta funciona mejor cuando está fuera del agua. Las escenas de Ariel y Eric que se desarrollan en el mundo humano son decentes; Jonah y Halle comienzan a encontrar química, y la comedia funciona (especialmente en las escenas que muestran la inocencia de Ariel).
Esto se debe principalmente a qué visualmente, aunque la película sigue calcando elementos de la del 89, se ve más natural por el escenario donde se encuentra caminando. Salvando un número musical pedorro a ritmo de rap, el segundo acto de la cinta es decente, hasta que…
Un final incoherente (Alerta de spoiler)
El final resulta bastante incoherente, ya que quien destruye a Úrsula no es Eric, sino Ariel. Esto ocurre principalmente por una cuestión de empoderamiento femenino. El problema es que esto afecta a la trama de la película por una razón:
En la versión de 1989, Eric era quien derrotaba a Úrsula, lo cual demostraba el romance devoto y recíproco que tenía con Ariel. Compensaba, de cierta manera, el hecho de que Eric se había confundido y, por supuesto, devolvía el favor de haberlo salvado. El hecho de que sea la sirena quien acabe con la bruja no solo hace que ese suceso del inicio no sea recíproco, sino que no refleja el amor sincero de Eric por Ariel, dejando al príncipe como un simple espectador y papanatas. Este suceso es importante, ya que convence a Tritón de que los humanos no son tan malos como él pensaba y motiva su decisión de convertir a Ariel en humana. Al omitirlo, la decisión del Rey de los Mares de permitir que su hija vaya al mundo terrenal resulta poco sustentable y creíble.
Si ya estaban siguiendo la misma historia, deberían haberla dejado como estaba. Esto demuestra que los escritores no tuvieron cuidado en los detalles y que, únicamente por su necesidad de parecer “modernos” e “inclusivos”, arruinaron una narrativa que no necesitaba de etiquetas. El romance equitativo y recíproco de la animación de 1989 no requería una revisión de este tipo.
Melissa McCarthy, lo más destacable
Dentro de lo poco rescatable de esta versión de La Sirenita, destaca el papel de Melissa McCarthy como Úrsula. Incluso logra elevar en algunos momentos una trama bastante sosa, siendo su número musical “Pobres almas en desgracia” el punto más destacado de una película que estaba siendo una abominación.
Calificación:
Guion: 1.5/4.0 – Es una copia del guion anterior con algunos cambios que terminan afectando más a la película (como el final) que ayudando.
– Dirección: 1.2/3.5 – Desde “Memorias de una Geisha”, Marshall parece estar perdido. De no ser por la segunda mitad, estaríamos hablando de uno de sus peores trabajos en su carrera. Visualmente no tiene visión y es un desastre
– Actuaciones: 1.3/2.0 – Lo más destacable es la actuación de McCarthy.
– Extras: 0.2/0.5 – Las canciones clásicas suenan insulsas y son un insulto a la versión de 1989. Las canciones nuevas no encajan y son un insulto al buen gusto.
Calificación final: 4.2 (Mala)
El fracaso de esta nueva versión ya es un hecho, pues, aunque a nivel doméstico ha conseguido números decentes (117 MDD), a nivel internacional apenas ha conseguido 68 MDD. La película costo 250 MDD más 500 MDD en gastos de publicidad, por lo que tendrá que pasar los 850 MDD para ser rentable (en una temporada de blockbusters que incluye a Flash, Spiderman, Transformers, Rápidos y Furiosos, Misión Imposible). Prácticamente necesitara un milagro.
Está claro que la polémica de la polarización solo funciona en USA (y en algunos lugares de Latinoamérica) pero al parecer a Europa, China y algunos territorios no fue un gancho. Esos tiempos donde Disney sorprendía al mundo han quedado atrás y ahora parece que su visión se ha limitado a su territorio de origen.
Y como todos los remakes que son una calca barata de la original, uno se cuestiona, ¿por qué estás haciendo casi la misma película si ya tienes una versión mejor hecha, más fluida y que ni siquiera es tan antigua? Y tras ver el fracaso Taquillero que están siendo la mayoría de los live action ¿Por qué están invirtiendo en este concepto si les ha dado más pérdidas que ganancias? ¿Para mantenerte en la conservación de lo mediático? Está bien, ¿pero el costo artístico y financiero valdrá tanto?
Cómo dice Juan Gabriel, “Pero que necesidad, para que tanto problema “
Fuera de estas preguntas sin respuesta, queda claro que The Little Mermaid es un pobre intento de marketing de Disney por seguir llamando la atención, un reflejo de lo asqueroso que se ha vuelto la industria del blockbuster, donde la mayoría pelea por cofres sin tesoro (sin narrativa) y dónde ya no importa la historia, sino el marketing, la confrontación y el bando en el que tú te encuentres en esta dicotomía cultural. Ya no importa argumentar o ser objetivo, la prioridad es insultarse por si te gusto la Sirenita del Caribe o no (incluso antes de verla).
Gracias por este circo Disney y felices 100 años.
2 Comments
A veces pienso que Disney actua como Miguel O´Hara y Sony como Miles Morales… y La Sirenita lo demuestra
pues a mi me gusto, quizas porque no fui con muchas expectativas, logro engancharme , de acuerdo con lo de que la mejor actuacion la da la gran Melissa pero Hayley hace una buen debut y tiene una excelente voz en general me gusto