Las 5 Mejores Películas de Gabriel Byrne
Buen actor irlandés, Gabriel Byrne comenzó su carrera “ya grandecito”, cuando descubriera a los 29 años su verdadera vocación por la actuación, y comenzara a desempeñarse en la escena teatral de su país.
Aunque comenzaría a finales de los 70 a desempeñarse en algunos pequeños roles en la televisión, fue en 1981 cuando daría el paso hacía el cine, debutando en una de las grandes épicas fantásticas. A pesar de esto, tendrían que pasar otros nueve años para que su rostro comenzara a darse a notar, esto gracias a su exportación al cine hollywoodense y en especial a su trabajo con los Coen y su participación en la cinta “Mundo Cool”, thriller que combinaba animación y “live action”, logrando así una gran notoriedad como actor de reparto durante las consecuentes décadas
Uno de esos actores bastante solventes, de extraordinarios papeles, pero también de pésimas decisiones, Gabriel Byrne a la fecha completa un currículo de más de 115 créditos entre el cine y la televisión, siendo nominado en un par de ocasiones a los Emmys y Globos de Oro (aunque también al Razzie).
Celebremos a este eficaz actor con sus 5 mejores películas
5 – The Man in the Iron Mask (Randall Wallace, 1998)
POR EL FETT
Tiene demasiados clichés e imperfecciones históricas provistas por la condescendencia narrativa gringa, pero sin duda esta aventura de época ha ganado tanto culto como adeptos gracias a su buen y carismático ensamble actoral, siendo Byrne parte de esa divertida e interesante química (con Jeremy Irons, John Malkovich y Gerard Depardieu), interpretando de cierta manera al verdadero protagonista de la cinta, un D’Artagnan romántico y trágico con muchísimas libertades argumentales. Hablando de la cinta, Wallace consigue un divertimento histórico con más espectacularidad que calidad, posicionándose como uno de esos gustos culposos que abarrotaron el cine comercial de finales de los 90.
4 – Excalibur (John Boorman, 1981)
POR DASTAN
3 – Spider (David Cronenberg, 2002)
POR EL FETT
Un thriller psicológico que no distingue la realidad de los meros pensamientos: al dejar el psiquiátrico y acudir al asilo, nuestro protagonista será vapuleado por una serie de retazos mentales que lo refieren a la infancia, con una brutalidad narrativa en la que Cronenberg parece visualizar a la perfección esa trágica y loca odisea sin un rumbo fijo o peor aún, esperanzador. Fiennes es el vehículo o traje de este viaje mental, entregando un ente errante que puede llegar a ser tan conmovedor como en veces repulsivo, protagonista común en este estudio sobre las causas y las consecuencias de esa metamorfosis, en este caso de índole metal. Byrne por su parte, ofrece un papel sustancial para el desarrollo de la trama.
2 – Miller’s Crossing (Hermanos Coen, 1990)
POR EL FETT
Noir fundamental para comprender la revitalización del género, y para analizar como los Coen pueden combinar la trama más oscura con un retorcido y hasta por momentos desequilibrado sentido del humor (y salir avantes). No es que esta fastuosa joya guarde en su narrativa momentos de humor, sino que simplemente los Coen comprendieron que para su subsistencia, el forjamiento de su estilo debería basarse en la inclusión de un humor tan sutil como oscuro, repartido entre la rica gama de sus personajes y en una guerra entre carteles a partir de la protección de la femme fatale en cuestión. Algo de Yojimbo de Kurosawa, del halcón de Huston, la fidelidad fraternal como cimiento clave de su narración desemboca en un doble momento clímax exquisito y entrañable.
1 – The Usual Suspects (Bryan Singer, 1995)
POR EL FETT
Usual Suspects no solo es uno de los mejores guiones en la historia, sino también uno de los planteamientos más interesantes y originales gracias a la pericia de Singer, que desarrolla una doctrina narrativa indemne a cualquier hueco argumental o falta de lógica en cualquier segundo del film. Un thriller redondo lleno de humor negro, improvisación actoral, técnicas visuales y perfección descriptiva situada en un flashback que abarca el 90% de metraje y que por alguna maestra razón artística mantiene a cualquiera aferrado a su asiento y en constante trabajo mental, un logro que pocos cineastas puede llevar a cabo. Por si esto fuera poco, la química actoral es apoteósica, rasgo necesario para el consecuente giro de tuerca que sin duda es uno de los más impactantes dentro del séptimo arte. Un pedazo de joya maestra.