Las 7 Películas de Edward Yang, de la Peor a la Mejor

Edward Yang es probablemente el cineasta más infravalorado y castigado de la historia, pues a pesar de ser considerado uno de los principales estandartes del cine taiwanés, ser uno de los fundadores de la corriente cinematográfica más importante de su país, y de influir en otros directores de su región como Ang Lee, Wong Kar-wai y Ryusuke Hamaguchi (e incluso tener la aprobación del mismísimo Martin Scorsese), casi no es ubicado ni mencionado no por el espectador casual, sino por la crítica especializada que ha gustado de su obra. Este enigma ha llevado a una serie de preguntas cómo: Si es tan afamado y apreciado por toda la industria, ¿por qué su legado en la historia del cine ha sido tan poco? ¿Por qué su nombre es tan desconocido para el cinéfilo? ¿Por qué si la crítica ha alabado toda su filmografía, nunca fue considerado para competir por el Oscar, la Palma de Oro o demás premios similares?

Las respuestas son tan simples como complejas. Quizás se deba al hermetismo en el que vivió su país natal, ocasionando que sus cintas no fueran conocidas fuera de Asia hasta la llegada del nuevo milenio. Quizás se deba a la poca distribución que tuvieron, complicando todavía más la posibilidad de comprarlas y encontrarlas no sólo en formato físico, sino también en streaming y hasta en aguas internacionales. Quizás se deba a su arraigado perfeccionismo, dejando mucho espacio de tiempo entre sus pocas obras. Quizás se deba a un estilo que requiere que el espectador se comprometa a estar atento a cada detalle para comprender todo lo que él quería decir en sus historias. O simplemente se deba a que, como típicos occidentales, nos contentamos con lo que entregan los países angloparlantes y no nos interesa explorar las propuestas que ofrecen los demás.

Edward Yang  nació como Yang Dechang el 6 de noviembre de 1947 en Shanghái, pero su familia rápidamente se mudó a Taipéi, ciudad a la que acogería como parte tanto de su vida como de su filmografía. Siempre quiso hacer cine desde pequeño, pero la presión por tener un trabajo estable le hizo priorizar en cursar la carrera de Ingeniería Eléctrica en la Universidad Nacional de Chiao Tung, y tras mudarse a Florida, obtendría su maestría en la materia. Incluso estuvo a punto de renunciar al medio luego de tomar un curso en la USC Film School, pues según sus propias palabras, las metodologías de enseñanza de la escuela estaban orientadas a la corriente comercial e institucional. Mientras vivía en Seattle vendiendo microcomputadoras, se topó con la película de Werner Herzog Aguirre, la Ira de Dios. Este encuentro reviviría su pasión por el arte, e influenciado por la obra de Michelangelo Antonioni, regresaría a Taiwán en 1980 para aventurarse de lleno en el mundo del cine, durante una época en la que su país se encontraba en medio de una importante transformación económica y social.

Edward Yang  junto a su compatriota Hou Hsiao-hsien, crearon un movimiento cinematográfico especializado en retratar la realidad social de Taiwán durante la década de los 80, enfatizando la preocupación por las realidades de la vida cotidiana, la restauración de la memoria colectiva, el choque entre tradición y modernidad y una mirada retrospectiva a la vida de la gente común, siempre bajo el lema de “creatividad, calidad artística y autoconciencia cultural”. Esta corriente sería conocida como la Nueva Ola Taiwanesa.

Esta misma experimentación sería la que le permitiría a Edward Yang patentar su estilo: la preocupación, frustración y represión por la vida en la ciudad y el entorno urbano, la complejidad de las relaciones familiares e interpersonales como un microcosmos de la sociedad cambiante, el quehacer artístico como cuestionamiento de la realidad, un ritmo lento y denso, pero tranquilo y reflexivo, una rica y ahumada paleta de colores, y una meticulosa puesta en escena compuesta de planos fijos y tomas largas que otorgan a calles, ventanas y puertas un acercamiento más íntimo, casi rayando en el voyerismo, convirtiendo a la cámara en un personaje más y al espectador en un confidente de las conversaciones entre los personajes.

Ganador del Premio al Mejor Director en Cannes y 4 Caballos de Oro, falleció el 29 de junio de 2007 tras perder su lucha contra el cáncer, dejando un proyecto inconcluso que seguramente hubiera rebasado las expectativas (una película animada protagonizada por Jackie Chan). Pero lo respalda un legado que sigue siendo fascinante, duradero, compacto, articulado y muy complejo. Es por esto que ha llegado el momento de rectificar el camino y celebrar el cumpleaños de Edward Yang de la única forma que merece: repasando sus 7 películas de la peor a la mejor, para así darle el reconocimiento como el mejor cineasta taiwanés de la historia, y un firme candidato como uno de los mejores en general

Invito tanto a mis compañeros de Cinescopia como a los lectores a buscar y ver su obra-

 

7 – Mahjong (1996)

La cinta más globalista de Edward Yang, muestra cómo el consumismo y la prosperidad económica han convertido a la juventud en criminales inmorales. Sin embargo, el choque cultural causado por combinar el mandarín y el inglés provoca un bajón narrativo en el ritmo y las actuaciones cada vez que el segundo idioma toma el lugar de preferencia (tener a Virginie Ledoyen tampoco ayuda). Aunque esta apuesta a base de juegos mentales y mentiras todavía se deja ver, este fuerte contraste de contextos no termina de cuajar por completo al querer abarcar más de lo que puede, dando como resultado la obra más floja de su filmografía.

 

6 – A Confucian Confusion (1994)

Edward Yang cambia la seriedad por un tono más cómico y cínico, pero aún apegado a sus temáticas centrales, forma un contraste entre los negocios y el amor en el mundo del entretenimiento. Este intercalo de apariencias sobre lo que realmente queremos decir retrata la diferencia entre la imagen pública y la privada, así como la absurda trivialidad de una cultura debatida entre los rígidos valores tradicionales y los cambiantes ideales extranjeros. Aunque va perdiendo ritmo conforme se acerca al final, refleja la importancia de ser honestos con nosotros mismos antes que cualquier otra persona.

 

5 – Terrorizers (1986)

Si hay un detalle que diferencia a esta propuesta de otras historias similares, es que cada escena se siente independiente, con completos desconocidos que se topan por pura casualidad, quizás a modo de expresar cómo son las relaciones reales en la sociedad moderna. Todos se encierran en su mundo privado, pues la desesperación y el anhelo por aferrarse a la ficción los mantiene a salvo de enfrentarse a un mundo mucho más sombrío y caótico, donde el engaño, la violencia y el asesinato prosperan, resultando en la cinta más críptica y oscura del director. La paradoja final parece resolver sus ideas.

 

4 – That Day, on the Beach (1983)

A menudo citada como el inicio de la Nueva Ola Taiwanesa, muestra lo realmente complicado que es el matrimonio en realidad, fácilmente alterables por la falta de confianza entre cónyuges y una exigencia abrumadora donde el trabajo supera en importancia a la familia. Edward Yang escapa del melodrama convencional para indagar en la psicología de sus personajes, reflejando los altibajos de una relación al dedicar la vida a una persona en concreto. Un vacío emocional causado por la añoranza por tiempos más simples, los sueños rotos y la desilusión, como si toda la sociedad pareciera diseñada para separar a marido y mujer.

 

3 – Taipei Story (1985)

Miradas, silencios y gestos complementan un argumento a base de las insinuaciones de una relación entre 2 jóvenes en proceso matrimonial, mientras ella quiere prosperar y tener un futuro, él está estancado con los recuerdos de su pasado. La simpleza que Edward Yang mantiene en este choque generacional evoluciona rápidamente hacia una lucha de supervivencia personal contra la sociedad, la presión económica, el trabajo, el desempleo, la familia y la rápida modernización y transformación socioeconómica de Taiwán. Al final, uno no puede evitar empatizar por personas que no son más que esclavos de la sociedad en la que les ha tocado vivir.

 

2 – A Brighter Summer Day (1991)

Uno de los dramas más ricos y complejos de la historia del cine. Edward Yang incorpora más de 100 personajes hablantes a un relato denso en detalles, donde las interrelaciones sirven como el retrato de una cultura en decadencia con el comienzo de una nueva, creando un proceso de despersonalización nacido del deseo de identidad cultural. Tan íntima como una historia romántica, pero al mismo tiempo tan amplia como una novela histórica, trata de la realidad de una juventud vacía que experimenta el amor, la traición y la violencia por primera vez. A pesar de sus 4 horas de duración, cada segundo vale su peso en oro.

 

1 – Yi Yi (2000)

Desde la lejanía que impone Edward Yang y una puesta en escena descaradamente singular y arriesgada, transmite el hermetismo, la monotonía, la inestabilidad de la existencia y del amor a través de una familia normal en distinguidas etapas del ciclo de la vida. Expone la dificultad para relacionarse y desilusionarse cuando las perspectivas cambian por el avance tecnológico, la decadencia de las tradiciones familiares, la pérdida de los valores culturales y la ausencia de cordura en una sociedad deshumanizada por el capitalismo. Íntima, honesta, auténtica y reflexiva, es una celebración a la vida que nos recuerda por qué estamos aquí.

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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