Las 9 Películas de Paul Thomas Anderson, de la Peor a la Mejor
A nivel personal, Paul Thomas Anderson no solo me parece el director más talentoso y revolucionario en la actualidad, sino que a la par del griego Lanthimos, también el referente contemporáneo más cercano al estilo narrativo de Stanley Kubrick. Guardando tanto distancia y forjándose en estilo por sí mismo, P.T.A. sufre de un síndrome artístico muy peculiar que también otros como el mismo Kubrick padecían, el de la perfección, la obsesión por su búsqueda audio visual que por ende se han convertido en una barrera comercial gracias a sus polémicas joyas, obras con rasgos tan puros y magistrales, con personajes tan auténticos y argumentos complejos, que la ignorante cabeza del ente académico promedio no logra alcanzar a comprender.
Un autor que produce arte, involucrado en todo ámbito, desde el guion y la producción hasta la misma música de sus films; único y ya ícono, estamos ante el cineasta más característico de la generación del “video store”, pues su nacimiento en los 70’s creó su acceso fácil al cine de parte de su padre, actor y voz de la cadena ABC. El joven Anderson prontamente se haría de la información, estudio y bagaje para producir sus primeros cortos hasta que en 1993 llegaran los primeros elogios de Sundance por parte de su primer corto, “Cigarettes and Coffe”. El resto es historia.
Apodado como “el niño prodigio”, los medios lo han comparado con Kubrick, Altman, Lee y Scorsese, incluso muchos de ellos ponipendolo dentro de los 20 mejores directores de la historia. Pero a pesar de sus influencias la originalidad e inteligencia narrativa de Anderson hablan por sí solas, siendo un compendio de técnica y calidad narrativa que guardan la peculiaridad de convertir a la cámara en un testigo íntimo de la acción de sus personajes, los cuáles son sujetos a la simetría y al constante uso del plano secuencia, del que PTA se ha convertido en uno de sus principales maestros y referentes.
Un director provisto también de un conocimiento musical impresionante, lo cual se refleja en sus “alternativas” asociaciones y en la supervisión de dichas composiciones, pero quizá la otra gran cualidad de PTA refiere a la dirección de actores, logrando sacar hasta de la rocas la mejor interpretación posible, o bien, alcanzar la comunión y química perfecta encausando a algunos de los actores de método más brillantes de la época.
Acreedor a 77 premios (de 8 nominaciones al Oscar ¡ninguna! Así de ignorante la Academia), de entre los que destacan el Oso de Oro y el Oso de Plata de Berlín, la mejor dirección en Cannes, el León de Plata de Venecia, tres premios de la prensa de San Sebastián y el reconocimiento del festival de Toronto, celebramos los 54 años de Paul Thomas Anderson con sus 9 Películas, de la peor a las otras 8 mejores.
9 – Inherent Vice (2014)
El supuesto relato noir se deja apreciar más como un relato surrealismo que al final se convierte en la obra menos meritoria de su filmografía, a pesar de una excelsa ambientación y una exposición cómica – satírica disfrutable… por momentos. Desgraciadamente el problema no es de adaptación, sino de dirección. Paul Thomas Anderson se muestra errante al meter el acelerador en casi todos sus pasajes, dando más importancia al inentendible conflicto de su protagonista, objeto de una sátira psicotrópica, que a la lógica interna de su gion. En términos generales, una decepción y su única película MALA, que se queda la mitad en todo: en su exposición noir, en su propuesta surrealista, en el apartado actoral y sobre todo en su intermitente dirección. Ni para sus fans
8 – Licorice Pizza (2002)
Para bien y mal (por qué tiene mucho de ambos), Paul Thomas Anderson lleva a cabo un film rico en análisis. Por un lado, este “coming of age” es una comedia romántica que encausa de manera episódica brillantes momentos a nivel directivo, repletos de un humor natural y muy fino; sin embargo, también en esa estructura se torna errática en su objetivo por conectar a sus cautivadores personajes con su entorno y situaciones que los rodean, lo cual desemboca en un muy obvio anti clímax que se contraria sobre todo a un excelente inicio. Es un relato sobre la juventud y la resistencia a la madurez, con muchos simbolismos, nostalgia, buen humor, un chingo de personajes y momentos de brillantez, pero deconectados.
7 – Hard Eight Sidney (1996)
Su fetiche relación con John C. Reilly (actor al que lanzaría a la fama), comenzó con su propio debut en este simple pero muy efectivo thriller, donde un misterioso hombre, al ver a un joven en desgracia afuera de un restaurante, lo acoge, cuida y educa en el negocio de los casinos y apuestas, pero siempre de manera ética y sin ningún otro vicio de índole criminal. Todo eso cambiará debido a un par de incidentes y a la oscura presencia de un guardia de seguridad que amenaza con destruir esta naciente y ¿fortuita? relación paterno filial. El gran valor de esta cinta es el secreto, sutil pero siempre escondido, simple pero impactante (y de nuevo conmovedor) sobre el origen de este misterioso “padre adoptivo”.
6 – Punch – Drunk Love (2002)
Si usted está sorprendido(a) con la actuación de Sandler en Uncut Gems, habrá que recurrir a la fuente original para descubrir de dónde fue que salió tal dominio histriónico sujeto e influenciado por otro ritmo vertiginoso y “casualmente” también enmarcado entre algunos sintetizadores y notas apremiantes que hacen partícipe al espectador de una constante tensión; sin embargo y a diferencia de “Uncut”, Paul Thomas Anderson construye un relato románico de peculiar naturaleza. Una fábula sobre obsesión, amor y compulsión, a ratos parece un poco artificial dentro de sus fortuitas situaciones, pero fiel a un estilo que estudia íntimamente a sus personajes, la profundidad emana directamente de la psique de un genial Sandler ¿quién sabe? Quizá esta sea una de esas adorables proyecciones artísticas.
5 – Phantom Thread (2017)
Una historia de sentidos, es impresionante como Paul Thomas Anderson plantea para cada uno de ellos la vía de alimentación psicológica del protagonista; para el oído su obsesión (la creación audiovisual del trastorno de la misofonía es tan genial como espeluznante), para el tacto y la vista su perfección, y para el olfato y el gusto su perdición. Todos ellos mcguffins al fin y al cabo y meras víctimas del elemento disruptivo y eje de la trama: el amor, no uno de fábula o de ensueño, sino uno natural, espontáneo, palpable, pero también condicionado, enfermizo y destructivo, construido a partir de los traumas matriarcales, de ese “fantasma” sutil, no presencial pero si poderoso influyente en el comportamiento y afectación de las relaciones dentro del film. Joya, la mejor película de ese año
4 – The Master (2012)
Una cinta sumamente elegante y extravagante en su estructura, que deja huella y elegancia en su ya de por si magnífica y corta filmografía. La excusa es el abordaje sobre el origen de la cienciología (PTA. asegura que se basó en Hubbard, el padre de esta religión), un elemento constate pero aun así distractor, pues Paul Thomas Anderson centra su acción en la relación de dos seres imperfectos y complementarios, dos monstruos y su introspección a partir de encontrarse en un momento clave de su tiempo y vida. Ensalzada por las actuaciones de Joaquin Phoenix y su eterno fetiche, Philip Seymour Hoffman, The Master escapa de la banalidad de una biopic para hacer un complejo estudio psicológico sobre la simbiosis de dos contrarios para encontrar una ideología en común
3 – Boogie Nights (1997)
Basada en su primer corto, Boogie Nights institucionalizaría su estilo, sus planos sin cortes y la capacidad de contar varias historias simultaneas perfectamente estructuradas. El resultado es cinematográficamente hablando sublime; la cohesión y la coherencia argumental entre y para cada una de las historias (6 de ellas) nutre y sustenta un relato hábil, sacado al parecer de un director con más de 40 años de carrera ¡Pero no! Estamos ante un genio de 27 años, un Mozart del cine. Joya instantánea, cruda, divertida, con temas complejos que abordan el crecimiento y destrucción personal dentro de la industria porno, el suicidio, el tráfico de drogas, la depresión y el racismo, todo esto desde un decreto expositivo canónigo, sin perder detalles y creando relieves en cada episodio.
2 – There will be blood (2007)
There Will Be Blood es la consecuencia de la madurez en manos de un erudito, uno consciente de la comunión entre su entorno, ritmo, actuación, fotografía y por supuesto musicalización (la composición de Greenwood es brillante) ¡De todo hay algo para relucir en este film! Paul Thomas Anderson se atreve a cambiar sus cartas y a sus partícipes (la mejor actuación de Day-Lewis), pero su estilo no cambia ¡muta! Se arriesga y consigue una obra trascendental que transmite la el levantamiento, apogeo, deconstrucción y caída de su personaje principal, vehículo principal de una trama llena de ambiciones, que relata más que una vida, la dificultad de la relaciones dentro del mundo de los negocios, la compleja paternidad y sobre todo, los límites de la decadencia y de la maldad humana
1 – Magnolia (1999)
Su confirmación como maestro, Magnolia puede ser el testimonio cinematográfico más complejo y la vez más claro sobre lo llamado como la estructura coral, misma que aquí se desarrollan bajo 9 sub tramas que a pesar de tener una sutil unión narrativa entre ellas, guardan un vínculo evolutivo dentro de los 3 actos esenciales del planteamiento, confrontación y resolución. Es notorio el nacimiento de una revolución narrativa dentro de esta obra de Anderson, y es que a pesar de que el cineasta pudiera denotar varias influencias (la de Altman la más notable), es esta innegablemente su sello autoral más innovador y/o creativo. Cruda, humana y maravillosa, de tintes surreales y provista de una lógica interna majestuosa, Paul Thomas Anderson construye una joya emocional, expiatoria y catártica, de las mejores en la historia