Lincoln está en los detalles
No debe se fácil contar una historia sobre la historia. Menos cuando no se formó parte de ella, ni se estuvo presente. Lo que obedece al esfuerzo latente de Steven Spielberg y compañía con resultados positivos, en conjunto.
La lección que esta vez Hollywood imparte al mundo es sobre como el decimosexto presidente de la Unión Americana lucha por acabar con una sangrienta guerra civil, al mismo tiempo que intenta (y sabemos que lo logra) empujar en el Congreso la enmienda que liberaría a la raza negra de la esclavitud, en dicho país. La cátedra expone que Lincoln está consiente de la interdependencia ambos asuntos y la manera en la que, siendo el estratega que era, busca la resolución a los conflictos que aquejan a su nación.
Las actuaciones, como la dirección, traen consigo grandes nombres. ¿Qué más para un filme con un apelativo de esa magnitud? Tommy Lee Jones, Sally Field, Daniel Day-Lewis (junto con su Globo de Oro a mejor actor en la categoría de Drama por este trabajo), y lo que parece ser el nuevo gran-nombre: Joseph Gordon-Lewitt, como el primogénito del protagonista.
Regresemos a Day-Lewis. El señor intenta englobar a Lincoln el padre, Lincoln esposo, Lincoln el presidente y Lincoln el héroe. Quizás en los dos últimos exagera un poco, aunque en estos casos también podemos apelar al guión, que se ve forzado de ir de humano a insignia y de regreso, una y otra vez. Pero como ya se mencionó, la Asociación de la Prensa Extranjera de la capital del cine dijo bravo. Sólo por curiosidad, habrá que esperar a lo que diga La Academia.
La clase es larga: casi tres horas. Como en la escuela, tiene sus momentos entretenidos, momentos tediosos; lapsos en los que no se debe perder la concentración para poder entender lo que sucede, y ratos en los que la ponencia es tan parcial y patriótica que llega perder credibilidad. Sin embargo, los detalles la enriquecen.
La dirección de arte, alrededor con los sets, las caracterizaciones y el vestuario, son casi palpables. Pero es la iluminación la que más se hace notar. La luz crea momentos, algunos muy evidentes, en los que eleva al personaje del presidente al estatus de ídolo que la historia y sus méritos le concedieron. ¿Cómo se vería un cuarto de la Casa Blanca de noche, transcurriendo la segunda mitad del siglo XIX alumbrado con velas? ¿Transportarnos a tiempos de guerra o a días históricos y felices? ¿Ver cómo se mueve de carne y hueso lo más parecido a las representaciones de Abraham Lincoln que han llegado a nuestros días? ¿Averiguar cómo han cambiado los tiempos y qué tan fácil era entrar a la Casa Blanca y transportar al presidente de EE.UU. en esos día? Interesados inscribirse al curso de Spielberg & Co.
1 Comment
I saw this really great post today……