Loveless – “La frialdad de la moderna Rusia” o “cuando tus papás son unos hijos de Putin”

Ganadora del Premio del Jurado en Cannes y nominada en la última entrega del Oscar en la categoría de mejor película extranjera, “Sin Amor” (“Loveless”) marca el regreso del director ruso Andréi Zviáguintsev, nuevamente con un film que lanza una crítica a las sociedades modernas a la vez que narra una desgarradora historia. Pero, ¿qué digo desgarradora? El relato en el que nos sumerge “Loveless” es una verdadera tragedia de la que sentirían celos aquellos antiguos dramaturgos griegos, debido al nivel de deshumanización en el que viven y se desarrollan los personajes a nivel interno y externo. Verdaderos monstruos que no sólo viven en la ficción, sino que caminan a nuestro alrededor todos los días.

El sonido del timbre de una escuela primaria en la lejana Rusia indica el fin de clases. Los niños salen y seguiremos a uno llamado Alyosha, de doce años, tomar la ruta larga a casa, sin preocupación por el tiempo como quien no quiere llegar a su destino. El sonido de otro timbre nos llevará a la intimidad de un acogedor departamento. En la puerta, se encuentra una agente de bienes raíces que lleva a una joven pareja a conocer el hogar, ahora en venta, del pequeño Alyosha. Las visitas se van, pero los espectadores nos quedaremos en la intimidad de ese roto hogar como mudos testigos de los últimos días del matrimonio de Zhenya y Boris, padres del niño.

Las peleas son el pan de cada día y lo único que verdaderamente une a la pareja es el desprecio que sienten por el otro. Zhenya dirige un salón de belleza y lo único que la llena es tomarse selfies para sus redes sociales. Boris vive sólo para trabajar, es lo más preciado de su existencia aunque sea miserable en la oficina. De forma contrastante, ambos están en etapas de enamoramiento casi juveniles con sus nuevas parejas: Zhenya con Anton, un hombre acaudalado mucho mayor que ella, y Boris con Masha, futura madre de su segundo hijo. El único obstáculo que tienen para seguir con sus vidas, además de vender el departamento, es Alyosha. Durante una acalorada discusión, sale la verdad a la luz de que ninguno desea la custodia del niño, es otro estorbo al que deciden enviar al orfanato para que después se una al ejército o algo. Alyosha se entera de su inevitable destino estando sólo y vulnerable en la oscuridad, reprimiendo un devastador llanto en una imagen completamente desgarradora.

Boris y Zhenya siguen con sus rutinas habituales, pasan días y noches enteras con sus nuevas parejas disfrutando el inicio de sus nuevas vidas. Pero, ¿dónde demonios está Alyosha? Durante el vistazo a profundidad de la nueva faceta de los padres, yo era el único preocupado en si el niño ya había comido y en si se habría puesto suéter. No es sino hasta una llamada de la escuela, que se enteran que Alyosha lleva desaparecido dos días. ¡Dos malditos días! Ni la búsqueda de su hijo los une, el rencor que sienten se hace más grande cada vez. Se puede ver en sus rostros, buscar al ‘mocoso ese’ es una incomodidad, un nuevo estorbo en su camino. La policía no ayuda, las autoridades  desestiman el caso como una estadística más y se les hace fácil dejarle el caso a un grupo de voluntarios especializados en hallar niños desaparecidos. La frenética búsqueda comienza, el clima empeora cada días más y la carrera contra el reloj por la vida de Alyosha habrá de requerir inevitablemente la ayuda de sus reacios padres.

He visto miles de películas y jamás había sentido tanto desprecio hacia algún personaje (ni siquiera a los mejores villanos) como lo experimenté hacia los deshumanizados Boris y Zhenya. Personalmente, ser padre es algo que no está escrito en mi ADN. No podría hacerme a la idea de cargar con tal responsabilidad que dura para toda la vida, prefiero seguir siendo el tío cool. Pero estoy seguro que de tener que lidiar con eso, no perdería lo que me hacer ser humano. Las personas no son desechables y menos seres tan frágiles como son los niños. Pero tal vez Boris y Zhenya no sean monstruos sólo porque sí. La forma en que actúan es sólo un síntoma de una sociedad enferma que está a punto de llegar a su fin, según las constantes noticias acerca del apocalipsis maya que escucha Boris.
Zviáguintsev plasma no sólo un matrimonio sin amor, sino una sociedad que ha perdido la capacidad de amar honesta y puramente. Aspiramos a lo vacío y a lo banal. El amor ahora es al estatus, a los lujos y a la reafirmación personal a través de las selfies que posteamos para nuestras audiencias personales en redes sociales. Y claro, siempre estará el amor comprado. El verdadero se está extinguiendo a tal grado que una madre siente asco de cargar a su hijo recién nacido. Pero no está del todo perdido, importante es entonces el escuadrón voluntario de rescate conformado por personas dispuestas a donar su tiempo y energía para salvar una vida humana. El mundo de mierda a veces da una rosa.
“Loveless” es uno crudo relato que irónicamente tiene una cinematografía hermosa a cargo de Mikhail Krichman, constante colaborador de Zviáguintsev. Logra retratar perfectamente un vientre casi yermo de la madre Rusia que apenas y puede albergar  vida, como paralelo a la problemática y sentir emocional de los infelices padres. El score de Evgueni y Sacha Galperine resulta extrañamente incómodo de escuchar al tiempo que es musicalmente armónico. Las melodías se escuchan “rotas”, siendo el toque final de la construcción de esta decadente visión de la humanidad actual.

Este año he visto dos filmes que han logrado hacerme sufrir de cierta manera con su historia, a la vez que me han hecho gozar de un espectáculo fílmico muy bien realizado. La primera fue “El sacrificio de un ciervo sagrado” (Yorgos Lanthimos) y ahora se le une “Loveless”. Podrás verla en salas nacionales este 13 de abril y no lograrás sacudirte tan rápido el sentimiento vacío que quedará dentro de ti después de salir de la función. Sólo hasta que te evalúes inconscientemente a ti mismo y veas qué tanto amor en verdad tienes, si es suficiente para seguir adelante o si estarás atascado en una caminadora corriendo para quedarte eternamente quieto.

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Acerca del autor

El Markovich   @ChocolateBono  

Observador de la escena humana dentro y fuera de la pantalla. El cine y el chisme son de mis cosas favoritas, así que heme aquí. Yo sólo doy mi opinión, al final tú decides.


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