Maléfica: Dueña del Mal y del subtexto
Los cuentos de hadas fueron (y son) populares porque, a través de metáforas y símbolos, nos explican cuestiones sobre cómo funciona la sociedad y cuáles son las expectativas sociales existentes. Estamos en una época donde, de una forma u otra, estamos sobre-saturados con cuentos de hadas, y a simple vista pareciera que la pésimamente titulada Maleficent: Mistress Of Evil es una más del montón. Hasta cierto punto sí lo es, pero es gracias a su subtexto que destaca entre tantas criaturas mágicas y superhéroes.
De todos los reboots, remakes y secuelas que Disney ha estrenado en los últimos años, Maleficent (2014, dir. Robert Stromberg) se cuece aparte. Lo que parecía un spin-off más, de lo que después demostró ser parte de una tendencia por “humanizar” a las figuras de villanos, resultó ser una exploración del dolor femenino, los resultados de vilificar a las víctimas de abuso sexual, y cómo las relaciones con otras mujeres nos pueden salvar. La secuela, si bien es igual de edulcolorada que cualquier otra película de Disney, retoma los temas que exploró en la primera parte, como la maternidad en solitario y la construcción de familias atípicas, y presenta la cuestión de volver villanas a las mujeres que sufrieron violencia sexual y la denunciaron, mientras explora la búsqueda de comunidad y la lucha por defender los espacios que tenemos para existir. Con hadas de voces chillantes y criaturas CGI, claro.
5 años después de los eventos ocurridos en la primera película, Maléfica (Angelina Jolie) y su ahijada Aurora (Elle Fanning) comienzan a cuestionar sus relaciones familiares y sus identidades tras la inminente boda de ella con el príncipe Felipe (Harris Dickinson) y el surgimiento de nuevas fuerzas malignas. El guion de Linda Woolverton, Micah Fitzerman-Blue y Noah Harpster es ambicioso pero predecible, y no termina de desarrollar ni profundizar los grandes nuevos temas que presenta; se concentra en presentar un rico subtexto -logrado con ciertos diálogos y escenas, CGI y el maravilloso vestuario de Ellen Mirojnick- que sea amigable con todas las audiencias.
Las actuaciones de Jolie y Fanning son igual de buenas que en la primera película pero, por mucho, quien se roba todos los reflectores es Michelle Pfeiffer: hace de la reina Ingrith una antagonista formidable al acercarla a la realidad. La dirección de Joachim Rønning juega entre mantener un sentimiento de maravilla ante el mundo que rodea a los personajes y en crear secuencias terroríficas por los ecos históricos que reflejan.
Cargada de CGI y entretenida, Maléfica: Dueña del Mal es una buena alternativa de Disney, que se atreve a caminar a historias con tintes más oscuros pero se queda con un pie fuera de la sombra.