Mamá y Papá – Una película anticonceptiva
Desde hace varios años, Nicolas Cage es sinónimo de películas malas. Sólo los niños de los 80’s y 90’s recordaremos que hubo un tiempo en que su nombre figuraba entre los mejores actores del mundo. Si, en esos tiempos también hacia jaladas como “Contracara” o “Con Air”, pero era un poco más selecto en cuanto a guiones se trataba y tuvo varios aciertos, como la desgarradora “Leaving las Vegas” que le valió un premio Oscar. Sólo Dios ha de saber qué le pasó a ese Nicolas Cage querido por todos y por qué cada vez sus proyectos fílmicos empeoran más. Cuando hace meses vi el tráiler de su más reciente film, titulado “Mom and Dad” (“Mamá y Papá), asumí que era otro más de sus insufribles largometrajes, pero he de admitir algo me llamaba a verlo. No sé si era morbo o si quizá el omelette con champiñones que desayuné ese día tenía otra especie de hongos, pero no me iba a quedar sin presenciar ese evento fílmico. Y, por más extraño que te parezca estimado lector, la verdad disfruté mucho la función.
Antes que nada, déjenme contarles de qué va esta historia cómica de horror. Brent y Kendall (Cage y Selma Blair) son unos agobiados y reprimidos padres que viven en los tranquilos suburbios con sus hijos Carly y Joshua. Ella es una adolescente llena de hormonas y rebeldía, y a él le gusta jugar con camiones. Nadie parece estar feliz dónde está, Carly odia a sus padres y estos a su vez viven recordando cuando eran más jóvenes e intrépidos como un escape a su actual condición. El matrimonio que existía entre Brent y Kendall, desapareció hace mucho tiempo. Sólo están unidos por costumbre y parecen detestarse. Un día como cualquier otro, comienzan a darse extraños sucesos en su comunidad. Reportes comienzan a llegar de padres siendo presas de ataques de histeria que los llevan a asesinar a sus propios hijos. La escuela de Carly se ve invadida por el caos cuando una horda de padres violentos llega a buscar a sus criaturitas. Ella logra escapar y al intentar rescatar al pequeño Joshua, ambos quedarán atrapados en casa con dos padres sedientos de su sangre.
Seguramente están pensando “¿Pero qué pasó Markovich? ¿En serio está bueno ese bodrio que nos acabas de relatar? ¡Deja de comer champiñones alucinógenos en esa fondita!” Pues déjenme decirles que, aunque no sea la mejor película que vi esa semana, logré sentir una gran empatía hacia los personajes a pesar de lo absurdo e irracional de la trama, llegando a tal grado que logró mover algo en mí. Toda la acción y violencia gratuita que plaga el filme está ahí meramente con fines narrativos y para apantallar. Pero dentro de todo este caos hay un mensaje claro y fuerte acerca de la paternidad. No toda debe ser tan bonita como la pintan en otras películas o en libros o en series de televisión. Casi siempre se abordan los retos que tienen los padres para criar y educar adecuadamente a sus hijos , retos que se superan en media hora y después todos ríen felices. Pero la vida real no es como un episodio de “Raising Hope” ni de “Full House”. A veces nos olvidamos de que los padres son seres humanos que tuvieron que sacrificar gran parte de si mismos, de su esencia y vida por enfocarse en la crianza de las vidas que trajeron al mundo. Cada detalle es crucial en el desarrollo de estas nuevas personas y el desgaste que trae consigo este trabajo se ve reflejado en los padres.
Cuando hablé de “Loveless”, en verdad desprecié la clase de padres que eran Boris y Zhenya, para ellos su hijo era un estorbo nada más del cual no podían deshacerse y preferían mejor ignorar. Kendall y Brent trataron de hacer las cosas bien con sus vástagos, pero en el camino se perdieron a ellos mismos, olvidaron su individualidad y dejaron de cosecharla por tomar un rol 100% de padres. Cuando Carly y Joshua dejaron de necesitarlos, se dieron cuenta de lo vacías que eran ahora sus existencias y hallaban escapes a esa frustración como pudieran: clases de baile, tratar de regresar a trabajar o sólo fantasear con mejores tiempos. En el tráiler, vemos a Brent entrar en un estado de furia al destruir una mesa de billar mientras canta el “Hokey Pokey”, para después sincerarse y unirse a su esposa como no lo habían hecho en años. Ambos se dan cuenta que son víctimas de la misma frustración y ahora han hallado en asesinar a sus hijos, una nueva manera de unión que rescata la pasión que alguna vez sintieron por el otro. Aquí se asoma un poco ese talento histriónico que alguna vez tuvo Cage.
La película corre de una forma dinámica, está llena de secuencias de acción y adrenalina al estilo MTV. La escena inicial resulta impactante aunque es cortada muy de golpe. Cuenta con uno de los soundtracks más eclécticos que he escuchado. Al principio la música recuerda más bien a la que se escucharía en un soso sitcom familiar setentero, para ir escalando en agresividad conforme aumenta la violencia en pantalla. Dentro de todo este caos y sangre, el humor salía a flote y la sala se llenó de risas con los bizarros chistes y situaciones que se iban sucediendo. A veces nuestra cabeza nos pide filmes así.
Los seres humanos tenemos una gran afición por las historias ya que a través de ellas podemos experimentar vivencias que no hemos tenido y aprender de ellas. Si algo me reafirmó la experiencia de Brent y Kendall es que no estoy hecho para ser padre, de eso estoy seguro. La verdadera paternidad no sólo implica dar todo por los hijos, implica también el seguir nutriendo lo que eres sin perderte en el proceso. “Mamá y Papá”, que estrena este viernes 1 de junio, lleva todo esto a la exageración, resultando en un divertido y dinámico film cuyo oscuro humor a veces te hará sentir culpable de estarte riendo. Maldita sea, lo disfruté mucho a pesar de que me tocó verla doblada al español. Resulta un buen escape a la cartelera convencional como en su tiempo lo fue “Arrástrame al Infierno”. ¡Nicolas Cage por fin hizo algo que si se puede ver!