Mean Girls 2024: Deja de intentar que la nostalgia suceda, no sucederá.

El obstáculo más grande cuando se hace una nueva versión de una película es el hecho de que la obra previa sea icónica. Y en este caso, tan icónica y de culto para la cultura popular contemporánea. Y es que cuando TODOS sigamos usando rosa los miércoles y diciendo ‘It’s october 3rd’, nos acordaremos permanentemente de la versión de hace 20 años y no de esta.

No necesitamos contar la historia, ¿no?: niña rara educada en casa es escolarizada por primera vez y se enfrenta a la jungla que representa la secundaria-prepa para un adolescente. Eso se contaba en el 2004 y se cuenta exactamente de la misma forma en el 2024. Prácticamente los mismos diálogos y situaciones, pero con la modernización del uso de social media y su enorme impacto en nuestras actividades.

Considerando que todos los diálogos son idénticos al 2004, podemos deducir 2 cosas:

  • con o sin celulares y social media, seguimos siendo los seres primitivos que durante la adolescencia no saben controlar sus impetús.
  • la Mean Girls Y2K fue pionera en inclusión casi sin darnos cuenta y sin hacer alarde de ello. Gracias a eso, los personajes plus size, de otras etnias y orientaciones sexuales aquí se sienten naturales y no forzados. Si usted es un señor rancio supremacista y la diversidad le choca, no la vea, siga viviendo en su burbuja.

Este punto de que la adaptación, ya sea basada en la obra de teatro o de la película original, sea tan igual juega en 2 vías: no se distorsiona la esencia de la película; pero para los que nos sabemos los diálogos al dedillo resulta un tanto shockeante verlos en un tono plano o en demasía actuado.

El hecho de que sea un musical tampoco ayuda mucho, la verdad. Entendemos que viene de la adaptación de Broadway, pero honestamente las canciones no suman nada a la narrativa, si se prescindiera de ellas, la historia correría igual y se entendería de la misma manera. Es verdad que hay un par que valen la pena, específicamente las del personaje de Regina George. Todas las demás están en ese mood horrendo y ñoño que Glee se encargó de cuasi patentar, con arreglos y letras sosas.

Ahora bien, Regina George. FUEGO. Qué revelación es Reneé Rapp. Logrando la loable y nada fácil tarea de sobrepasar a una de las antagonistas más famosas de las teen movies. Su cuerpo ‘curvy’ (como dirían las tiendas departamentales), ojos seductores y toxicidad contrastan de una manera casi fascinante con el toque de humanidad que le aporta la actriz al personaje, principal diferencia con la Regina de Rachel McAdams, que era una suerte de diosa diabólica. Ojalá que Reneé corra la misma suerte y logre una carrera igual de exitosa que la de su predecesora.

En general, el filme se viste con buenas actuaciones. Si bien es Rapp quien se roba enteramente la película, resaltan también los personajes secundarios, especialmente un Demian (too gay to function), ahora afro además de chunky, y la mamá de Regina, sorpresa 1 al ser una de las actrices del séquito jetset de ‘White Chicks’, y que a diferencia de los demás personajes, logra modernizar al personaje con gags y punchlines decentes.

No podemos decir lo mismo del personaje principal, Cady Heron, que catapultó a Lindsay Lohan a lo más alto de la cultura popular dosmilera, pues aquí es infumable; y no es que lo haga mal, sólo que está en una sola línea y tono, jugando siempre a la muy muy buena, sin esos matices que el personaje necesita para contar mejor la historia. Y lo mismo para el personaje de Karen, que magistralmente retrató Amanda Seyfried, que lograba una chica natural y adorablemente tonta; aquí, simplemente es chocante e inverosímil su bobería.

Ahora, sorpresa 2: Lindsay Lohan. Su cameo brilla no sólo por lo que representa ver a uno de los iconos de los 00s (con todo y su decadencia de por medio), sino porque es completamente camp verla ahí, intentando ser una actriz seria mientras trae grandes referencias de la película original.

Es el tono lo que probablemente vuelve a la cinta muy irregular. No es un musical con la estructura que necesita, no es una comedia que nos lleve a las risas explosivas, hasta a veces juega con tonos muy maniqueos de melodrama, como cuando Gretchen habla de la caja musical que su abuelito le regaló y que ahora es propiedad de Regina. Y ni qué decir de la ‘modernización’ de la historia con todos los momentos de social media, que si bien están decentemente integrados en la narrativa para contar partes de la historia, su realización (responsabilidad del diseño de producción y de la fotografía) hacen que se sientan como parte de otra cosa, de una película distinta, yendo desde el tono thrilleresco de ‘Nerve’ hasta la sátira social de ‘Sick of myself’. Los números musicales también son diametralmente diferentes en su puesta en escena, cada uno podría ser un episodio de una serie. Sí, otra vez Glee. Sin mencionar que perdieron la oportunidad de volver a hacer un momento icónico con el baile de Jingle Bell Rock, aunque casi que mejor así, porque seguro lo hubieran hecho mal y caerían (aún) más bajo.

Probablemente si no existiera la Mean Girls del 2004, estaríamos hablando de una teen movie resultona, algo divertida y facilonga, aunque también de un musical mediocre, palomero, pero mediocre. Véala sólo si quiere revivir la nostalgia dosmilera en pantalla grande o tiene hijos adolescentes que no conozcan la obra protagonizada por Lindsay Lohan y Rachel McAdams.

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Acerca del autor

Leo Idair    

MOCATRIZ (Modelo, Cantante y Actriz) en Instagram pero humanista en la vida real. Creo en las utopías pero sin dejar la realidad fuera. Dame una buena telenovela y estoy a bordo. Mi mamá me hizo cinéfago desde chiquito.


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