Megalópolis: ¿Sueño cumplido o capricho satisfecho?
El nombre de Francis Ford Coppola es ya un referente en la industria cinematográfica, incluso quienes no están cerca de ella pueden reconocer muchas de sus obras. Durante aproximadamente 60 años, el director ha deslumbrado a la audiencia e inspirado a otros cineastas con las memorables ‘Dracula’, ‘Apocalypse Now’ o la trilogía de ‘The Godfather’, por mencionar unos cuantos de sus grandes trabajos. Sin embargo, a pesar de tener estas cintas icónicas en su haber, aún le faltaba forjar la más esmerada y personal, aquella que había estado cavilando y desarrollando por 40 años… que por fin está por llegar a las carteleras: Megalópolis
‘Megalópolis’ está protagonizada por César Catilina (Adam Driver), un arquitecto visionario que ha inventado un material llamado Megalon y pretende reconstruir con él la ciudad de Nueva York, ahora Nueva Roma. Sus intereses se verán frustrados al enfrentarse con el alcalde Franklyn Cicero (Giancarlo Esposito), quien se opone fervientemente a dichos planes. En medio de ellos se encuentra Julia Cicero (Nathalie Emmanuel), quien, a pesar del obvio descontento de su padre, busca aprender de César y ayudarle a construir su utopía. Teniendo de su lado la posibilidad de manipular el tiempo, Catilina luchará contra el conservadurismo y varios enemigos para que su visión prevalezca.
La palabra con la que se pudiera definir ‘Megalópolis’ es ambición. Con un libreto que fue reescrito alrededor de 300 veces antes de filmarla y con 120 millones de dólares salidos de la propia bolsa de Coppola (gracias a su negocio vitivinícola) para financiarla, nos queda claro que el realizador iba a hacer hasta lo imposible por llevarla a cabo con la magnitud que aspiraba. Es con estas bases que se aboca a elaborar una crítica al imperialismo estadounidense utilizando referencias a la historia romana, específicamente a la conspiración Catilinaria: lo distinguimos no sólo en los motes de sus personajes, también en los vestuarios, maquillajes y peinados, así como en ciertos entornos y su diseño de producción. La opulencia con la que se maneja en su conjunto transmite adecuadamente al espectador el lujo y la excentricidad de aquellos que tienen el poder, y tiene a bien contrastarlo con imágenes de quienes se quedan al margen, los pobres, esos que los ven desde lejos con un tanto de resignación, sabiendo que se hallan a merced de sus decisiones.
Otra de las cualidades resaltables de ‘Megalópolis’ tiene que ver con sus actores: Con un guion que por momentos se advierte enrevesado, creando un laberinto narrativo, Adam Driver logra emanar la arrogancia, la vacilación y la valentía que su papel requiere. Se adueña de la toma cada que se presenta y hace crecer a quienes le acompañan en ella. Shia La Beouf se nota divertido y comprometido encarnando a Clodio Pulcher, a quien exacerba para otorgarnos a un villano de múltiples matices, en los que descubrimos envidia, deseo, codicia y hasta sumisión, sobre todo cuando le secunda una ególatra y desmedida Aubrey Plaza, que se exhibe como una suerte de femme fatale que encanta, especialmente urdiendo fechorías.
Desafortunadamente, no todo es idóneo cuando desmenuzamos el largometraje. Francis Ford Coppola emplea un estilo experimental con ‘Megalópolis’ que busca abarcar diversos temas trascendentales pero no termina por retratarlos de manera cohesiva. Es evidente la improvisación que alentó en un número significativo de escenas, además de los constantes y repentinos cambios en los diálogos. Sus intentos por plasmar efectos especiales prácticos sin usar CGI se aprecian burdos, y cuando sí usa tecnología con el afán de ensalzar el futuro próximo en la trama, se ven como animaciones de ínfima calidad, casi cayendo en lo caricaturesco. Podríamos asegurar está influido por trabajos como ‘Metropolis’, de Fritz Lang, o ‘1984’, de George Orwell, aunque en esta ocasión, en lugar de recibirla como un homenaje, se siente como un cúmulo de retazos de aquellas ideas, que al unirse se convierten en una criatura tipo Frankenstein poco agraciada.
Estrenada en el Festival de Cine de Cannes, donde fue elegida para competir por la Palma de Oro, ‘Megalópolis’ es un estupendo punto de partida para debatir hasta dónde una hechura apasionada es un anhelo cumplido, o en realidad es una obsesión alimentada por décadas de ansia. A sus 85 años, sabiendo que probablemente esta será la película con la que cierre su carrera, Coppola se juega todas sus cartas para dar a luz su hazaña. Observando el resultado final, da la impresión de que, más que un sueño alcanzado, es un capricho satisfecho.