Memoir of a Snail: Cuando te pesa mucho el caparazón
En 2009, apareció un cineasta independiente llamado Adam Elliot que, tras experimentar con un primer corto, tomó al mundo por sorpresa con su primer largometraje: “Mary and Max”, una historia que resaltaba la importancia de la amistad y el apoyo hacia aquellas personas que les cuesta convivir y ajustarse a la sociedad por padecer de un trastorno mental (para su servidor, la mejor película sobre el autismo/Asperger). 15 años después, regresa con “Memoir of a Snail”, un proyecto basado en su infancia y que tomó 8 años de desarrollo y cuyo resultado, aunque no llega a los niveles de su ópera prima, da mucho de qué hablar.
La principal virtud de “Memoir of a Snail” es mezclar bastante bien los elementos cómicos con los más dramáticos, con un ritmo ágil que aprovecha cada momento de convivencia entre los personajes. Esto ayuda a una dinámica donde lo más importante es conocerlos a través de sus gustos, divertirse con ellos, interesarse por ellos para que cuando llegue el momento de empezar a tocar temas más delicados, uno esté ahí para consolarlos y llorar con ellos. Gran parte de esto se debe a las peculiaridades en las que se interesan y que, ya sea por la rareza que significa el pasatiempo (coleccionar caracoles, animal que sirve como simbolismo y metáfora a lo largo de la cinta) o por lo peligroso que resulta a las demás personas (prender fuego a las cosas), la risa esté garantizada en situaciones tan incómodas como irreverentes.
Esto viene de la mano con uno de los acercamientos más introspectivos a la depresión. Al ser un trastorno con múltiples variantes y orígenes, “Memoir of a Snail” muestra muchas de las diversas causas que pueden llevar a un individuo a no querer socializar y refugiarse en la soledad por miedo a ser dañado. Adam Elliot hace hincapié en los efectos dañinos que provocan el acoso escolar, la marginación y el extremismo religioso, que a la larga derivan en la desconfianza, el encierro voluntario y la acumulación compulsiva, pero no se queda ahí, pues aunque enfatiza que el apoyo es necesario para sobreponerse al trastorno, también añade que esa misma necesidad de afecto te hace vulnerable a los intereses y gustos (¿y fetiches?) personales de otra persona, la cual no dudará en amenazar dejarte si no sigues esos requisitos.
Esto ha causado cierta controversia por parte de algunas personas que han llamado a “Memoir of a Snail” con adjetivos como manipuladora, sentimentalista y sermonera, causando que se le tache de porno-tortura o tragedy porn. Puede entenderse esto en ciertas escenas, lo que denota que se necesita cierto acercamiento personal con el tema para poder empatizar con su protagonista, pero la realidad es que, al tratar de una enfermedad tan compleja como la depresión, las variantes son infinitas en la forma en que cada uno la va asimilando.
“Memoir of a Snail” refleja el estancamiento que provoca la enfermedad en el paciente, que prefiere autocompadecerse solo antes que buscar ayuda (quien la tenga controlada sabrá de qué estoy hablando, pues a sabiendas de que la depresión no se va una vez que te da, tu vida se convierte en una lucha interna para evitar caer en el agujero del que acabas de salir porque sabes que no vas a lograrlo de nuevo si vuelves a caer). Además, en una vida que ha sido marcada por el dolor y la pérdida, muchas veces uno quiere dejar de intentarlo, sin imaginar que hay una respuesta esperando a ser descubierta.
El carisma de los personajes en “Memoir of a Snail” es inigualable por sus peculiaridades; los hermanos Pudel tiene sus momentos que los hacen entrañables. Mientras Grace evoca ternura, preocupación y afecto por su afición con los caracoles, Gilbert causa risa por ser un pirómano que, aunque claramente requiere psiquiatría urgente, sabe valerse por su cuenta y necesita de alguien para no dejarse llevar por sus instintos. Pero por mucho, el mejor personaje yace en la figura de Pinky (con la voz de Jacki Weaver), esa amiga que da el apoyo requerido hacia el marginado y el atrevimiento de animarse a vivir.
A pesar de todo, Adam Elliot revela con “Memoir of a Snail” que es autor de una sola historia (esos que no importa cuántas historias cuenten, siempre será la misma por más que intenten variarla), pues es inevitable sentirla como una repetición de “Mary y Max”, al seguir la misma estructura narrativa, tipos de personajes y su desarrollo, temáticas y mensaje. Si bien esto denota falta de originalidad (en especial si se toma en cuenta el tiempo que tardó en hacerla), lo importante es saber cómo la cuenta y ese detalle no lo ha perdido el directo.
Queda claro que, aunque no sea tan buena como su antecesora (el final desentona mucho con lo antes mostrado y el mensaje puede sentirse un poco masticado), “Memoir of a Snail” es la prueba de que es mejor calidad que cantidad. Es cierto que tiene sus problemas, pero el trasfondo que propone la hace fácil de ver e identificarse, porque en esta vida llena de desgracias, hay que reír para evitar ahogarse en lágrimas.